Javier Aranda Luna
ƑCambio o cambalache ?
La vocación de cambio del presente gobierno no deja lugar a dudas: la fantasmagórica Asociación Nacional de Padres de Familia al fin logró, sin representatividad alguna, el reconocimiento oficial, al grado de que participará en el diseño de los planes de estudio; la Secretaría de Hacienda pretende recaudar impuestos según la clasificación moral de las revistas (las ''D" pagarían más que las ''A"); la nueva clase política prefiere repartir ''consejos" morales a las familias más que educación; los secretarios dictan sermones de sacristía y entusiasmados por el torbellino del cambio los sacerdotes sacan de la sotana discursos para incidir activamente en la política. Más aún: en aras del cambio, existe el proyecto de ''devolver" inmuebles, como el edificio del ex Arzobispado, al clero.
El pasado domingo el escritor Carlos Monsiváis nos recordó, en la revista Proceso, otro fruto de ese espíritu de cambio que sacude a la sociedad mexicana: el novísimo decálogo, de siete puntos, dictado por el gobernador de Guanajuato, Juan Carlos Romero Hicks, en un ciclo de charlas avaladas por la Secretaría de Educación Pública. En opinión del funcionario transformado en guía espiritual, existen siete nocivos ''evasores" de la realidad que todo buen ciudadano debe evitar: la televisión (menos en tiempos de campaña, supongo), los periódicos (igual que el anterior), la literatura barata, el cigarro, el vino y, claro, adivinó usted: el sexo. Pero no se crea que todo es privación sin consecuencias. Según el gobernador acogerse al ''decálogo" de prohibiciones tiene sus recompensas. Por llevarlo a cabo la madre Teresa de Calcuta tuvo una vida longeva y el Papa la capacidad de hablar 17 idiomas.
Me intriga, como a Monsiváis, que entre los ''evasores" se encuentren los periódicos. Y más aún que Romero Hicks los equipare con ese otro ''evasor" que es el sexo (Ƒserá porque se han dado casos de orgasmos informativos en plena vía pública?). Respecto de la ''literatura barata" no me queda duda de que el ''cambio" que vivimos transmutó los valores literarios. Por eso funcionarios como el secretario del Trabajo, Carlos Abascal, incluye entre la literatura de pacotilla que nuestros hijos deben evitar, novelas como Aura, de Carlos Fuentes, o cualquiera de los libros de Gabriel García Márquez.
Hace unas semanas el Partido Acción Nacional propuso cambiar el nombre de Estados Unidos Mexicanos por México, con el argumento baladí de que así es más conocido el país. Y si a alguno de nosotros lo conocen por ''el pelochas" o ''porky", Ƒasí deberá renombrarlo el Registro Civil? Tampoco hemos olvidado que el gobierno del cambio recortó el escudo nacional para mostrar que su vocación renovadora iba en serio. Devolver el edificio del ex Arzobispado al clero también sería una muestra renovadora, pero, Ƒpor qué no devolver también los inmuebles de la que fue la Real y Pontificia Universidad de México, el convento de Churubusco, el palacio de la Inquisición? ƑNo sería un buen gesto devolver este último recinto al clero?
Dicta la sentencia popular: renovarse o morir. Sin embargo, la nueva clase política parece haber cambiado ese aforismo por otro más original: renovarse y morir porque el cambio, lo sabe cualquiera, no es lo mismo que el cambalache. Cambiar para volver a un nostálgico siglo XIX, más que renovación es eso: un mero cambalache, un trueque engañoso, un salto desordenado y confuso, como apunta Joan Corominas, para atrás.