Manuel Vázquez Montalbán
Napalm y quinto poder
Sociólogos y politólogos especulan sobre
la aparición de un quinto poder a sumar al Legislativo, Ejecutivo,
Judicial y medios de comunicación. A esos poderes canónicos
hay que sumar los llamados poderes fácticos casi siempre más
determinantes que los convencionales, por ejemplo los militares, la inacabable
gama de curas exponentes del poder religioso y el dinero en todas sus morfologías.
Héte aquí que de pronto empiezan a hablar del quinto poder
y lo llaman sociedad civil, abstracción sociologista que durante
los dos siglos anteriores ha puesto más en desacuerdo que en acuerdo
a sociólogos y politólogos. Generalmente los políticos
democráticos convencionales temían a la sociedad civil porque
era un sujeto político potencial capaz de actuar según métodos
y objetivos diferentes a los partidos políticos. Desde la izquierda
se temió que la sociedad civil fuera el caballo de Troya de la derecha
instalado o bien dentro de la sociedad democrática pluralista o
en lo que fue el socialismo real, como una quinta columna de poder contrarrevolucionario.
Hemos pasado de considerar a la sociedad civil como un
simple mercado de votos a detectar en ella una nueva vanguardia crítica
que pone en cuestión las formas democráticas tal como se
conservan o se degradan. Cuando empleamos la expresión sociedad
civil ya no aludimos al grupo de consumidores de televisión que
en tiempos terminales de Franco protestaron porque a una muy bien dotada
Rocío Jurado se le veía medio y poderoso pecho izquierdo
o derecho según por donde se le desbocara el escote del sobaco.
Hoy entendemos por sociedad civil a ese sujeto crítico que arremete
contra el juego político tal como lo han devaluado los agentes políticos
convencionales. Si en España el PSOE, gobernante con mayoría
absoluta, vulnera su planteamiento electoral de no a la OTAN y hace campaña
total en favor del ingreso, hasta el punto de que lleva a la secretaría
general de la OTAN a uno de los cabecillas del antiatlantismo, señor
Solana, era lógico que este casi milagro de la transustanciación
provocara lesiones en la capacidad receptora y metabólica de la
sociedad civil, inclusive en los segmentos más próximos a
los socialistas. Igual ocurrió con motivo de la Guerra del Golfo,
convertida la Internacional Socialista en una de las legitimadoras de un
nuevo orden decididamente impuesto por el gobierno estadunidense y la CNN,
y tampoco los socialistas establecieron la menor diferencia con la nueva
política imperial cuando se aplicó a las guerras de redivisión
y reparto de zonas de influencia de la ex Yugoslavia.
Durante una década, la sociedad civil ha percibido
el desorden ideológico, político, económico, estratégico
que ha sucedido a la guerra fría y el sin sentido de la actuación
de las formaciones políticas en presencia y de los mecanismos representativos
que las legitimaban. Tratados como consumidores en un gran supermercado
donde la variedad de estuches escondía el producto único,
los ciudadanos fueron asumiendo un espíritu primero pesimista y
poco a poco cada vez más cuestionador. Inclusive desde el paradigma
de ciudadanos consumidores de política captaban que les ofrecían
productos en mal estado, que no se correspondían con sus necesidades
objetivas. Instalados en un pesimismo histórico casi total hasta
el tránsito del siglo xx al xxi, tuvieron que producirse las reacciones
de nuevos movimientos sociales críticos, reconstructores de la capacidad
de ver y transmitir la crisis del sistema, propiciadores de un diseño
de esperanza laica que ha dado sentido a todas las importantes contestaciones
contempladas en los tres años recientes.
La guerra fría ultima sus consecuencias
y el vencedor, Estados Unidos, va ocupando los territorios que corresponden
a su evidente e incontestable hegemonía, de la misma manera que
después de las dos guerras mundiales del siglo xx, los vencedores
se repartieron el mundo en zonas de influencia y explotación. Ahora
el reparto es desigual porque la victoria estadunidense ha sido apabullante
y está en condiciones de prescindir de legitimaciones obsoletas
y embarazantes consecuencias de la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo
la ONU, o de la guerra fría, por ejemplo la OTAN. USA se
considera dueña de la Tierra y promete beneficios o maleficios según
se le pongan en favor o simplemente no le apoyen. Esta percepción
de poder incontestable se debe a todas las facilidades dadas por fuerzas
políticas convencionales, de derecha e izquierda, desde la caída
del muro de Berlín. La reacción de la vanguardia crítica
de la sociedad civil representa la recuperación de un discurso racionalizador,
laico, que no contempla la triada Blair, Bush, Aznar como el equivalente
exacto de la Santísima Trinidad. Precisamente debido a la demostración
de poder de la ciudadanía en todo el mundo, es cuestión de
vida o muerte pasar por encima de todos los enemigos urgentes: los iraquíes
y esa sociedad civil convertida en un quinto poder levantisco, difícil,
pero no imposible, de bombardear con napalm.