Carlos Martínez García
Hipótesis delirante
No fue por negligencia, atolondramiento o incompetencia -aunque en la alta clase gobernante hay una buena cantidad de negligentes, atolondrados e incompetentes- la inmovilidad de la administración foxista en el caso de justicia por propia mano que perpetró Tv Azteca contra Canal 40. Es más, la aparente inmovilidad en realidad fue activismo encubierto en favor de quien fuera beneficiario de Raúl Salinas de Gortari: Ricardo Salinas Pliego. Y en esta operación de encubrimiento participó, vía la consorte presidencial, una de las facciones católicas más conservadoras: los Legionarios de Cristo.
La lentitud y el supuesto pasmo gubernamental para ejercitar acciones contra quienes idearon y efectuaron el asalto armado a CNI no fue tal, sino la decisión a la que habrían llegado conjuntamente con distintos sectores interesados en desaparecer de las pantallas televisivas una opción informativa que desde hacía tiempo les era muy incómoda.
Se juntaron los rencorosos y llegaron a esa alianza: unos por motivos económicos; otros por sentirse afrentados mediante la apertura informativa de la pequeña televisora hacia temas y personajes antes intocables; algunos más por venganza contra un periodismo que los puso en el plano de la humanidad de carne hueso y los despojó del aura divina. Sintiendo que tenían casi todo a su favor, y que fuera del llamado círculo rojo la toma violenta de Canal 40 apenas levantaría interés y menos gran indignación, se confabularon para tomar las antenas que hacían posible la transmisión de la señal televisiva incómoda en el valle de México.
Una de las cúpulas más interesadas en cobrarle una cara factura a CNI es la de poderosos empresarios que rinden pleitesía a los Legionarios de Cristo. Junto con la elite de la Legión, los hombres del dinero que le son cercanos se sintieron ultrajados cuando en 1997 sus presiones y acciones de boicot publicitario se toparon con pared y no lograron que Canal 40 renunciara a transmitir un extraordinario reportaje sobre las acusaciones de abuso sexual cometidas por Marcial Maciel, fundador de los Legionarios. En aquel año la reacción virulenta de los macielistas contra las evidencias mostradas en un canal televisivo de poca audiencia, y la excelente serie periodística que sobre el mismo tema publicó La Jornada, autoría de Salvador Guerrero Chiprés, les ganó a los dos medios una campaña clerical en la que incluso un fúrico Norberto Rivera Carrera encaró al reportero de nuestro periódico y le espetó: "Ƒcuánto te pagaron?", implicando con ello que se había puesto al servicio de quienes sólo buscaban desprestigiar a la Iglesia católica y a uno de sus varones más reconocidos por el mismo Juan Pablo II.
Pues bien, desde hace casi seis años los Legionarios esperaron mejores tiempos para lanzarse contra una opción televisiva que iba acumulando mayor prestigio y audiencia. Fue así que su oportunidad se les presentó mediante su cercanía y tutela espiritual de quien se convirtió en la esposa (me resisto a llamarla primera dama por su connotación servil) del presidente Vicente Fox.
Esa cercanía con Marta Sahagún, y su asesoría para que el Vaticano le diera fast track a los trámites anulatorios de matrimonios anteriores de Fox y ella, con el fin de que las nupcias que pensaban contraer recibieran el nihil obstat de las autoridades eclesiales, movilizó en favor de la causa no sólo al mismísimo Marcial Maciel, sino que incluso involucró a conspicuos integrantes del gabinete foxista. Para satisfacer el agudo deseo de Sahagún de encontrarse con el Papa en el viaje de Vicente Fox a Roma, e impedida de hacerlo junto con quien las leyes mexicanas reconoce como su esposo, pero que la normatividad eclesiástica católica no legitima, Maciel cabildeó para que Juan Pablo II recibiera en audiencia privada y por separado a Marta María.
Como una retribución a las desinteresadas labores pastorales que los Legionarios han hecho en su favor, Marta Sahagún habría usado su calidad de "señora presidenta", como la empiezan a llamar en el extranjero y en los corrillos políticos nacionales, para abogar en favor de sus amigos y desagraviarlos borrando de la banda televisiva al cada vez más insoportable Canal 40.
Por pura coincidencia los intereses espirituales de los Legionarios tienen ciertas expresiones terrenales, como que "según distintas fuentes poseen poco más de 12 por ciento de las acciones de Tv Azteca" (artículo de Jenaro Villamil, La Jornada, 28/1/03). Para que no cupiera ninguna duda de que su peso estaba del lado de la empresa encabezada por Ricardo Salinas Pliego, cuando la disputa mediática y legal sobre a quién debían las autoridades darle posesión de las instalaciones del cerro del Chiquihuite estaba en todo su esplendor, Sahagún decidió aparecer en varios programas de Tv Azteca para promocionar una campaña caritativa impulsada por su fundación Vamos México.
Para cualquier persona medianamente informada y con capacidad para sacar conclusiones de la información recibida, el mensaje era claro: el ataque iniciado contra CNI-Canal 40 el 27 de diciembre y todas las triquiñuelas gubernamentales para evadir restituir las instalaciones tomadas violentamente a su verdadero concesionario contaron con la validación de la esposa del Presidente, y fue ella quien empujó para que sus amigos pudieran cobrarse la afrenta por el periodismo desarrollado en el 40. Tal vez, como dice un amigo, todo lo anterior sea una hipótesis delirante.