Margo Glantz
La guerra de las palabras
Se acaba de inaugurar una segunda casa refugio en México para escritores perseguidos, dependiente del Parlamento europeo, gracias a la actividad inagotable y pionera de Philippe Ollé-Laprune y al apoyo que le ha brindado el gobierno del estado de Puebla, por conducto de Pedro Angel Palou, secretario de Cultura, conocido novelista, investigador, profesor y ahora imaginativo funcionario. Philippe lleva viviendo entre nosotros cerca de nueve años, primero como funcionario de la embajada francesa y desde hace cuatro como director de la primera casa refugio instalada en México, situada en la calle de Citlaltépetl, sede cultural indispensable.
Cuando Philippe concluyó su labor como diplomático, en lugar de trasladarse a otro puesto o regresar a Francia decidió quedarse entre nosotros y aceptar la proposición que le hizo el Parlamento europeo, por medio de su director, Christian Salmon, y poner en marcha, con la elegancia y sabiduría que lo caracterizan, la primera casa refugio en un local que fue proporcionado por el Gobierno del Distrito Federal cuando era jefe de Gobierno Cuauhtémoc Cárdenas, con un consejo asesor formado por los escritores Alvaro Mutis, Sergio Pitol, Carlos Monsiváis, Carmen Boullosa, José Emilio Pacheco, Ignacio Solares, Juan Villoro, Bárbara Jacobs y Tito Monterroso (recientemente fallecido), recinto que sigue funcionando gracias al apoyo del gobierno capitalino y de su titular Andrés Manuel López Obrador, por conducto la Secretaría de Cultura a cargo de Enrique Semo.
Para inaugurar esa nueva casa, Philippe realizó una hazaña sin precedentes: consiguió que viniera Wole Soyinka, hombre corpulento, casi un gigante, aunque mida apenas 1.75 m, cuya cabellera desbordada y blanca subraya con eficacia su rostro en el que destacan unos ojos vivos y tenaces, la barbilla alborotada y los bigotes entrecanos. Es un gran escritor y, cuando habla, su rostro es el de un profeta, quizá Isaías, por la sobriedad e inteligencia de sus propósitos. (Mis amigos José Manuel Prieto y Mario Bellatin, quienes formaban parte de la comitiva que se trasladó a la ciudad de Puebla para inaugurar la segunda casa refugio, me aseguran que podría ser un buen partido para mí: ambos (Soyinka y yo) hemos llegado a una edad avanzada con bastantes bríos y cierta prestancia, toute proportion gardée. Que más quisiera yo...)
En su discurso en Bellas Artes, Soyinka se refirió a los últimos acontecimientos mundiales y pidió pasar de la denuncia retórica (desgraciadamente presente tanto en los halcones como en los pacifistas) a estrategias más concretas y concertadas: ''La moral sólo se puede ejercitar bajo una condición de libertad. La moralidad es, en su manifestación elemental, una elección, una construcción vital en una sociedad de robots. El poder promueve la seducción que atenúa el imperativo moral, liberando al ciudadano indolente del esfuerzo arduo de elegir. Nunca de buena fe, sino para atraer la mente colectiva y anestesiarla. Es deber de la libertad resistir aún más y desarrollar estrategias para infundir en la gente el principio de escepticismo y crítica: el restablecimiento de la mente como un hábitat de la libertad (La Jornada, 4/04/03).''
En ese mismo sentido, en su reciente visita a esta capital y apoyado en el gran conocimiento que tiene del mundo árabe, el escritor español Juan Goytisolo (quien también estuvo el año pasado en la casa refugio del Distrito Federal), advirtió que en el mundo hay una gran confusión, un fácil maniqueísmo, en el que se suele caer aunque se trate de un discurso pacifista: ''No es lo mismo ser musulmán que islamista o de un grupo terrorista como el de Bin Laden; tampoco ser judío que israelí o partidario de Sharon. Son cosas distintas y debemos evitar la amalgama".
Pues bien, esos núcleos minúsculos, lugares de refugio, donde pueden vivir libremente los escritores y artistas perseguidos de muchos países del mundo -demasiados, por desgracia; ya quedan muy pocos donde se pueda ejercer plenamente la libertad de pensar-, permiten reflexionar sobre el lenguaje, trabajo cada vez más apremiante en esta guerra en la que el discurso políticamente correcto, tan arduamente construido durante los 15 años anteriores en Estados Unidos, acaba obnubilando cada vez más a quienes los practican. ƑNo se ha utilizado de manera ridícula pero eficaz dentro de su país en esta guerra de palabras? Baste el ejemplo de las famosas french fries (ahora convertidas más bien en las McDonald's Fries) rebautizadas como Liberty fries para condenar todo lo que huela a producto francés, lo pegajoso, lo maloliente, lo asqueroso por antonomasia, anatema que lleva ya varios años de haberse lanzado, primero en contra de sus intelectuales y sus artistas y ahora en contra de sus productos artesanales más representativos.
Sí, es necesario reflexionar sobre el sentido de las palabras, trabajo que les está encomendado a los escritores, muchas veces perseguidos por dedicarse a ello. Y las palabras, durante esta guerra emprendida para conseguir ''liberar a un pueblo dominado por un tirano", siguiendo un impulso ''humanitario", y emprendida contra ''el eje del mal" para producir ''conmoción y espanto", tienen cada vez más un significado letal: equivale al de las bombas de racimo.