LETRA S
Febrero 6 de 2003

Hasta pronto

Joaquín Hurtado

Pues claro que me gustaría culpar al gobierno de Fox, o a la delicada y feroz Martita, o porque se cayeron las torres gemelas, que mi colesterol aumenta sin tregua, que tengo frío... que tengo miedo, que después de años de lucha sigo limosneando mis retrovirales, que la rabia me envenena el agua del día, que me he vuelto más descreído, que me he dejado contagiar por el cinismo, que me enferma el oportunismo, que se me ha extinguido la imaginación, que los CD4 andan de lujo, que se murieron mis amigos, que más muerta está la esperanza, que ya no entiendo nada, que la nada se apodera cada noche de mis sueños, que me veo más viejo en cada espejo, que me ha dado por llorar con José Alfredo, que a veces me siento Lucha Villa, que tengo un millón de proyectos y tres pesos en el banco, que mi hijo es casi un adulto y este país de mierda tiene tan poco que ofrecerle, que sigo sangrado por las traiciones y los olvidos, que cada vez me río menos, que he sobrevivido tanto y he visto tan poco, que esta columna está a punto de ser publicada en forma de libro... que callar es lo mejor cuando son tantas cosas las que hay que vivir. No se culpe a nadie ni a nada pero ésta será mi última colaboración en este querido suplemento.

Me voy de Letra S porque quiero obsequiarme con un momento para sentarme y escuchar. La vida contiene muchas texturas, colores, tonos, argumentos, historias que uno debe saber reconocer y atender. El hecho de vivir con sida ha llegado a ser para mí, y qué bueno, uno de entre muchos territorios donde habito. Conozco sus abismos y atajos, sus ciclos y cielos, sus flores y depredadores. Pero me niego a mantener ninguna asfixiante muralla que eventualmente no me deje ver más allá, explorar otros destinos, sortear otros horizontes. Seguir apostando.

Antes que Crónica Sero se convierta en esa reja que ponga límites insalvables a mi cautiverio, y de ser señalado como repetitivo y fatigoso, decido dar por concluido a tiempo este periplo y arriesgarme en otros proyectos vitales y literarios donde obviamente persistirá el elemento sida, pero no en la misma tesitura.

Continuaré en la brega mientras este país no sea Holanda o Suiza. O aunque lo fuera. No es arrogancia ni suficiencia, pero ya siento que la idea que originó a mi columna dio de sí. Una voz interna e insoslayable me indica que las cosas que tengo que decir deberán decirse de otra manera, llegar a la gente de otro modo. Ser útil desde otro sector de la trinchera. Sirvan pues estas líneas de agradecimiento y admiración para con el heroico equipo, especialmente a Alejandro Brito, que han hecho posible una empresa editorial de vanguardia cultural y moral con un lugar propio en el mundo, como lo es Letra S, a quien reitero mi apoyo moral; y para con los tres o cuatro lectores a quienes mis palabras les han resultado útiles. La herida provocada por el sida en mi existencia continúa intacta, supurando fatal ponzoña, gloriosa vida. Algún día regresaré para contarles más de ello.