En esta civilización somos dioses los
que aún podemos ejercer el poder de decisión, dice
Johnny Laboriel, una carrera "más allá
del bien que del mal"
Anuncia la creación de Tercera Dinámica
Producciones para dar oportunidad a artistas talentosos
RAMIRO GOMEZ LUENGO ESPECIAL
A Johnny Laboriel todo el mundo lo quiere, y por eso cuando
va por la calle recibe infinidad de saludos y abrazos por parte de la gente,
a los cuales corresponde con sonoros besitos de trompita que por su dimensión
parece que se van a tragar el mundo.
Con 60 años de edad y 45 de trayectoria artística,
el negro cenizo de Romita decidió crear Tercera Dinámica
Producciones, que se propone producir sus shows, así como
los de otros artistas talentosos que no son promovidos por las grandes
productoras.
"Estoy creando esta compañía, donde todo
depende de uno mismo, y así no estás supeditado al capricho
de los productores, muchos de los cuales en privado te tiran caca y consideran
que ya estás acabado, pero cuando te ven en escena se esconden,
porque nadie causa el efecto que yo provoco en un show.
"Pero los productores tienen mucho poder, por eso mi intención
de convertirme en productor, para ser el único güey que diga:
chingue a su madre ese puto negro de mierda, o lleven a ese pinche negro
de mierda."
A Laboriel no le importa que vayan a pensar que ya se
volvió loco y que vive en el pasado, "porque lo que importa es esto:
rolas como Melodía de amor, Hiedra venenosa, Siluetas,
Rock del angelito e incluso Señora corazón,
una vez que las oyes, tengas 15 u 80 años, jamás las dejas
de amar".
Forjador de su propio destino, revela que una vez le dijo
al ya desaparecido Emilio Azcárraga Milmo que él no pertenecía
al organigrama de Televisa, "sino que ésta pertenecía a mi
organización. Por supuesto que El Tigre se cagó de
risa y me dijo que estaba loco, pero luego le besé los pies imitándole
a Marco Antonio Muñiz, quien estaba vetado, cantándole una
canción que decía: quiero volver, volver, volver".
Con la música en la sangre
Laboriel
revela que desde que tuvo uso de razón su vida transcurrió
en medio de una pachanga interminable, puesto que su padre, Abraham Laboriel,
era músico y bohemio de cepa pura, que supo transmitir a toda su
prole el amor por la farándula, "donde la vida es una tómbola.
"Quizá por eso no me llama la atención ni
todos los años que llevo en el camino, ni la popularidad, ni que
mi hermano Ely sea el mejor bajista del mundo, ni que mi sobrino trabaje
con Paul McCartney y con Sting".
Laboriel refiere que es como la anécdota del planeta
en donde nadie respira, "y de repente llegas tú de la Tierra y cuando
te ven respirar se sorprenden tanto que te agarran de show: 'a ver,
a ver, una respiradita por favor', te dicen, y entonces inhalas y exhalas
y nomás se oye la exclamación del respetable público:
¡ay cabrón, qué chingón eres!"
Jhonny recuerda que en la escuela era tan consentido por
los maestros por ser la estrella del coro, "que llegó un momento
en que los mismos mentores le pedían a mis cuates que me hicieran
la tarea para de que no me distrajera, ¡qué poca madre!"
Siendo parte de la llamada generación de los rocanroleros
-encabezada por Enrique Guzmán, César Costa, Alberto Vázquez
y Angélica María-, Laboriel precisa que la única diferencia
con ellos "es que tienen un billetote, y yo no".
"El productor Paco de la Ba-rrera me lo dijo: ya
cambió la jugada, se acabaron los grupos de greñudos con
chamarra de cuero y actitudes provocadoras, ahora vienen las carreras de
solistas con baladas bobaliconas, arreglos de cuerdas, coritos fresas y
trajes a la medida, pero yo me quería morir con mis Rebeldes del
Rock, a quienes adoro, y con quienes me sentía obligado moralmente".
Afirma que la canción Mi pueblo estaba originalmente
pensada para él, pero salió César Costa con ella y
fue todo un cañonazo, "ya que le valió hacer películas,
giras, comerciales y mucha lana; mientras yo seguía aferrado a los
Rebeldes. "Aunque no quieras entrarle porque deseas seguir firme con tus
ideales, la verdad es que vale para pura madre, porque si me lo ofrecieran
de nuevo nomás preguntaría dónde firmo". Asegura que
le pasó lo mismo que a la prostituta que se suicidó a los
90 años, luego que descubrió "que todas las demás
cobraban".
Acota que su padre era íntimo de Lázaro
Cárdenas, con quien anduvo para arriba y para abajo, "y luego de
que le compuso el himno a Tampico, el general le dijo: Laboriel ya la hiciste,
pídeme lo que quieras, y éste le pidió una guitarra.
"Mi papá me heredó esa actitud. Nunca me
interesó el dinero, y por eso cuando murió le dije ante su
tumba: te la voy a dedicar, porque ahora sí voy a ganar plata, y
es que mi viejo murió, duele decirlo pero es la neta, jodido".
Recuerda que su incursión en el rock se dio gracias
a un concurso que organizó a mediados de los 60 Radio Exitos, en
búsqueda de cantante para un grupo que comandaban los hermanos Tena
de la colonia Portales, quienes serían conocidos como Los Rebeldes
del Rock.
Un negrito talentoso
"Gané de calle, y no era para menos, puesto que
era saleroso, bailarín y desmadroso, pero sobre todo con pinta de
roquero recién desembarcado del Mississipi. Canté como 500
veces Tutti Frutti y Only you, y no se me olvida cómo
la gente exclamaba: 'qué pinche negrito tan talentoso', y yo con
apenas 16 años de edad."
Revela que lo que parecía una adolescencia de ensueño
poco a poco se fue convirtiendo en un infierno, puesto que la popularidad
a tan temprana edad fue el detonante de una personalidad que buscó,
mediante el alcohol y las drogas, rebelarse contra la forma tan represiva
en que sus padres le enseñaron el amor a Dios.
"Ese fue el inicio de lo que yo ahora llamo la primera
parte de mi gran confusión, ya que fue cuando le entré duro
y tupido a toda clase de drogas, que iban desde coca hasta mariguana,
alcohol e incluso morfina.
Según Laboriel, el mexicano no es racista, pero
tiende mucho a pitorrearse de todo aquel que luce distinto, ya sea un gordo,
un chaparro u obviamente, un ne-gro, "por lo que sería mentira negar
que mi color contribuyó mucho en un principio a que me sintiera
confundido".
La época de la confusión
Nacido en Real de Romita, a Laboriel le apasionó
siempre el desmadre y la calle, donde creció con la idea de que
el poder estaba en los puños de todos los gandallas, con los cuales
nunca dejó de juntarse, a pesar de que ya era toda una celebridad.
"Mi error fue que una vez desconté a un caca grande, lo que
me valió una temporadita en Lecumberri, donde aprendí lo
que no te imaginas."
Fue hasta los 28 años que Laboriel renunció
a toda forma de droga, pero precisa que lo más paradójico
es que todo lo hizo para quedar bien con la gente, "porque estás
convencido de que vas a cantar mejor, vas a pensar mejor y vas a resistir
más, pero llega un momento en que te das cuenta que no funciona,
que te estás haciendo güey solo.
"En 1971, durante una función en Catacumbas, que
estaba en el barrio chino, compré mota, coca y alcohol
y la repartí a todos los presentes advirtiéndoles que era
la última vez que lo haría, y que si me volvían a
ver igual de tiso, que me mataran".
La otra etapa de la confusión de Laboriel fue de
los 28 a los 50, en que se metió a trabajar en una cadena de hoteles
donde duró como 15 años, "y me sirvió de mucho, ya
que al recorrer todos los resorts de la cadena tuve oportunidad
de meditar, volver al ejercicio y purificar mi mente y mi cuerpo".
Laboriel considera que su carrera está más
allá del bien que del mal, "porque lo que ha perdido esta civilización
en todos los aspectos es el poder de decisión, y los que todavía
podemos ejercerlo, somos como dioses".
"Estoy permanentemente enrolado en una gira que se llama
'lo que caiga', ¿me explico?, no ando como Ricky Martin y otras
estrellotas diciendo que me voy de gira a Europa y Africa y luego me tomo
un año sabático en el Tibet para lograr el Nirvana, y que
de ahí me sigo a Australia y anexas. Ni madres, a lo que caiga cabrón,
y pa' qué te haces pendejo".