CON VISTA AL ZOCALO
José Agustín Ortiz Pinchetti
Contagio electoral
VIVIMOS DIAS CON ese tipo de inmovilidad que es
precursora de las tormentas. Se combina una amenaza de guerra relámpago
(por su supuesta brevedad y poderío electrónico), pero no
llega ni a concretarse ni a disolverse. Esperamos ya el horror de la destrucción
y de la matanza presentada a todo color, en nuestras casas, por la televisión.
En la capital asistimos a otra víspera, la de los procesos electorales
intermedios y su carnicería, por fortuna simbólica.
HOY, EN MEDIO de una revolución cultural
que está cambiando los usos y las mentalidades políticas,
las elecciones de los próximos meses abarcarán gubernaturas,
congresos locales, alcaldías y a la Cámara de Diputados.
En la ciudad tendremos nuestros propios procesos. Hay el recambio de 66
diputados en la Asamblea (40 por elección directa y 26 plurinominales),
16 nuevos delegados, 30 diputados federales (más los de representación
proporcional). Esta múltiple elección se da en una economía
nacional prácticamente sin crecimiento y en una economía
local que empieza a revivir. Pero no son las cuestiones económicas
por las que pelean los partidos y los políticos, sino por las posiciones
y sus gajes.
ASOMBRA LO ABIGARRADO de esta contienda, la iracundia
verbal y la escasez de propuestas o de compromisos concretos. El Distrito
Federal, la entidad cuyo control fue la tercera pieza del viejo régimen,
tendrá suficiente agitación durante tres o cuatro meses,
compensatoria de la sequía democrática que vivió en
el pasado.
HAY QUE RECORDAR que hasta 1997, el Departamento
del Distrito Federal no gobernaba la ciudad, sino que era una dependencia
administrativa controlada por el Presidente. El regente era un virrey y
los delegados sus empleados, designados con la anuencia del primer mandatario.
El Distrito Federal no ha logrado completar su transición hasta
volverse una entidad federativa con plenos poderes. Se lo ha impedido una
conspiración conservadora en el Senado. Pero esto no es obstáculo
para que los capitalinos elijan ya a sus gobernantes. A lo peor, los comicios
no van a ser muy atractivos ni concurridos; hoy, más de la mitad
de los posibles votantes no saben siquiera que habrá elecciones
este año.
EN LA ANTIGÜEDAD priísta, las elecciones
de mitad de término carecían de relieve porque la Cámara
de Diputados simplemente procesaba los proyectos legislativos del Presidente.
Lo mismo hacía la de senadores. Con pequeños matices, también
lo hacían todos los congresos locales. Por eso la única elección
interesante era la grande. Hasta 1988 no hubo incertidumbre democrática
en las elecciones mexicanas. Hasta cierto punto es asombroso que en los
viejos tiempos la gente hubiera ido a votar en las elecciones de mitad
de término en la ciudad de México. Eran parte de una simulación
autoritaria y tenían la virtud de autoengañarnos respecto
de nuestra sumisión.
PERO ESOS ERAN los tiempos de Maricastaña.
El país y nosotros nos estamos transformando. Hagamos votos porque
los votos sean abundantes y consoliden el incipiente régimen.