Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 15 de marzo de 2003
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Política
DESFILADERO

Jaime Avilés

Hoy, segunda megamarcha mundial

Mañana, Bush, Blair y Aznar se reunirán en las Azores para acordar el inicio de la guerra

ADVERTENCIAS: Suponga que usted es iraquí, está en el patio de su casa, oye un ruido en lo alto, ve pasar un avión estadunidense o británico, observa que deja caer una nube de papeles, recoge algunos, lee el primero, en árabe y en inglés: "No arriesgue su vida ni la de sus compañeros. Váyase ahora y vuelva a su casa. Vea a sus hijos crecer, aprender y prosperar". (Un momento, piensa usted, ¿cómo que me vaya y vuelva a mi casa? Pero si ésta es mi casa.) Toma otro volante: "No le dispare a las aeronaves de la coalición. Si lo hace, lo destruiremos. Las fuerzas de la coalición lo atacarán con todo su poderío. Usted elige". (Oigan, piensa usted, ¿y si el que dispara es mi vecino? No le vayan a echar la bomba MOAB, de casi 10 toneladas de explosivos, que incinera todo en 500 metros a la redonda y registra su impacto en los sismógrafos de la región.)

Mas bien alarmado, usted lee un tercer panfleto: "Las fuerzas de la coalición no quieren lastimar al noble pueblo iraquí. Por su seguridad, evite las áreas ocupadas por personal militar". (Uf, suspira usted, ya me estaban preocupando, y mira por la ventana las trincheras de sacos de arena que resguardan la mezquita de su barrio.) "La coalición cuenta con tecnología satelital superior que le permite ver la preparación y el movimiento de armas nucleares, biológicas o químicas", afirma el cuarto impreso. (Ah, piensa usted, cómo son tontos estos amigous. Si ya saben dónde están las armas nucleares, biológicas o químicas de Saddam, ¿por qué no se lo informan a los inspectores de la ONU?)

"Derramar petróleo en los canales de agua perjudicará la posibilidad de una recuperación económica. Eliminará o pondrá en peligro las especies marinas con las que se alimenta su familia. Saddam ha envenenado los canales de agua con anterioridad. Usted no debe ayudarlo a que lo haga nuevamente", aconseja el quinto impreso. (¿Hay especies marinas en los canales de agua dulce?, duda usted.) El sexto aviso recuerda: "Aquellas unidades que utilicen armas de destrucción masiva recibirán una respuesta severa e inmediata por parte de las fuerzas de la coalición. Se responsabilizará a los jefes de las unidades si éstas utilizan armas de destrucción masiva". (Esto se les traspapeló, piensa usted. Ha de ser una circular interna para los comandantes y pilotos de los portaviones que nos rodean.)

Y completamente confundido, usted abre un ropero, confirma que allí sigue el cinturón de cartuchos de dinamita que tiene listo para el momento en que se inicie la invasión, y se pregunta: ¿dónde habré puesto mis taponcitos para los oídos? Reconfortado al comprobar que están, como siempre, debajo de esa camisa que ya nunca se pone, sale a la calle y se dirige al hospital donde su hijo continúa "creciendo", "aprendiendo" y "prosperando" como enfermo terminal de cáncer, debido a las bombas de uranio empobrecido que lanzaron las tropas de Bush padre durante la guerra anterior.

La madre de todas las manifestaciones



Los documentos que acaba de leer el verdadero usted -y no el usted iraquí imaginario- fueron divulgados el jueves por la BBC de Londres a través de su servicio de Internet. El miércoles, aviones británicos y estadunidenses lanzaron 4 millones de copias sobre los principales centros de población del país, donde hace tan sólo 12 mil años nació la civilización que hoy está en peligro de ser destruida por un demente.

El sabado anterior, esta columna aludió a las 240 horas de los 10 días que ese demente, respaldado por su perro de presa inglés (el futuro ex primer ministro Tony Blair) y su pequeño bufón ibérico (el futuro ex presidente del gobierno español, José María Aznar) fijaron como plazo último a Saddam Hussein para desarmarse, pues de lo contrario lo atacarían a partir del 17 de marzo. Pues bien, ya estamos a 15 de marzo y Estados Unidos y Gran Bretaña no sólo no consiguieron que se votara su nuevo proyecto de resolución en el Consejo de Seguridad de la ONU, sino que tampoco fueron capaces de evitar que se agudizara su aislamiento internacional ni que les estallaran serios problemas domésticos.

Doggy Blair, el señor cara de papel cebolla, acorralado desde hace ya largas semanas por los grandes sindicatos del Partido Laborista que amenazan con desconocerlo y ahora también por una influyente ministra de su gabinete, por varios miembros conspicuos del Parlamento y por las masas anónimas que se oponen a la guerra, aparentemente se está cayendo. A su amo, el señor WC, no le pintan mejor las cosas. Ayer, el Departamento de Justicia anunció que investigará a Colin Powell por haber mentido a la ONU y al Congreso con informes falsificados acerca de la supuesta compra de uranio que Hussein nunca realizó en Nigeria, y en ningún otro país africano, para fabricar las bombas nucleares que evidentemente no posee.

A su vez, las aerolíneas comerciales estadunidenses emitieron un grito de desesperación hace tres días, al señalar que, si el señor WC lleva a cabo su guerra, "desaparecerán" por completo. No sufrirán terribles sangrías económicas, tampoco invocarán la ley para declararse en quiebra (algunas ya están en bancarrota), simplemente "desaparecerán", porque cuando sea disparado el primer misil sobre Bagdad, nadie en ningún aeropuerto del ancho mundo querrá volver a viajar en un avión yanki. Las previsiones reveladas ayer por el secretario mexicano de Hacienda -"si hay guerra, el precio del petróleo podría elevarse a 80 dólares por barril"- confirman que una debacle de proporciones incalculables amenaza al sistema financiero del planeta.

Mientras tanto, la resistencia del pueblo estadunidense, de sus actores consagrados por Hollywood, de sus periodistas más confiables y leídos, de sus alcaldes, de su naciente pero ya inmenso movimiento estudiantil, de sus intelectuales proscritos por la censura, continúa creciendo y pasa rápidamente de la "desaprobación" en las encuestas al repudio abierto en contra de Baby Hitler, pese a las leyes "patrióticas" que prohiben de hecho cualquier forma de disidencia después del 11 de septiembre y al virtual estado de sitio impuesto por la Casa Blanca con el pretexto de la alerta permanente contra el terrorismo.

Es por eso que mañana el asqueroso señor WC viajará al pequeño archipiélago portugués de las Azores para reunirse con Blair, que parece a punto de aventar la toalla, y con Aznar, que intentará animar a ambos con su trajecito de arlequín pintado por Velázquez. Lo más probable es que en ese encuentro definirán el día y la hora de la semana entrante cuando desatarán la guerra. Sus márgenes de maniobra son ya mínimos. El invierno termina dentro de seis días, el calor de la primavera empieza a sentirse en el desierto de Irak y vuelve obsoletos los uniformes térmicos de las tropas agresoras, que fueron diseñados para usarse en climas menos extremos. Pero, sobre todo, el desgaste político los está erosionando con una velocidad extraordinaria. Han llegado al límite, como ellos mismos lo repiten, pero están perdidos. O cierran los ojos y dan el salto al vacío, desoyendo el clamor del mundo entero y de sus propios pueblos, que se encargarán de someterlos, o reculan y abortan la invasión para tratar de justificarse diciendo que fueron ellos, y sólo ellos, quienes salvaron a las Naciones Unidas... de sí mismos.

Gracias a una convocatoria de último minuto, que viaja por el ciberespacio y es recibida con euforia en todas partes, la cumbre de las Azores, no obstante el sol del Atlántico, será aplastada por la gigantesca sombra de la segunda gran manifestación global por la paz que, hoy por la mañana, cuando usted se levante, ya habrá desfilado por las principales ciudades de Australia y a partir del medio día continuará por las mayores capitales de Europa, antes de culminar en América hacia el crepúsculo. Si usted vive en el Distrito Federal, acuda a la plaza del Zócalo en punto de las cuatro de la tarde y sea parte de esta epopeya, palabra que en las actuales circunstancias carece de un sinónimo más preciso para describir lo que está sucediendo: la epopeya de la humanidad contra las bestias de Washington, de Londres y de Madrid que inevitablemente serán derrotadas.

Una disculpa a los zopilotes


En un exabrupto injustificable, esta página expresó el sábado pasado que el señor WC es "un pedazo de cagada de zopilote", fórmula literariamente desafortunada y, lo más grave, pueril. Varios lectores reaccionaron, con plena razón, de inmediato. Uno de ellos escribió: "Al comparar a Bush con un pedazo de cagada de zopilote está usted ofendiendo a la cagada de los zopilotes". Es verdad. Aunque se alimenten de carne podrida, las aves de rapiña producen un excremento que fertiliza la tierra y ayuda a que florezca la vida. No es el caso de Baby Hitler, un hombre que llegó al poder mediante un fraude y se ha convertido en el principal sospechoso de la autoría intelectual por los atentados criminales del 11 de septiembre.

Si hay un vínculo claro e inequívoco entre Al Qaeda y el mal llamado "conflicto iraquí", ése es George WC Bush. Y como dijo un distinguido humanista chileno, si Osama Bin Laden y Saddam Hussein son el eje del mal, Blair, Aznar y Berlusconi son el eje de lo peor, pero la familia Bush, Donald Rumsfeld, la señora Condolencia Rice y el bocón de Colin Powell constituyen el eje de lo pésimo.

Demostremos nuestro rechazo a estas alimañas con espíritu generoso, altivo y noble, confiando en que más temprano que tarde el señor WC pasará a la historia como el primer ex presidente de Estados Unidos que habrá de sentarse en la silla eléctrica. No merece menos. Quienes fueron asesinados en el World Trade Center, en el Pentágono y en los aviones que les procuraron la muerte serán recompensados algún día por esa elemental acción de la justicia. Ellos tampoco merecen menos.

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