Los chat (o charlas por Internet) son espacios virtuales que lo mismo sirven para sostener una acalorada discusión política que para "ligar". Se puede acceder a ellos a cualquier hora del día en cualquier día del año, con el único requisito de estar conectado a Internet. Por este medio, personas desconocidas entre sí pueden declararse mutuamente su amor o sólo dialogar sobre lo que se les antoje. La ubicación física de estas personas no es relevante, pues la comunicación es instantánea aunque haya un continente de por medio. Muchos permanecerán por siempre en el anonimato; otros, los arriesgados, propondrán el encuentro real. En este texto, a partir de los resultados de estudios realizados en Estados Unidos sobre el intercambio sexual desprotegido, facilitado por este medio de contacto virtual, el autor alerta sobre los riesgos de contraer, deliberadamente o no, la infección por VIH después de una cita acordada en el chat. |
Carlos Bonfil
Para miles de jóvenes en una generación marcada por el auge de la comunicación electrónica, por la consulta de Internet y la charla cibernética (el llamado chat), no es casi ya concebible la pasividad de quien espera una respuesta por correo o una llamada telefónica de su interlocutor favorito; en lugar de ello, se impone hoy la febrilidad de quien busca y accede a respuestas inmediatas, con la posibilidad de prolongar un diálogo a través de la computadora, antes sólo posible mediante la conversación telefónica o el encuentro personal. Este modo de interacción electrónica ha cambiado en buena medida muchos de los hábitos de los y las jóvenes en el mundo entero. Por un lado ha derribado, con la opción del anonimato, la inhibición o timidez que pueden dificultar un primer encuentro.
Los interlocutores, resguardados detrás de un seudónimo (el nickname), ensayan una identidad nueva: por decirlo de algún modo, su nueva personalidad cibernética. Y proceden a diseñar su propia imagen, transformándola verbalmente, hasta hacerla corresponder con la de alguna estrella de moda, o enviando al destinatario/a una foto retocada, de hace varios años, para aumentar su interés, con el riesgo implícito de defraudar en caso de darse un encuentro real. Con estas posibilidades, chatear se ha vuelto sinónimo de ligar por la red, de enlazar encuentros, de multiplicar el número de parejas posibles, hasta ensayar, a modo de juego, una suerte de promiscuidad sin riesgos. ¿El sexo más seguro no es acaso el sexo virtual? Al menos eso se pensaba al comparar la consulta de páginas eróticas por Internet, y la práctica del chat, con una sexualidad sublimada, sin contactos carnales, en la que sólo imperaba el morbo y el estímulo del encuentro diferido, un encuentro irresistible por su misma calidad de improbable.
Todo esto parece tomar hoy un giro sorprendente cuando se revela, como resultado de diversos estudios en Nueva York y otras ciudades de la Unión Americana, que la práctica del chat puede inducir, en sexualidad, a conductas de alto riesgo. Durante la Décima Conferencia de Retrovirus, en Boston, la doctora Sabine Hirshfield señaló que 3 mil visitantes al sitio gay.com aceptaron contestar un cuestionario de 60 preguntas acerca de sus prácticas sexuales en los últimos seis meses. De ellos, 85 por ciento aseguró haber conocido a sus parejas sexuales a través de la red, y 8 por ciento admitió estar infectado con el virus de inmunodeficiencia humana (VIH). Lo revelador en el estudio fue también constatar el alto porcentaje de personas que, habiendo establecido un primer contacto mediante el chat, proceden poco después (cuestión de horas, si viven en la misma ciudad) a encontrarse y tener sexo sin protección.
Espérame en Cyberia, vida mía
¿Qué factores favorecen estos "descuidos", este apresuramiento que no admite los trámites de la prevención más elemental, habiendo apenas cumplido con los mínimos del cortejo? Sin duda la sensación de anonimato que por un tiempo procura la red y la posibilidad de multiplicar los encuentros, virtuales o reales, desplazando a segundo término cualquier otra opción que no sea la aventura sexual. Hay que señalar que el estudio mencionado relata sus hallazgos en un sitio gay, y centra su preocupación en las conductas de riesgo en la comunidad de hombres que tienen sexo con otros hombres.
Se refiere explícitamente a prácticas de sexo anal desprotegido y sugiere que el sitio mencionado, y otros similares, podrían ser puntos de encuentro para personas infectadas deseosas de encontrar parejas afines y susceptibles de bajar enseguida la guardia en materia de protección mutua. La reincidencia de deliberadas conductas de alto riesgo (el bareback sex --sexo a pelo--, en Estados Unidos, o el relaps --recaída--, en Francia), ya sea por moda, por fascinación de lo prohibido, o por hartazgo ante lo que se juzga paranoia colectiva, sin duda contribuye a popularizar los encuentros fortuitos y riesgosos a través de la red.
Hay quienes confían tanto en la eficacia de los medicamentos antirretrovirales que deciden correr el riesgo de infección por VIH a cambio de mayor placer; algunas personas seropositivas calculan que si su carga viral es muy baja, o indetectable, el riesgo de infectar a otros es menor (algo hasta hoy no comprobado). Muchos más confían en la inminencia de una vacuna o una cura. Estas ilusiones han tenido en Internet un enorme espacio virtual para propagarse y "legitimar" la práctica del sexo desprotegido.
En sitios estadunidenses especializados (barebacking sites)
se busca popularizar el sexo desprotegido e incluso se organizan fiestas
de permisividad absoluta. Hay ahí secciones reservadas para seronegativos
que desean ser infectados por algún portador del VIH. En un artículo
reproducido en la red (Gay Today), David Menadue, vicepresidente de la
asociación People Living with AIDS, señala: "Hay secciones
llamadas Bugchasers (cazadores de microbios) con seronegativos que buscan
al donador de la "Semilla del Diablo" o de la "Cogida Mortal" (Death Fuck).
Otras, más pudorosas, sólo buscan "Donadores de Regalos",
y piden a candidatos seropositivos "dejar sus señas". Agrega Menadue:
"Para alguien como yo, que vive con VIH desde hace 15 años y ha
sobrevivido infecciones extremadamente severas, es difícil entender
por qué alguien podría querer infectarse con el VIH. Esas
personas deberían tomar, por un periodo de prueba de un mes, mis
27 pastillas diarias antes de decidir infectarse, aunque sólo sea
para vislumbrar lo que les espera en el futuro."
Posibilidades preventivas de Internet
Ante la virtual inexistencia de estudios específicos sobre el comportamiento sexual de la población gay y su relación con Internet, cabe preguntar qué situación prevalece entre los usuarios jóvenes del chat en nuestro país; saber también de qué modo se opera localmente el tránsito del contacto virtual al posible encuentro físico. Algo señalan los estudios estadunidenses: los usuarios homosexuales del chat incurren estadísticamente en un número mayor de situaciones de riesgo en sus prácticas sexuales, que la comunidad gay que no frecuenta los sitios. Dada esta circunstancia, habrá que admitir que, sin ser en sí peligrosos, los encuentros por chat sí llegan a propiciar un relajamiento en la observancia de la prevención de infecciones de transmisión sexual (ITS) y una permisividad sexual apenas distinta de la que estuvo en boga hace 30 años, y a la que se responsabiliza en parte por el surgimiento y expansión del VIH/sida.
Del mismo modo en que Internet puede ser, como lo señala también la doctora Hirschfield, un terreno propicio para las conductas sexuales de alto riesgo, es posible pensar en intervenciones preventivas, dirigidas a hombres en alto riesgo de infección, precisamente a través de la red.
En nuestro país, como en otras partes del mundo, la población juvenil es hoy uno de los sectores más vulnerables y más desprovistos de información respecto de las ITS. Dirigir nuevas estrategias de prevención a los y las jóvenes a través de la red, con multiplicadores de información preventiva operando en los mismos chats, es posiblemente una de las formas más directas de alcanzar a una población a menudo privada de otras opciones informativas en la materia. Es transformar Internet, posible portal de riesgo, en una herramienta más, tal vez la más poderosa, de prevención efectiva.