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P O L I T I C A
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México D.F. Miércoles 30 de abril de 2003

Carlos Martínez García

Mujer, pobre, negra y protestante

En ella se conjugan casi todas las categorías de la marginalidad: es mujer en una sociedad latinoamericana predominantemente machista. Nació y creció en un barrio extremadamente pobre, en condiciones oprobiosas para la dignidad humana. Por añadidura padeció humillantes discriminaciones por ser negra. Además se convirtió al protestantismo, lo que le ganó críticas y animadversiones por parte de sus compañero(a)s de militancia política. Nos referimos a Benedita da Silva, actual ministra de Acción Social en el gobierno de Lula.

Su historia personal ilustra la de muchas otras mujeres marginadas social y económicamente, que encontraron en las iglesias evangélicas espacios de lo que en los últimos años se ha dado en llamar empoderamiento. En estas comunidades insertas en las mismas barriadas donde las mujeres desarrollan su vida cotidiana, conformadas por vecino(a)s con los que interactúan y se relacionan amistosa y/o familiarmente, millones de mujeres latinoamericanas han encontrado lugares de dignificación y maneras de enfrentar la miseria que las agobia a ellas y sus familias. Incluso un porcentaje significativo de estas mujeres ha visto potenciadas sus habilidades y recibido el reconocimiento que en otros espacios les eran negados sistemáticamente, llegando a ejercer liderazgos locales, regionales y nacionales. No son pocas las que han dado el paso del liderazgo eclesial hacia la participación política y el activismo social. El caso de Benedita es muestra de ello y tal vez apunte hacia un semillero de liderazgos inimaginable para los analistas políticos.

Después de militar con las comunidades eclesiales de base católicas, seguidoras de los preceptos sostenidos por la teología de la liberación, Benedita da Silva se convirtió al protestantismo a los 26 años (ahora tiene 60), en su rama pentecostal, y se afilió a las Asambleas de Dios. Si los pentecostales, como dice, le ayudaron a satisfacer sus necesidades espirituales, ella prosiguió con sus luchas reivindicatorias para obtener mejores condiciones de vida para su favela en Río de Janeiro. En su proceso formativo la Biblia fue no sólo un texto primordial para entender las llamadas cuestiones sagradas, sino también para comprender los asuntos mundanos. En sus palabras: "El Antiguo Testamento habla de un Dios que luchó por los oprimidos y en contra de la esclavitud. Habla de un Dios que valora a los seres humanos y condena cualquier intento de convertirlos en objeto de explotación y de dominación. Los puntos políticos que defiendo, como la reforma agraria, tienen un significado religioso para mí... No tuve necesidad de leer a Marx para comprender la desigualdad. La Biblia habla de leyes que reprimen a la gente, de la corrupción, de los grandes terratenientes que le roban tierra a los pobres."

La lucha política de Benedita ha sido larga y en varios frentes. Después de varias experiencias de representación en su barrio y ciudad, Da Silva llegó a una diputación federal en 1986 bajo las siglas del Partido del Trabajo. En 1994 fue senadora y en su currículum aparece que fue la primera negra en llegar a una curul en el Congreso brasileño. Su presente cargo de ministra de Acción Social es un reconocimiento a su trayectoria y a la transparencia con la que ha desempeñado los distintos cargos de elección popular que ha alcanzado. Además de tener bien claro el objetivo de cambiar el régimen político nacional causante de pobreza y opresión, Benedita da Silva encabezó junto con otras militantes del PT una lid contra la doble moral de muchos varones, que están dispuestos a realizar actos heroicos contra la injusticia social pero que no mueven un dedo para remediar las injusticias que cometen en su propia casa. Las mujeres del PT encararon a los compañeros de partido y les exigieron que cubrieran el sostenimiento económico de sus hijos. Cuenta Benedita: "Ya habíamos vetado la candidatura de algunos que querían defender los derechos de los trabajadores pero se negaban a pagar la manutención de sus hijos. Esto los enfureció, pero los obligó a confrontar sus contradicciones. ƑCómo puede confiársele a una persona la defensa de los derechos de los niños si ni siquiera puede hacerse cargo de los propios?" En su observación resuena un principio bíblico, "el que es fiel en lo poco, en lo mucho lo será".

El caso que hemos referido es el más visible, tal vez la cúspide de algo que silenciosamente se ha venido moviendo en las últimas tres décadas en los márgenes de las sociedades latinoamericanas. Un fenómeno más eficaz y profundo que otros que han contado con mayor publicidad. A esto se refirió un connotado teólogo evangélico latinoamericano cuando escribió que "mientras la teología de la liberación hizo la opción preferencial por los pobres, los pobres se convirtieron en pentecostales". No cabe duda de que la primera ha carecido de la eficacia de los segundos para insertarse en los sectores más empobrecidos de América Latina. La de Benedita no es una historia aislada, está inserta en una recomposición del protestantismo enraizado entre los más pobres de nuestras sociedades.

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