Los parámetros de selección en México son similares a los de Europa, dice la docente

Silvia Susarrey: las nuevas tecnologías desvirtúan las fronteras de la danza

Los límites entre los géneros clásico y contemporáneo tienden a desaparecer, considera

CRISTINA MARTIN URZAIZ ESPECIAL

En un mundo en el que la información es inmediata y las nuevas tecnologías ponen al alcance de la mano lo que ocurre en cualquier otro lugar, se han roto las fronteras de la danza y se ha equiparado la calidad de los ejecutantes de México con la de otros países, y los parámetros de selección en las escuelas profesionales son similares a los que se aplican en Europa.

Al respecto, Silvia Susarrey Ríos, fundadora de la Escuela Nacional de Danza Clásica y Contemporánea, afirma que también tienden a desaparecer los límites entre la danza clásica y la contemporánea, y esta última disciplina, que nació en las cortes francesas e italianas, se ha transformado y trasminado de otras corrientes.

La docente advierte que además de las características físicas, quienes cursan la carrera de danza clásica deben reunir condiciones sicológicas, emocionales y de vocación, pues de lo contrario pueden sufrir problemas como la anorexia, bulimia, depresión e hipocondría, hasta el rompimiento de las relaciones familiares.

La edad para ingresar a esa escuela es de los nueve a los 10 años, con horarios de hasta 12 horas, señala Susarrey, lo que implica prácticamente separar al niño de su familia, pues hay ocasiones en las que se presentan los fines de semana.

Esencial, el apoyo de la familia

Silvia Susarrey explica que el papel de la familia en la formación de los bailarines profesionales es esencial, por lo que se considera la disposición del núcleo familiar para apoyar al niño en todos los cambios que habrá de experimentar, por ejemplo, la transformación de hábitos alimentarios.

Maestra de danza desde hace 27 años, la responsable de las materias técnica clásica, práctica escénica y danzas folclóricas europeas, señala que algunos valores éticos indispensables en el bailarín son el respeto, la honestidad, la constancia y la tolerancia.

Por otro lado, considera que el fenotipo latinoamericano es un elemento a vencer, pues mientras los europeos tienen mayor longitud de piernas que de tronco, ''los mexicanos tendemos a ser de piernas cortas, y quienes seleccionamos debemos buscar el equilibrio para contrarrestar esas particularidades con temple y carácter".

Luego de comentar que en Rusia, ''donde la mayoría de los niños tienen el fenotipo ideal para la danza", sólo son aceptados cada año 30 de 2 mil solicitantes, explica que a partir de los años 70 son más estrictas las admisiones, lo que propicia ''el virtuosismo que hoy vemos".

Susarrey Ríos asegura que de ninguna manera se trata de establecer parámetros elitistas, sino de buscar que los estudiantes se sientan cómodos durante su preparación, para evitar la depresión o el estrés. No obstante, insiste, éste no es un elemento determinante, si se dan las condiciones de carácter, disposición y vocación.

''En el arte rompemos fronteras y no nos sentimos con menos capacidad que en otros países; por el contrario, los bailarines egresados de la Escuela Nacional de Danza Clásica y Contemporánea pueden bailar en cualquier compañía del mundo". Cita los casos de las bailarinas Irma Morales y Laura Morelos, de la Compañía Nacional de Danza (CND), que han sido invitadas a bailar en el extranjero, así como de María Luisa Díaz, quien se encuentra en la compañía de Maurice Béjart; Elisa Carrillo, en el Ballet de Stuttgar; Javier Torres y Fernando Mora, coreógrafo y primer bailarín, respectivamente, que están en Dinamarca.

Los que buscan cursar la carrera de danza lo hacen por tres motivos: porque vieron un espectáculo y les fascinó, porque tienen bases, ya que algunas escuelas del Royal Ballet inician con niños de cuatro años, o por iniciativa de los padres.

En este último caso -explica- si los padres obligan a los niños, empiezan a sufrir lesiones, problemas físicos, se lastiman ellos mismos, surgen los trastornos alimentarios, entre otros aspectos.

Los niños de su escuela, dice, empiezan su participación en las temporadas de El cascanueces y El lago de los cisnes de la CND, desde el primer año, porque ''en esta carrera o se empieza a bailar profesionalmente a los 18, o no vale la pena estudiar ocho años para bailar sólo cuatro o cinco".