Reforma al sistema para hacer obligatoria la
enseñanza de instrumentos autóctonos
Japón busca desde las aulas rescatar su música
tradicional
Las melodías occidentales siguen siendo la base
de la formación en las escuelas
Es el mayor impulso a esta raíz cultural en 100
años, revela un periodista de ese país
TAKAFUMI TANAKA ESPECIAL PARA LA JORNADA
Tanto dentro como fuera, es opinión generalizada
de Japón que es un país que le da gran importancia a sus
tradiciones. Efectivamente, tiene capital interés por conservar
las cosas viejas sin modificarlas; hablamos, por supuesto, de templos budistas
y shintoístas, pero también de la cultura del deporte: sumo,
judo, kendo (tipo de esgrima), etcétera, son cosas que nos enorgullecen.
En otro contexto, para muchos incluso es un misterio que persista una familia
imperial.
Concentrando la mirada en la música, la gagaku
-tradicional de la corte imperial japonesa- cuenta con una historia de
más de mil 300 años y es, de hecho, la orquesta más
vieja del mundo; el noh -un tipo de teatro musical-, lleva más de
600 años representándose y es reconocido por la UNESCO como
el mayor patrimonio cultural intangible.
¿Podríamos deducir entonces que muchos japoneses
practican algún tipo de música tradicional? ¿Que siempre
y donde quiera se puede escuchar música tradicional? Antes de contestar
estas preguntas les quiero contar un acontecimiento ocurrido recientemente
y que seguramente hará historia.
Comienzo de la educación musical japonesa
La
revisión de planes y programas de estudio que se realiza cada 10
años determinó que a partir de abril de 2003 los alumnos
en las escuelas secundarias de Japón tienen que practicar por tres
años más algún instrumento musical del folclor nacional
(flauta, taiko -tambor-, koto -arpa-, shamisen -guitarra de tres cuerdas-,
entre otros), del mismo modo, tanto en las primarias como en las preparatorias
se hizo un "acercamiento" a la "música japonesa".
Esta revisión tendrá carácter de
obligatoriedad en todos los libros de texto. Con esta acción, nuestra
música tradicional volverá a ver la luz después de
más de 100 años, desde la "educación musical" de la
era del Meiji. En ella se habla de "aprecio por la música tradicional",
pero en la realidad lo limita a unas pocas horas en las que se permite
a los alumnos rozar apenas los instrumentos tradicionales japoneses: la
música occidental sigue siendo la base de su formación.
Para empezar, los mismos maestros desconocen la música
tradicional japonesa; luego, no se ha considerado en el presupuesto escolar
la adquisición de instrumentos y, para finalizar, se imparten cursos
de capacitación patrocinados por el Estado y patronatos pro música
tradicional destinados al maestro. Pero, por el momento, no queda más
remedio que depender de la buena voluntad de los especialistas de cada
localidad.
En realidad hay que empezar por cambiar la formación
de los profesores desde la universidad; lo que sí queda claro es
que las reformas no se introdujeron debido a que la música tradicional
tuviera mucha popularidad: por el contrario, se dan a raíz de la
conciencia del riesgo de la pérdida de identidad.
Cruzando la barrera de las palabras, funcionarios, hombres
de negocios y músicos japoneses que van al extranjero, al ser interrogados
sobre su arte, se dan cuenta de que no pueden contestar. Yendo más
allá, yo me pregunto: ¿cuántos japoneses habrá
que hayan presenciado una representación de su música tradicional,
incluida gagaku, noh, kabuki, etcétera? Más aún, si
hablamos de quienes lo ejecutan, la cifra no llega ni a uno por ciento
de la población.
La música por la que se conoce Japón: pop,
enka, clásica, no es tradicional; el piano y la guitarra son los
instrumentos comunes... Me preguntaba más arriba: "¿Muchos
japoneses practican algún tipo de música tradicional?" La
respuesta es no.
El gobierno del periodo Meiji derroca al shogunato de
Estado en 1867 y abre puertas al extranjero; se inicia con ello un movimiento
tendente a alcanzar y a sobrepasar el desarrollo de los países americanos
y europeos. En este contexto, la educación musical se establece
tomando como base la europea; así, todo lo que sonara a música
tradicional fue excluido de los libros de texto. Sin embargo, esto no implica
que la música tradicional haya desaparecido: si bien es un hecho
que en los primeros años del Meiji, al suprimirse las instituciones
que hasta el momento protegían la continuidad del folclor, la gente
dedicada a él se queda sin hogar por propia iniciativa, se agrupa
y desarrolla diversas escuelas en las cuales logran asegurar su supervivencia.
En este ajuste, la música tradicional se libera
de la condición social a la que había estado sometida, lo
cual provoca entre otras cosas, una efervescencia de compositores que en
los albores del siglo XX fusionan su música con la occidental; se
popularizan en especial el koto (arpa) y el shakuhachi (flauta).
En los teatros de revista y salones proliferan las onna-guidayuu,
baladistas que cobran popularidad haciéndose acompañar por
el shamisen (guitarra de tres cuerdas). Cuando la radio se convierte en
medio de diversión común de los hogares japoneses, se ponen
de moda los rookyoku, especie de comedia, actuada y cantada.
Con la derrota de Japón durante la Segunda Guerra
Mundial, en 1945,la música estadunidense se instala en el gusto
popular, y la tradicional es rechazada y minimizada.
Es alrededor de 1970, con el boom económico,
cuando se revalora el sentimiento japonés y con él resurge
la música tradicional (resurge es un decir, pues no existe comparación
con la popularidad de la música pop, enka o clásica; dicho
sea de paso, hace 10 años, en 1992, el Ministerio de Comercio e
Industria Internacional realizó una investigación sobre la
población aficionada a la música tradicional y encontró
que, de una población de 120 millones de habitantes, hay 300 mil
aficionados al koto, 100 mil al nagauta, 60 mil al shakuhachi, y de unos
miles a unos cientos, a otros géneros).
November steps, del compositor Tooru Takemitsu,
fue un brillante doble concierto de shakuhachi y biwa (laúd), que
unió la música clásica y la tradicional, pero cuyo
vigor se extinguió poco a poco; a finales de los ochenta, el encumbramiento
del karaoke y la diversificación de los pasatiempos, entre
otras cosas, provocan que la población de aficionados a la música
tradicional japonesa disminuyera notablemente y éste pasara por
su peor temporada.
Sin embargo, a principios de los noventas se produce un
boom mundial del movimiento étnico: empezando por la comida
y la ropa, a continuación también cubre la música;
al principio se revalora la música folclórica; a partir de
ello, y subiéndose al auge de la world music, se pone en
los primeros lugares la música original, usando instrumentos tradicionales.
Pronto estos instrumentos tradicionales invaden también
al rock y al pop; quedaba claro que este sector de músicos encontró
en los instrumentos tradicionales el camino que estaba buscando.
El shamisen de Tsugaru, el gran rompimiento
En este momento en Japón está en ebullición,
al norte, la música del shamisen de Tsugaru, y al sur, la música
de Okinawa. Ninguna de las dos es en sí tradicional; son música
que tiene al folclor minyoo como base. Tsugaru shamisen en sus orígenes
fue un género de acompañamiento al minyo de la región
de Tsugaru, del que, en los sesentas, Chikuzan Takahashi toma el preludio
y nos lo deja escuchar como música instrumental. Su atractivo es
un ritmo con efecto de golpe y timbre agudo.
Más de 90 por ciento de las canciones de este nuevo
género son creadas en un concurso de improvisaciones, que han sido
también un éxito. Otro aspecto que lo diferencia de otras
manifestaciones de música tradicional es que el campeón de
estos concursos es siempre un joven de alrededor de 20 años.
Actualmente los cuatro autores que encabezan este rompimiento
son los hermanos Ryoichiro y Ken-ichi Yoshida, Hiromitsu Agatsuma y Shin-ichi
Kinoshita. Si dan un concierto, los boletos se agotan en un abrir y cerrar
de ojos; periódicos, revistas, televisión y radio se los
pelean. Entre los dos cidís de los hermanos Yoshida se dice
que han vendido 200 mil unidades, lo cual es algo insólito. La única
live house especializada en música tradicional en el país
fue inaugurada por nuestra compañía hace tres años,
y ahora empieza a marchar sobre ruedas.
Por fin, en este siglo XXI, la música tradicional,
apoyada en las reformas educativas, tiende a recuperar el lugar que le
corresponde; estoy seguro de que en adelante batirá sus alas fuertemente,
elevándose entre limitaciones y libertad, entre folclor e imaginación.
Jefe de redacción del
Hougaku Journal
(Traducción: Laura Mendoza)
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