Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 29 de abril de 2003
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E S P E C T A C U L O S
.. Reforma al sistema para hacer obligatoria la enseñanza de instrumentos autóctonos

Japón busca desde las aulas rescatar su música tradicional

Las melodías occidentales siguen siendo la base de la formación en las escuelas

Es el mayor impulso a esta raíz cultural en 100 años, revela un periodista de ese país

TAKAFUMI TANAKA ESPECIAL PARA LA JORNADA

Tanto dentro como fuera, es opinión generalizada de Japón que es un país que le da gran importancia a sus tradiciones. Efectivamente, tiene capital interés por conservar las cosas viejas sin modificarlas; hablamos, por supuesto, de templos budistas y shintoístas, pero también de la cultura del deporte: sumo, judo, kendo (tipo de esgrima), etcétera, son cosas que nos enorgullecen. En otro contexto, para muchos incluso es un misterio que persista una familia imperial.

Concentrando la mirada en la música, la gagaku -tradicional de la corte imperial japonesa- cuenta con una historia de más de mil 300 años y es, de hecho, la orquesta más vieja del mundo; el noh -un tipo de teatro musical-, lleva más de 600 años representándose y es reconocido por la UNESCO como el mayor patrimonio cultural intangible.

¿Podríamos deducir entonces que muchos japoneses practican algún tipo de música tradicional? ¿Que siempre y donde quiera se puede escuchar música tradicional? Antes de contestar estas preguntas les quiero contar un acontecimiento ocurrido recientemente y que seguramente hará historia.

Comienzo de la educación musical japonesa

La revisión de planes y programas de estudio que se realiza cada 10 años determinó que a partir de abril de 2003 los alumnos en las escuelas secundarias de Japón tienen que practicar por tres años más algún instrumento musical del folclor nacional (flauta, taiko -tambor-, koto -arpa-, shamisen -guitarra de tres cuerdas-, entre otros), del mismo modo, tanto en las primarias como en las preparatorias se hizo un "acercamiento" a la "música japonesa".

Esta revisión tendrá carácter de obligatoriedad en todos los libros de texto. Con esta acción, nuestra música tradicional volverá a ver la luz después de más de 100 años, desde la "educación musical" de la era del Meiji. En ella se habla de "aprecio por la música tradicional", pero en la realidad lo limita a unas pocas horas en las que se permite a los alumnos rozar apenas los instrumentos tradicionales japoneses: la música occidental sigue siendo la base de su formación.

Para empezar, los mismos maestros desconocen la música tradicional japonesa; luego, no se ha considerado en el presupuesto escolar la adquisición de instrumentos y, para finalizar, se imparten cursos de capacitación patrocinados por el Estado y patronatos pro música tradicional destinados al maestro. Pero, por el momento, no queda más remedio que depender de la buena voluntad de los especialistas de cada localidad.

En realidad hay que empezar por cambiar la formación de los profesores desde la universidad; lo que sí queda claro es que las reformas no se introdujeron debido a que la música tradicional tuviera mucha popularidad: por el contrario, se dan a raíz de la conciencia del riesgo de la pérdida de identidad.

Cruzando la barrera de las palabras, funcionarios, hombres de negocios y músicos japoneses que van al extranjero, al ser interrogados sobre su arte, se dan cuenta de que no pueden contestar. Yendo más allá, yo me pregunto: ¿cuántos japoneses habrá que hayan presenciado una representación de su música tradicional, incluida gagaku, noh, kabuki, etcétera? Más aún, si hablamos de quienes lo ejecutan, la cifra no llega ni a uno por ciento de la población.

La música por la que se conoce Japón: pop, enka, clásica, no es tradicional; el piano y la guitarra son los instrumentos comunes... Me preguntaba más arriba: "¿Muchos japoneses practican algún tipo de música tradicional?" La respuesta es no.

El gobierno del periodo Meiji derroca al shogunato de Estado en 1867 y abre puertas al extranjero; se inicia con ello un movimiento tendente a alcanzar y a sobrepasar el desarrollo de los países americanos y europeos. En este contexto, la educación musical se establece tomando como base la europea; así, todo lo que sonara a música tradicional fue excluido de los libros de texto. Sin embargo, esto no implica que la música tradicional haya desaparecido: si bien es un hecho que en los primeros años del Meiji, al suprimirse las instituciones que hasta el momento protegían la continuidad del folclor, la gente dedicada a él se queda sin hogar por propia iniciativa, se agrupa y desarrolla diversas escuelas en las cuales logran asegurar su supervivencia.

En este ajuste, la música tradicional se libera de la condición social a la que había estado sometida, lo cual provoca entre otras cosas, una efervescencia de compositores que en los albores del siglo XX fusionan su música con la occidental; se popularizan en especial el koto (arpa) y el shakuhachi (flauta).

En los teatros de revista y salones proliferan las onna-guidayuu, baladistas que cobran popularidad haciéndose acompañar por el shamisen (guitarra de tres cuerdas). Cuando la radio se convierte en medio de diversión común de los hogares japoneses, se ponen de moda los rookyoku, especie de comedia, actuada y cantada.

Con la derrota de Japón durante la Segunda Guerra Mundial, en 1945,la música estadunidense se instala en el gusto popular, y la tradicional es rechazada y minimizada.

Es alrededor de 1970, con el boom económico, cuando se revalora el sentimiento japonés y con él resurge la música tradicional (resurge es un decir, pues no existe comparación con la popularidad de la música pop, enka o clásica; dicho sea de paso, hace 10 años, en 1992, el Ministerio de Comercio e Industria Internacional realizó una investigación sobre la población aficionada a la música tradicional y encontró que, de una población de 120 millones de habitantes, hay 300 mil aficionados al koto, 100 mil al nagauta, 60 mil al shakuhachi, y de unos miles a unos cientos, a otros géneros).

November steps, del compositor Tooru Takemitsu, fue un brillante doble concierto de shakuhachi y biwa (laúd), que unió la música clásica y la tradicional, pero cuyo vigor se extinguió poco a poco; a finales de los ochenta, el encumbramiento del karaoke y la diversificación de los pasatiempos, entre otras cosas, provocan que la población de aficionados a la música tradicional japonesa disminuyera notablemente y éste pasara por su peor temporada.

Sin embargo, a principios de los noventas se produce un boom mundial del movimiento étnico: empezando por la comida y la ropa, a continuación también cubre la música; al principio se revalora la música folclórica; a partir de ello, y subiéndose al auge de la world music, se pone en los primeros lugares la música original, usando instrumentos tradicionales.

Pronto estos instrumentos tradicionales invaden también al rock y al pop; quedaba claro que este sector de músicos encontró en los instrumentos tradicionales el camino que estaba buscando.

El shamisen de Tsugaru, el gran rompimiento

En este momento en Japón está en ebullición, al norte, la música del shamisen de Tsugaru, y al sur, la música de Okinawa. Ninguna de las dos es en sí tradicional; son música que tiene al folclor minyoo como base. Tsugaru shamisen en sus orígenes fue un género de acompañamiento al minyo de la región de Tsugaru, del que, en los sesentas, Chikuzan Takahashi toma el preludio y nos lo deja escuchar como música instrumental. Su atractivo es un ritmo con efecto de golpe y timbre agudo.

Más de 90 por ciento de las canciones de este nuevo género son creadas en un concurso de improvisaciones, que han sido también un éxito. Otro aspecto que lo diferencia de otras manifestaciones de música tradicional es que el campeón de estos concursos es siempre un joven de alrededor de 20 años.

Actualmente los cuatro autores que encabezan este rompimiento son los hermanos Ryoichiro y Ken-ichi Yoshida, Hiromitsu Agatsuma y Shin-ichi Kinoshita. Si dan un concierto, los boletos se agotan en un abrir y cerrar de ojos; periódicos, revistas, televisión y radio se los pelean. Entre los dos cidís de los hermanos Yoshida se dice que han vendido 200 mil unidades, lo cual es algo insólito. La única live house especializada en música tradicional en el país fue inaugurada por nuestra compañía hace tres años, y ahora empieza a marchar sobre ruedas.

Por fin, en este siglo XXI, la música tradicional, apoyada en las reformas educativas, tiende a recuperar el lugar que le corresponde; estoy seguro de que en adelante batirá sus alas fuertemente, elevándose entre limitaciones y libertad, entre folclor e imaginación.

Jefe de redacción del
Hougaku Journal

(Traducción: Laura Mendoza)

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