Irak: ultimátum a escudos humanos
O protegen los blancos designados por las autoridades,
o deben salir del país
BLANCHE PETRICH ENVIADA ESPECIAL
Bagdad, 1o. de marzo. Ali Jamel, administrador
de la refinería de petróleo de Adurah, en esta capital, está
encantado con sus huéspedes, una docena de extranjeros variopintos
que desde el viernes se instalaron para proteger, incluso a costa de sus
vidas, esta planta. Les compró balones de futbol y cobijas nuevas,
y se preocupa por ellos cuando salen solos a hacer sus compras en vez de
esperar que las familias de los trabajadores les lleven los alimentos que
les han preparado. Contar con un campamento de escudos humanos lo
llena de orgullo, como a muchos iraquíes.
Weltraud
Schauer, una austriaca de 61 años, también está encantada
con el sitio que le tocó para acampar, en la planta de tratamiento
de agua Siete de Abril, a pesar de que en las instalaciones no tienen duchas
ni agua caliente. Ahí pasan las veladas 14 pacifistas de Esta-dos
Unidos y Europa, fumando y haciendo mil especulaciones sobre el volcán
a punto de explotar en el que eStán parados. Está convencida
de que en este momento de su vida, es aquí donde tiene que estar,
y no sentada frente al televisor de su casa, en Viena, mirando impotente
el posible genocidio.
Ella y otros 200 extranjeros, 50 de ellos decididos a
cumplir su misión de escudos, la mayoría solamente
expresando solidaridad con el pueblo iraquí, caminaron hoy a las
tres de la tarde por una larga avenida hasta la plaza Tahrir. Vienen de
una treintena de naciones, desde Islandia hasta India. La misión
de paz de México es la única latinoamericana. Van gritando
"el pueblo unido jamás sera vencido" en turco o en inglés.
Van cantando a John Lennon: Give peace a chance. Desde las aceras
miles de bagdadíes saludan con júbilo y asombro.
Pero pese a las altas dosis de buena voluntad para cumplir
con éxito la inédita misión de los escudos humanos,
esta mañana, en el hotel Palestina de esta capital, huéspedes
y anfitriones tuvieron un ríspido debate. Al Hashimi, presidente
del Instituto de Amistad con los Pueblos y enlace entre el gobierno y los
pacifistas de todo el mundo que en grupos de 15 y hasta 20 personas siguen
ingresando cada día a este país por las fronteras con Jordania
o Siria, informó que de manera definitiva las autoridades sólo
permitirán la instalación de campamentos en puntos claves
de la infraestructura del país: refinerías, bodegas de alimentos,
plantas purificadoras de agua y centrales eléctricas. A quienes
acepten estas asignaciones, dijo Hashimi, "el país les estará
eternamente agradecido por su generosidad". A quienes no acepten y decidan
no instalarse en esos sitios, "también les agradecemos profundamente
y les prepararemos su inmediata salida del país".
Varios grupos de escudos, quizá la mayoría,
plantearon desde su llegada a Irak que entre las zonas protegidas simbólicamente
por este movimiento de paz deberían figurar los sitios humanitarios
-es decir, escuelas, hospitales y áreas arqueológicas- no
sólo de infraestructura, para dar a su misión el verdadero
carácter. Pero el gobierno no lo autorizó.
Después
de días de forcejeos, se ha dejado de insistir en escuelas y universidades,
ya que iniciadas las hostilidades, éstas cerrarán de inmediato.
En cuanto a los sitios arqueológicos, únicos en la cultura
universal, ya que son huellas de las civilizaciones más antiguas
de la humanidad después de la edad de piedra, con por lo menos cuatro
milenios de historia, también han sido descartados de la lista de
prioridades. La razón es sencilla y no tiene que ver con un desapego
al patrimonio cultural.
Sucede que otras devastaciones, desde el nieto de Gengis
Khan a la fecha, han arrasado con las antiguas ciudades de Mesopotamia
a lo largo de los milenios hasta alcanzar el clímax de la barbarie,
cuando a principios del siglo xx arqueólogos alemanes desmontaron
pieza por pieza la antigua Babilonia, con su puerta de Ishtar, cubierta
de cerámica vidriada. Hoy la legendaria ciudad, que alcanzó
su esplendor con Nabucodonosor está en Berlín, no en la provincia
de Hilla, a 180 kilómetros de Bagdad.
Sucede lo mismo con las piezas originales que contenían
los museos de Bagdad, Ur, Uruk, Samara y tantos otros lugares. Hoy sólo
quedan réplicas. A partir de la guerra de 1991, estos tesoros fueron
resguardados en sitios seguros y secretos. Como explica Nur, una guía
de turistas en Babilonia, no es tanto por temor a los bombardeos sino a
nuevos saqueos.
¿Cómo proteger esas riquezas si toda la
policía está concentrada en la defensa del país?
De modo que los pacifistas ceden y dejan a un lado las
escuelas y los sitios arqueológicos. Pero la instalación
de campamentos de paz frente a los hospitales se convierte en ríspida
discusión.
Hashimi, en nombre del gobierno de Hussein, pone condiciones:
para los pacifistas que ingresaron al país voluntariamente con el
objetivo de proteger blancos civiles de un ataque estadunidense, sólo
están autorizados los sitios estratégicos mencionados. Los
hospitales, que conforme a la Convención de Ginebra tendrían
que ser respetados por el agresor, entrarían en una fase crítica
por la afluencia de números incalculables de heridos. "Entiendan,
en lugar de ayudar, los escudos serán una carga innecesaria
para nosotros."
Los voluntarios insisten: de cara a la opinión
pública del mundo occidental, el mensaje de los escudos humanos
en los puntos más vulnerables sería un mensaje de paz de
gran impacto.
Pero han sido días de gran tensión. La diplomacia
y el sentido común desaparecen de la asamblea. Hashimi responde:
"Repito nuestro agradecimiento por su noble corazón, pero no son
ustedes los que van a decirnos a nosotros qué es lo que necesitamos".
Anissa
Badaoui, una joven francomarroquí que apenas llegó el día
anterior con un grupo de europeos, estudiantes de árabe en Damasco,
mira y escucha la encendida polémica con azoro y angustia. Forma
parte de los numerosos solidarios que piensan hacer una aportación
con su presencia frente a los hospitales. Pero le desconcierta la agresividad
de algunos pacifistas para con Hashimi, a quien acusan de indolente. Teme
que a partir de esa discusión muchos de los brigadistas decidan
abandonar Irak, debilitando la iniciativa. Ese será, quizá,
el caso de los catalanes, quienes traen, inclusive, un pronunciamiento
del alcalde de Barcelona, Joan Clos, en favor de los cinturones de paz
en los hospitales.
Finalmente, Hashimi abandona la mesa en medio del griterío,
pero antes de alcanzar la salida se detiene y empieza a negociar nuevamente.
No promete nada. Pero antes de una hora, las autoridades iraquíes
entregan otra lista de posibles sitios susceptibles de recibir nuevos campamentos
de pacifistas al Comité de Sitios de los escudos humanos,
bajo la responsabilidad del periodista mexicano-estadunidense John Ross.
Así, mientras por un lado de la calle del hotel Andalus sale la
marcha de brigadistas extranjeros, por el otro se aleja raudo un auto con
Ross y otros escudos a bordo. Van a inspeccionar las condiciones
materiales de los nuevos sitios. Tienen 48 horas para informar al gobierno
cuál será su posición definitiva.
Aunque varios ya la decidieron de antemano. "Nada me hará
cambiar de opinión. Yo vine aquí con un fin, intentar proteger
vidas humanas aun a costa de mi vida. Y me quedo." Es Ernest Levy, el mayor
del grupo, 75 joviales años, estadunidense residente en Londres.