Paisajes interiores de Beatriz Ezban
Después de cursar cuatro semestres en la Facultad de Filosofía y Letras de la unam (1975-1976), Beatriz Ezban comprendió que lo suyo eran las artes plásticas y se fue a Los Ángeles, California, a seguir cursos universitarios de dibujo y pensamiento visual. Regresó y se inscribió en la Escuela Nacional de Artes Plásticas (1977-1979). Entendió que necesitaba un maestro provocador, no ortodoxo, y frecuentó el taller de Gilberto Aceves Navarro (1978-1980). Para ampliar horizontes y experiencias viajó de manera intermitente por Nueva York, París, Holanda, España, Islandia, Noruega, Irlanda, Inglaterra, Canadá e Italia (1984-1999). En 1997 frecuentó en la enap el taller de obra tridimensional en fibras naturales, y en 1999 siguió un curso de arte virtual en tercera dimensión. En su entrega empeñosa Beatriz Ezban ha buscado constante y sistemáticamente la confrontación; en consecuencia, entre 1975 y 2002 ha participado en ochenta y dos muestras colectivas en México, Argentina, Hong Kong, Islandia, Estados Unidos. A partir de 1985 ha presentado veinticinco exposiciones individuales, de dibujo o pintura, en México, Islandia, Irlanda, Noruega, Canadá, España, Estados Unidos, la última de ellas en la galería Landucci Arte, en el df, a fines de 2002. La mayoría de esas exposiciones han tenido títulos que han definido tanto el carácter de la obra como los estados de ánimo de su autora: El retorno, Huelga nacional de ermitaños, Pincel solo, Prohibido soñar, Del cielo a la tierra, Otro, Eras hecha de trigo, De hábitos imprudentes, Bajo la influencia del paisaje islandés, Retorno a Islandia, El cuerpo del color, El retorno de los ermitaños urbanos, La mística del paisaje abstracto, Shoot!, Homenaje a Umberto Eco, Corteza, Di-soluciones, Vértigos. En algunas series Beatriz Ezban ha utilizado variedades cromáticas para celebrar, de manera poética, el deseo de acceder a jardines paradisiacos. Pero en sus obras más recientes los colores festivos han desaparecido para dar lugar a sagas de blancos impuros e impuros azules. Impuros porque debajo de los azules (cobalto, ultramar, añil y otros) hay una trama de verdes, grises, amarillos, blancos, magentas... que no combaten con el color predominante sino que asoman para enriquecer el poema visual. Los blancos se extienden en telas imprimadas en tonos obscuros, y son grises en tonalidades diversas los que comparten el protagonismo visible del hecho plástico, a la vez que anulan cualquier monotonía blanquecina, sin aquietar una dinámica que en casi todas las piezas origina sentidos no argumentales, como pudo constatarse en la exhibición que desde noviembre de 2002 presentó en Landucci Arte.
En la saga de los blancos (acompañadas de grises y cerúleos), Ezban ha dejado fluir su fantasía en formas más definidas, aunque igualmente descorporizadas pero orgánicas. Diseños formales de huellas, caídas, procesiones, vacíos, nudos de luz, refugios, reflejos, desplazamiento de lo obscuro, inventados para simbolizar estados de ánimo, en un impulso estético similar al de los surrealistas abstractos cuando confiaban en los automatismos gestuales y topográficos. Aquí los instrumentos para extender la materia plástica han sido utilizados con cadencias diferentes. Hay menos ondulaciones, las diagonales son suaves, casi no se observan cruzamientos, la luz es más pareja, los trazos lineales más representativos, sobre todo cuando son concéntricos. En los cuadros de la serie vértigos se perciben metafóricas pulsaciones cósmicas, contenidos heterogéneos, cargas de melancolía producidas seguramente por la indeterminación de las apariencias. Se plantea un sistema para distanciarse de la naturaleza sin despreciarla, rescatando sus propiedades trascendentes en un acto de reflexión intemporal. Beatriz Ezban, en su ya largo ejercicio
estético, aprendió que las combinaciones plásticas
son inagotables, y que esta multiplicidad se enriquece cuando
el artista no busca una lógica habitual ni obedece a modalidades
fugaces.
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