Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 11 de febrero de 2003
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Política

Luis Hernández Navarro

La esquizofrenia perredista

El PRD es un partido con graves conflictos de identidad. Surgido del encuentro entre nacionalistas revolucionarios y buena parte de la izquierda socialista, rehuyó las definiciones ideológicas sin avanzar en la construcción de una propia. Mitad partido, mitad movimiento, terminó adquiriendo los vicios de ambos: burocracia, corporativismo disfrazado y clientelismo. No ha podido institucionalizar su funcionamiento ni tampoco servir de punto de apoyo eficaz a las luchas sociales.

Promotor de una revolución democrática contra el régimen de partido de Estado, vio impotente cómo la derrota del PRI fue también la suya. A dos años de un gobierno distinto al que justificó su nacimiento, ha sido incapaz de encontrar las nuevas coordenadas para su acción política. No hay en su interior claridad sobre qué significa hoy hacer la revolución democrática. Tampoco parece ser una preocupación seria cómo frenar la revolución conservadora de Vicente Fox. Su horizonte parece limitarse a ganar elecciones a cualquier precio. Para qué, no está claro.

Los esfuerzos de una parte de su conducción y de sus afiliados para regenerar la vida política nacional se han desdibujado ante los continuos fraudes de quienes contienden en sus filas por candidaturas o puestos de dirección. La modestia en las percepciones que obtienen quienes trabajan como funcionarios en el Gobierno del Distrito Federal se desdibuja en la opinión pública ante los escandalosos gastos de las precampañas por las jefaturas delegacionales en la ciudad de México.

Desde su fundación la vida interna del PRD ha estado marcada por el escándalo y los pleitos internos. Lejos de ser el instrumento para transformar la realidad en favor de los intereses populares que alguna vez quiso ser, y a pesar del trabajo diario de muchos de sus integrantes, se ha convertido en una agencia de colocaciones para puestos públicos y de elección popular. El sello de la casa no es el cambio social, sino la adaptación al status quo.

Algunas de las iniciativas más interesantes y de mayor alcance social promovidas por gobernantes surgidos de sus filas no han sido recogidas como experiencias de gestión a replicar. En contraste, no hay en los gobiernos de Zacatecas, Tlaxcala o Baja California Sur políticas innovadoras que hayan modificado la administración pública con un sentido progresista o que estimulen la autoorganización popular.

Si, como afirma André Gorz, "el ejercicio del poder es de izquierda únicamente si produce espacios liberados del dominio, en los cuales la acción y la organización libres les permitan a los hombres, en cuanto sujetos del obrar, realizar la propia libertad en el plano individual y social", entonces no hay en la mayoría de estos gobiernos locales un ejercicio del poder de izquierda.

Donde alguna vez hubo trabajo político voluntario y compromiso desinteresado, hoy hay funcionarios asalariados. Los militantes que hace algunos años pagaban cuotas y se comprometían en actividades solidarias han sido sustituidos por una burocracia remunerada económicamente, comprometida con su empleador, no necesariamente por convicción o principios.

En el PRD participa gran cantidad de dirigentes sociales. Sin embargo, es inusual que el partido se proponga coordinar sus luchas, brindarles asesoría o poner su infraestructura al servicio de los movimientos sociales. Para tener influencia dentro del instituto político, esos líderes deben reproducir las prácticas clientelares y corporativas que en el pasado criticó al PRI.

Ante los grandes problemas nacionales, sus dirigentes hacen declaraciones, pero no promueven la movilización, organización y educación de la sociedad. Se contentan con asumir posiciones, pero no buscan construir una fuerza social que haga realidad ese punto de vista.

El sol azteca ha dejado de brillar entre los intelectuales. Una parte muy importante del mundo de la cultura, el arte y la academia que estuvo cerca del cardenismo se encuentra ahora distanciada de esta corriente. Sin espacio real para debatir ideas dentro del partido, recelosos a participar en las capillas que definen diariamente su rumbo, sin posibilidad de incidir en una fuerza política que ha renunciado a tener doctrina, los intelectuales y artistas han desertado en masa. Se mantienen en sus filas apenas unos cuantos, sea como dirigentes políticos o asesores parlamentarios.

Este divorcio silencioso ha arrojado severos daños en el instituto político. Su legitimidad se ha erosionado. Su influencia en los medios de comunicación masiva se limita a contratar espacios durante las campañas electorales. El partido no estimula el análisis, la reflexión y el debate sobre la realidad. No produce ideas. No renueva la cultura nacional. Se conforma con organizar y participar en elecciones y algunas veces hace propuestas parlamentarias.

El PRD se ha alejado también de feministas, educadores populares, ecologistas, defensores de derechos humanos, así como de las asociaciones de cooperación para el desarrollo. Muchos de los integrantes de México Posible estuvieron en algún momento cerca del sol azteca y optaron por construir otro proyecto político ante la cerrazón e insensibilidad de su aparato.

Si, como afirma Giovanni Sartori, "izquierda es la política que apela a la ética y rechaza lo injusto", entonces la esquizofrenia perredista propicia que sea cada vez más difícil ubicar a esa fuerza en esta parte del espectro político.

El Partido de la Revolución Democrática se ha convertido en un corcho que flota en las aguas de la política nacional sin hundirse, pero es incapaz de navegar en dirección precisa.

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