VENTANAS
Eduardo Galeano
La inflación
Había sido un viviente flaco, pero fue un globo
en la muerte.
Para clavar la tapa del ataúd, toda la familia
tuvo que sentarse encima. Y toda la familia opinó sobre la inflación
del difunto:
-Parece sapo.
-La muerte hincha.
-Es el gas carbónico.
-Es la mala leche.
-Es el alma -sollozó la viuda. El alma
quiere salirse del traje.
El traje, un tweed inglés de alta categoría,
color gris perla, había sido el único lujo en toda la vida
del finado. Él se lo había mandado hacer, de medida, cuando
ya le volaban cerca las lechuzas y vio que estaba por llegar al finalmente.
Herencia, no dejó. Ni una lira. Y muchos años
después, cuando se abrió el ataúd, estaba en jirones
el traje que había vestido su muerte.
Nicola Di Sábato contó el desentierro de
su tío. Nicola, que descargaba arena en un muelle de Avellaneda,
había llegado a la Argentina huyendo de los perros del hambre. A
él le gustaba reír, cocinar y compartir historias de su lejana
infancia, en su lejana Italia.
Esas cosas del tiempo: Nicola contó que el tiempo
se había comido al tío y había deshecho su traje relleno
de dinero. Los billetes, miles de billetes, un poco desteñidos,
habían durado más. Pero ya no valían nada.