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México D.F. Miércoles 30 de abril de 2003

Exigían a invasores abandonar una escuela en Fallujah

Tirotearon tropas de EU a multitud iraquí: 13 muertos

Fue "defensa propia", aducen estadunidenses; ninguna evidencia de que fueron atacados

PHIL REEVES ENVIADO ESPECIAL DE THE INDEPENDENT

Fallujah, irak, 29 de abril. Era una escena repulsiva, exactamente como las que los publicistas del Pentágono deseaban evitar a toda costa: enormes manchas de sangre coagulada, zapatos que sus poseedores dejaron regados por el suelo al emprender la aterrada huida. Vecinos iraquíes furiosos y parientes que entre alaridos narran cómo se perpetró un asesinato al azar de jóvenes cuyo único crimen fue exigir a sus nuevos amos, fuertemente armados, que abandonaran su vecindario.

Los problemas que enfrenta la ocupación estadunidense y británica se profundizarán considerablemente ahora que soldados abrieron fuego contra una multitud de manifestantes. Médicos iraquíes y funcionarios de la ciudad dicen que 13 personas murieron y muchas otras resultaron heridas. Voceros militares estadunidenses hablan de diez muertes pero admiten que es "posible" que haya 13. La televisora árabe Al Jazeera difundió la cifra de 15 muertos y 70 heridos.

Fallujah es el polvoriento poblado sunita musulmán donde ocurrió la matanza. El pueblo, a 56 kilómetros al este de Bagdad, es un sitio de paso de transportistas. Sus habitantes verán siempre los sucesos de la noche del lunes como una atrocidad que no será olvidada.

Todo ocurrió poco después de las nueve de la noche del lunes, cuando unos 100 manifestantes llegaron a una escuela que había sido tomada cuatro días antes por un centenar de soldados estadunidenses.

La razón ostensible de la marcha -que contra lo usual comenzó por la noche- era exigir que la tropa se marchara, pues la población quería reabrir la escuela. Sin embargo, a esto se aunaron rumores disparatados de que los soldados estadunidenses estaban espiando las casas de los iraquíes -y a sus mujeres- con anteojos de visión nocturna.

Los manifestantes llevaban una sola bandera con la efigie de Saddam Hussein, gesto debido a que era el cumpleaños del dictador, pero sobre todo como táctica para fastidiar a los soldados estadunidenses. Algunos iraquíes -según fuentes de ambas partes del enfrentamiento- hacían disparos al aire en señal de celebración. Testigos iraquíes dicen que esto asustó a los estadunidenses, quienes abrieron fuego.

Los estadunidenses dicen que les dispararon y que actuaron en defensa propia contra una multitud en la que había 25 personas armadas. Pero existen serias dudas en torno a esta versión, debido a que no hay evidencias. Ahmed al Essawi, de 15 años, quien recibió disparos en un brazo y una pierna, dijo que en toda la multitud vio sólo a dos personas con pistolas. "Todos estábamos tratando de huir. Abrieron fuego directamente contra nosotros. Los soldados estaban muy asustados. No hubo disparos de advertencia ni oí que dijeran nada por los altavoces".

Ahmed Karim, herrero de 21 años que recibió un disparo en el muslo, no vio ningún arma en la manifestación. "Llegamos al edificio de la escuela, gritando: No hay más Dios que Alá, y esperábamos poder hablar con los soldados, pero empezaron a dispararnos al azar. Creo que sabían que estábamos desarmados pero querían hacer una demostración de fuerza para que dejemos de manifestarnos."

Hussein Alí Awari, trabajador que vive en la casa justo frente a la escuela, el número 7 de la calle, tampoco vio arma alguna en la multitud. Dice que cuando comenzaron los disparos los manifestantes, aterrados, algunos ya heridos, corrieron hacia su patio y se amontonaron en él buscando refugio. Uno era un joven de 17 años, quien murió posteriormente. Aún hay una montaña de zapatos en su patio.

"Fue terrible. Creo que los estadunidenses tienen tanto miedo de nosotros que están dispuestos a cualquier cosa. Había heridos pidiendo ayuda a gritos afuera de mi casa. Cuando traté de salir los soldados me dijeron que me metiera de nuevo o me dispararían."

Tampoco vio armas en la multitud Hassan, estudiante de 19 años que tomó parte en la manifestación pero que tienebag09-081529-pih demasiado miedo de revelar su nombre completo.

"Teníamos un retrato de Saddam. Sólo uno. Eramos muchos, unos 200. No estábamos armados y nadie arrojó nada. En un lugar cerca de aquí alguien disparó al aire, pero se oía muy lejos. No sé por qué los estadunidenses empezaron a disparar. Cuando comenzó el fuego, sólo corrimos."

Por supuesto, es posible que todas estas personas mientan, pero también hay que tomar en cuenta la contundente evidencia física en el lugar de los hechos.

Los estadunidenses -una compañía de la 84 división aerotransportada, desplegada la semana pasada para frentar los saqueos y el tráfico de armas en la zona- dispararon contra una multitud desde a la escuela primaria y secundaria Fallujah Al Ka'at. Se trata de un edificio de diseño utilitario y color amarillo pálido, del tamaño de siete casas alineadas. Dispararon desde el frente de la planta alta y desde la azotea a las personas que se encontraban en la calle, a varias docenas de metros de distancia.

Según el teniente coronel Eric Nantz, los manifestantes dispararon y arrojaron piedras a los soldados. Trataron de dispersar la concentración haciendo advertencias con altavoces, pero todo fue en vano. Y, como estaban bajo amenaza, respondieron el fuego.

Sin embargo, no hay orificios de bala en la fachada de la escuela ni ninguno de los indicios comunes de un tiroteo. En contraste, las fachadas de las casas de enfrente, con los números 5, 7, 9 y 13, están perforadas con decenas de agujeros de ametralladora. En algunos casos las balas arrancaron trozos de concreto del tamaño de un puño, y hay agujeros tan profundos que se puede introducir un bolígrafo hasta el fondo.

Cuando se le preguntó sobre la curiosa ausencia de agujeros de bala en la escuela, el teniente coronel Nantz respondió que el fuego iraquí había pasado por encima de las cabezas de los soldados. Nos llevaron a ver dos agujeros de bala en una de las ventanas superiores y algunas marcas en la pared, pero se encontraban en otra ala del edificio.

Hay otras preguntas problemáticas. Nantz dice que los disparos contra los estadunidenses provenían de una casa al otro lado de la calle. Nos mostraron algunas ametralladoras ligeras que, según los estadunidenses, fueron encontradas en dicha casa. De ser esto cierto, se trató de un ataque suicida, porque cualquiera que atacara a los estadunidenses desde una posición fija, a 35 metros de distancia, no tendría la menor posibilidad de sobrevivir.

La afirmación estadunidense de que había 25 armas entre los manifestantes hubiera implicado también que deseaban morir o que sufrían un ataque colectivo de estupidez. Si algo han aprendido los iraquíes en las recientes semanas es que si no detienen su auto con la suficiente celeridad en un puesto de control, bien puede ser que les disparen. Desde luego, caminar de noche hasta una posición estadunidense ostentando armas y coreando consignas antiestadunidenses habría sido un acto demente.

Pero todos estos hechos -que apuntan a que una fuerza espantada, presa del pánico y propensa a disparar a la menor provocación, abrió fuego porque creyó que su base no estaba segura- importan menos que las amplias implicaciones políticas que tendrán estos hechos.

Esta fuerza de ocupación en Irak se está metiendo en aprietos. El lunes, seis iraquíes recibieron disparos de estadunidenses en Mosul. Cada incidente de esta naturaleza fortalece el cimiento de una simpatía pública hacia una eventual resistencia armada contra las tropas.

Durante la semana pasada, fuerzas estadunidenses fueron objeto de disparos todos los días. Hubo un ataque deliberado contra un tiradero de armas estadunidense en Bagdad que mató al menos a 14 personas. Se ha vuelto común que iraquíes arrojen piedras a los soldados, forma de resistencia de gran carga simbólica que se ha tomado prestada a los palestinos.

El lenguaje de las fuerzas estadunidenses empieza a sonar ominosamente familiar. Se quejan de que "tienen" que disparar a los que les lanzan piedras porque podría ocurrir -y de hecho, según dicen, ya ocurrió en Ramadi hace tres días- que les arrojen granadas junto con ellas.

Afirman que entre las filas de manifestantes civiles hay personas que les disparan. Viven con el temor de los coches bomba y los atacantes suicidas. Dicen que la mayoría de los iraquíes simpatizan con ellos, pero que existe un pequeño elemento alojado en el tejido social iraquí que está decidido a crear problemas.

Todo esto ya ha sido dicho antes por sus aliados, los israelíes, quienes se encuentran algunos kilómetros al este de esa región, y todavía nadie ha encontrado solución al problema de Medio Oriente.

Al abandonar la escena de la tragedia este miércoles, un entrevistado dijo algo inolvidable. No se trataba de un manifestante ni de un francotirador, sino del director de la escuela en la que se derramó tanta sangre. Muchos de sus alumnos estaban entre los manifestantes.

Cuando supo lo que había ocurrido, se apresuró a ir al hospital para donar sangre. Es un hombre de hablar tranquilo, pero tenía la vista nublada por la rabia y el dolor. Ahora, dijo con voz calmada, está dispuesto a morir como un "mártir" para vengarse de lo que hicieron los estadunidenses.

©The Independent

Traducción: Gabriela Fonseca

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