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El escritor Manuel Rivas habla de la tragedia
del Prestige y la guerra contra Irak
Cinismo, ideología que impone la ''usurpación
de la democracia''
Ambos hechos confirman que el sistema político
busca reinstaurar el ''despotismo ilustrado''
El electrón de su escritura se activó
por la ''necesidad de trabajar con palabras heridas''
ARMANDO G. TEJEDA ENVIADO
La Coruña. Manuel Rivas conoció desde
muy pequeño lo que él llama ''la clandestinidad de la literatura":
ese momento solitario en el que, mientras escribía, escuchaba las
historias de su pueblo natal, Galicia, mediante el primer libro que leyó
en su vida: ''la memoria viva" de su madre.
Sus poemas, sus cuentos y sus novelas son como historias
contadas de viva voz por las generaciones que vivieron -y viven- la historia
aciaga de esta tierra: la Guerra Civil española (1936-1939), que
le inspiró muerte, exilio y silencio; la posguerra, que lo hizo
sucumbir ante la emigración y el miedo; y la época actual,
plagada de desastres ecológicos, como el del Prestige, y
de guerras como la que vivimos en Irak. Hechos que confirman, a su juicio,
''la usurpación de la democracia" por un sistema político
que pretende reinstaurar un ''despotismo ilustrado", idéntico al
que existía hace siglos en plena Edad Media.
Canto literario y libertario
En
Galicia, Manuel Rivas (A Coruña, 1957) es como la voz emancipadora
de los tragos amargos de su historia, del sarcasmo ''cervantino" de un
pueblo empeñado desde hace siglos en encontrar su ''esencia" o ''destino"
en la adversidad de la catástrofe y la represión. El
autor de El lápiz del carpintero y En salvaje compañía,
entre muchas otras obras, siente que la contaminación de las playas,
costas e islas gallegas por el hundimiento del buque petrolero ''contaminó
también nuestras almas". En entrevista con La Jornada, días
antes del comienzo de los bombardeos contra Irak, Manuel Rivas habló
de emigrantes, fusilados y perseguidos; pájaros que cantan al amanecer,
que se postran en las rocas donde el mar rompe con violencia. De ahí
surge su canto literario y libertario, que también es tradición
y memoria.
-Su obra está plagada de referencias e historias
de la Guerra Civil española. ¿Por qué le duele tanto
ese trágico hecho?
-Lo intenté contar en El lápiz del carpintero
y en La lengua de las mariposas, pero también en otras obras,
porque en Galicia esto que llamamos de forma inexacta Guerra Civil aquí
sí que se encuentra una palabra precisa para definir aquello: fue
una cacería humana, puesto que aquí no hubo ni un
solo muerto por parte de los golpistas y sí hubo miles de muertos
y exiliados y centenares de miles de gentes que sufrieron prisión.
Por eso se hace especialmente tensa esa especie de llamada histórica,
que se plantea casi como una obligación moral y una exigencia, porque
fue una auténtica cacería humana que duró muchos
años.
Memoria amputada
''Dos semanas después de ser aprobado el estatuto
de autonomía, en junio de 1936, en medio del júbilo, se produjo
ese terrible giro, ese seísmo que destrozó la vida de las
personas. Y ese escenario también es espacio mítico, es de
esos momentos en los que al parecer todo queda suspendido, congelado; es
como si viéramos ahí un lienzo decisivo sobre la condición
humana.''
-Aunque vivió los primeros 20 años de su
vida en la dictadura, ¿cree que eso marcó de alguna manera
su vocación de escritor?
-Tenía 17 años cuando murió Franco,
pero seguramente me gustaría pensar que hubiera sido escritor en
otras circunstancias. No lo sabemos, eso es hacer ciencia ficción;
pero lo que sí creo es que esas circunstancias históricas
activaron, aceleraron y liberaron el electrón que podía haber
ahí de vocación literaria, que a veces puede permanecer dormido
para siempre. En mi caso se activó porque había una necesidad
de trabajar con palabras heridas, era algo que formaba parte del ambiente
y de una lucha. Había una memoria amputada que no se podía
contar y lo que recuerdo, después de tantos años de guerra,
es una atmósfera de miedo.
''De hecho uno de los primeros poemas que hice, que se
llama El pan negro, era un escrito contra el miedo y estaba dedicado
a mis abuelos. Todo eso fue un proceso de descubrimiento que no se personaliza,
sino que se ve y ayuda a esa indagación creativa, a entender muchas
cosas que pasan en el mundo, a preguntarse sobre el sufrimiento en otros
pueblos, en otras épocas y, al mismo tiempo, a cuestionarse la idea
de historia como una especie de progreso; esa idea de una historia que
asciende, pero que se advierte que podríamos hablar más bien
de la historia como una sucesión de disparates y barbaridades.
''Dice un poema de Jaime Gil de Biedma que de las historias
más tristes es la historia de España. Es un pueblo que ha
tenido gente tan valiosa en su ilustración y una cultura popular
tan rica, pero que también tiene un lado muy autoritario que se
impone en el catolicismo de la Contrarreforma. En España siempre
ha habido esa dimensión del claroscuro que aparece en Goya; mientras
existe esa España rígida, de tinieblas, oscura y fanática,
al mismo tiempo hay otra España que vuela y que tiene una memoria
libertaria que nunca se perdió.''
-El hecho de estar ante la hoja de papel, su pluma y su
propia inspiración y dolor ¿era también un ejercicio
de libertad en aquellos años de oscurantismo?
-Claro, pues siempre encontré en la literatura
un territorio, una geografía rexistente. Hay dos palabras
muy parecidas: una es resistir; pero hay otra que es común
y que tiene valor añadido, que es rexistir, y quiere decir
que incluso en una situación límite, como las dictaduras
o la extrema necesidad de la pobreza, posiblemente existe mejor la dignidad
humana, porque es como si se construyeran nuevos espacios. Igual que hacen
en las chabolas, las favelas o los ranchitos. Por eso creo
que la escritura es también una arquitectura provisoria: cultura
povera, arte povera, que protege del frío, de la lluvia
y de la humedad.
Menosprecio por el relato colectivo
-Cuando se expresa que su literatura es como un ''realismo
mágico" propio de Galicia, ¿qué piensa al respecto?
-Pienso que desde luego hay obras que se sitúan
dentro del realismo mágico, que es una literatura extraordinaria,
pero para mi escritura es clave la figura de Juan Rulfo, que es como un
big bang que precede a la generación de Gabriel García
Márquez, Alejo Carpentier, Carlos Fuentes, etcétera... Lo
que rebela un poco contra esa etiqueta del realismo mágico,
que también para literatura latinoamericana acaba por ser una etiqueta
negativa, es que hay, en esas palabras, cierta visión imperialista.
''Por una parte está el realismo; pero qué
es realismo, pues no sé qué tiene que ver el realismo de
Honorato de Balzac con el realismo naturalista de Emilio Zolá o
con el que viene después, en el siglo XX. Son realidades distintas
y desde luego no creo que se pueda hacer una especie de visión y
canon esquizofrénicos. ¿Acaso Kafka no es realista? ¿Es
imaginable una obra más realista que La metamorfosis? Entonces
hay que cuestionar eso, porque es una forma de que nos disequen y de que
nos coloquen en la antología o en la etnografía más
que en la literatura; que digan: ¡mira qué pueblos tan curiosos
y tan exóticos!, ¡mira qué cosas les pasan!
''Pienso
que cada uno tiene su propio canon literario y que la cuestión está
en que cada tiempo tiene su forma de expresión; desde luego siempre
pienso en Juan Rulfo, Juan Carlos Onetti, Miguel Torga, John Berger, Italo
Calvino o Alvaro Cunqueiro, cuando intento definir el canon de mis lecturas
y de mi escritura.''
-El hundimiento del buque Prestige parece estar
muy relacionado con un sentimiento colectivo de vergüenza, que podría
calificarse de indignación, rabia, desazón.
-Primero que nada, creo que hubo un instinto de supervivencia
que se convirtió en demostración de inteligencia, porque
ese barco que se hundió iba cargado de hidrocarburo o chapapote
de muy mala calidad, pero también iba cargado de significados. Eso
se convirtió en metáfora de muchísimas cosas y la
primera de ellas fue una gran lección para el mundo: era la demostración
de cómo una simple operación especulativa y mercantil, que
se resuelve seguramente en tres llamadas telefónicas, puede poner
en peligro un paraje excepcional y la forma de vida de miles de personas,
en este caso miles de gallegos. Y simplemente porque es un negocio de un
capitalismo impaciente. Eso se produce en un mundo en el que lo único
que importa de verdad es el individualismo, en el que hay un menosprecio
de lo que llamamos, en literatura, el relato colectivo.
''El hundimiento del Prestige va cargado de significado
porque la contaminación la notamos también en el interior
del cuerpo, en el lenguaje. Por eso creo que también es una metáfora
que tiene interés universal, planetario y que se reflejó
en uno de las movilizaciones más importantes que provocó
la catástrofe; fue el día de los Santos Inocentes, en el
que hicimos el funeral del mar en toda la playa de A Coruña, que
se llenó de cruces de distintos tamaños y en el que miles
de personas desfilaron en procesión cantando y enterrando sus cruces
en la arena contaminada. Era una procesión de humor y de ironía,
y por eso me gusta mucho la expresión de que eso fue la revolución
de los inocentes.''
El discurso del no pasa nada
-¿Y esa revolución adónde va?
-Creo que queda ahí el paso de todos hacia un cambio
vital, a una conciencia que debemos compartir en la que busquemos un relato
común aunque cada uno viva sus propios días. Nadie va a defender,
sino el propio pueblo, lo que es su casa; ese mar que parece que no es
de nadie. Son muchas las conclusiones que hemos ido sacando, pero fundamentalmente
destacaría esa idea de tener la necesidad de compartir un relato
común y de saber que la gente es mucho mejor de lo que nos lo quieren
hacer saber; que hay muchas más personas en el mundo que desean
cambiar las cosas y que están en contra de la indiferencia y del
cinismo, pues si hay alguna ideología en estos momentos para el
poder político es precisamente la del cinismo.
''Pero no es el cinismo de Diógenes, sino es de
otro tipo; el que repite sin cesar que es mejor que estés en casa,
que erijas un muro muy alto y que, en definitiva, desconfíes de
todo, especialmente de los jóvenes y de los parados (desempleados).
O, como diríamos en un lapsus, que te vayas cagando en tu propia
fosa.
''Pero en vez de nadar en la abundancia en la que nos
hacen creer, nadamos en lo ambulante y hay muchos que quieren cambiar lo
que nos dicen y que no comparten ese cinismo de que todo da igual menos
mi cuenta corriente. ¡Pues no, no todo da igual y además tu
cuenta corriente no vale para nada si viene un barco y te enmierda tu casa!''
-Esa respuesta social contra el cinismo parece cada vez
más colectiva y activa, que también se ve ahora en la guerra
contra Irak y la respuesta del pueblo español, que ha demostrado,
entre otras cosas, que todavía tiene abierta la herida de la Guerra
Civil.
-Hay una sensación de gran perplejidad en las personas,
que piensan: qué se nos ha perdido ahí (en Irak) y sobre
todo de esta forma. Eso también ha hecho que muchos se den cuenta
de que ese discurso cínico del poder político, del no
pasa nada, es una ceremonia, un ritual o una puesta en escena que a
lo mejor en el día a día no les afecta mucho y lo dejan pasar.
Pero cuando se producen estas situaciones límite -como el hundimiento
del Prestige o la guerra contra Irak- es cuando la gente se inquieta
y piensa que la llevan hacia una ruta que no quiere ir. Esa variante de
la idea que había de la democracia, aquella del ''gobierno del pueblo
y para el pueblo'', pareciera que está cambiando por otra variante,
la del despotismo ilustrado, que dice ''todo para el pueblo, pero
sin el pueblo".
''Un ejemplo, ahora en España hay un gobierno 'popular'
(en referencia al Partido Popular de José María Aznar) que
está contra el pueblo y esa es la gran cuestión hoy día.
Tenemos que presionar a los países con democracia formal para resolver
el grave problema en el que estamos metidos: que es la usurpación
de la democracia, la sustracción, el robo. Eso se produce por medio
del lenguaje y de la comunicación, por eso para mí es de
enorme importancia trabajar con las palabras, por lo que rubricaría
con la idea de Albert Camus, quien expresó:
''Yo me daría por satisfecho si consigo salvar
o significar una palabra."
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