VIENTOS DE GUERRA
Reagan dio ayuda a Bagdad para desarrollar armas
biológicas: ex funcionarios
EU apoyó y derrocó a dictadores iraquíes
desde los 50, revelan documentos oficiales
Entre los miembros del partido Baaz que trabajaban con
la CIA figuraba Saddam Hussein
DAVID BROOKS Y JIM CASON CORRESPONSALES
Nueva York y Washington, 13 de marzo. El presidente
George W. Bush ha reiterado insistentemente que Estados Unidos no tiene
intención alguna de mantener el control de Irak después de
derrocar al presidente Saddam Hussein, sino instalar un gobierno democrático
y pluralista para sustituir al dictador que ha gobernado con represión
y brutalidad durante décadas.
Pero la historia de la relación de Estados Unidos
con Irak tiene poco que ver con la promoción de la democracia, aunque
sí con "cambios de régimen".
Recientemente
documentos oficiales an-tes secretos y las declaraciones de varios ex funcionarios
estadunidenses han confirmado que Estados Unidos ha apoyado a dictadores
militares iraquíes desde los años 50, y derrocado sus regímenes
cuando estos ya no eran útiles a los intereses de Washington.
El presidente Dwight D. Eisenhower apo-yó primero
al general Abdel Karim Kassem, después de que éste realizó
un sangriento golpe de Estado para derrocar a un monarca pro occidental
en 1958.
Pero cuando Kassem empezó a desafiar la política
estadunidense, Washington armó un complot para derrocarlo con el
apoyo de Gran Bretaña, según recuerda Roger Mo-rris, funcionario
del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca en los años
60.
En ese entonces, Francia y Alemania se opusieron abiertamente
a los esfuerzos de Estados Unidos en Irak.
En un artículo publicado este viernes en el diario
New York Times, Morris sostiene que la CIA envió a Kassem
un pañuelo envenenado, pero como otros tantos atentados parecidos
contra Fidel Castro y algunos más, no funcionó.
Entonces, agentes estadunidenses empezaron a trabajar
con opositores de Kassem en países árabes y establecieron
una base para operaciones militares encubierta en Kuwait. Estados Unidos
seleccionó al partido Baaz como instrumento para el golpe.
"Según el ex líder baazista Hani Fkaiki,
entre los miembros del partido que trabajaban con la CIA en 1962 y 1963
estaba Saddam Hussein, entonces de 25 años de edad, que había
huido a El Cairo después de participar en el fallido asesinato de
Kassem en 1958", escribe Morris. Los complotadores tuvieron éxito
en 1963 e inmediatamente ejecutaron a Kassem.
"Utilizando una lista de sospechosos comunistas y otros
izquierdistas proporcionada por la CIA, los baazistas asesinaron sistemáticamente
a números incontables de la elite educada de Irak, asesinatos en
los que se dice que el propio Saddam Hussein participó", afirma
Morris.
Estados Unidos envió armamentos al nuevo gobierno
y en pocos meses Mobil Oil Company, Bechtel y British Petroleum tenían,
por primera vez, negocios en Bagdad. El nuevo gobierno también empezó
a utilizar armas proporcionadas por Estados Unidos contra los kurdos en
el norte iraquí.
En 1968 se llevó a cabo otro golpe -nuevamente
apoyado por la CIA- que condujo a Ahmed Hassan al Bakr al poder. De inmediato
Hassan colocó a su familiar Saddam Hussein en un alto puesto de
gobierno. Po-co a poco, éste se apoderó del poder, aunque
llegó a la presidencia sólo hasta 1979.
Años después, en 1981, Hussein empezó
a utilizar armas químicas contra los kurdos en el norte de Irak
y comenzó la guerra contra el nuevo régimen fundamentalista
en Irán, por lo cual el gobierno de Ronald Reagan, que conocía
bien el carácter brutal y dictatorial de Hussein, decidió
en un me-morando secreto aportar asistencia a Irak en su guerra contra
Irán.
Howard Teicher, ex asesor del Consejo de Seguridad Nacional
de la Casa Blanca, ha detallado el apoyo político, militar y económico
que el gobierno de Reagan aportó a Hussein durante los años
80.
Como informó La Jornada hace un mes, documentos
del gobierno estadunidense confirman que la Casa Blanca no sólo
ofreció inteligencia militar y miles de millones de dólares
a Irak, sino también ántrax y otros elementos biológicos
necesarios para construir armas biológicas.
"Estas intervenciones ayudan a explicar por qué
la política de Estados Unidos es percibida con cierto cinismo en
el extranjero", escribe Morris.
Agrega: "George W. Bush no es el primer presidente en
buscar un cambio de régimen en Irak. En el pasado medio siglo el
cambio de régimen en Irak ha sido acompañado con represalias
sangrientas".
Morris pregunta por qué el pueblo iraquí
debería esperar algo más que la repetición de esta
historia cuando "Estados Unidos y sus clientes iraquíes más
recientes" realicen otro golpe de Estado más.
"Si una nueva guerra con Irak parece estar plagada de
peligro e incertidumbre, sólo esperen la paz", advierte