Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 16 de enero de 2003
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Sociedad y Justicia

Con las nuevas tecnologías sólo se incrementó la productividad, afirma especialista

Han caído 50% los salarios de jornaleros

En el sector hortícola prevalece el empleo de trabajadores no calificados, sostiene

KARINA AVILES

De 1984 a la fecha los salarios reales de los campesinos hortícolas han disminuido 50 por ciento, mientras que su productividad en el trabajo aumentó más de 65 por ciento, revela un estudio sobre el sector agroexportador de frutas y hortalizas realizado -en el contexto de la apertura comercial- por el investigador Hubert C. de Grammont, del Instituto de Investigaciones Sociales (IIS) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), quien considera que la desconexión entre ambos elementos es una consecuencia del incremento de la pobreza en México.

Señala que los efectos más notorios de la creciente pobreza de los trabajadores del campo se observan en el aumento de la desnutrición, el incremento del analfabetismo y, en general, en sus condiciones de vida, "que se encuentran por debajo de lo aceptable para un ser humano".

En entrevista con La Jornada, dijo que cuatro campesinos apenas logran ahorrar mensualmente entre mil y mil 500 pesos, cantidad que sólo les sirve para regresar a sus pueblos -después de realizar un duro trabajo en las zonas hortícolas del norte del país- y para comprar un poco de maíz para sobrevivir.

En el estudio, el investigador aborda el fenómeno de la modernización tecnológica y las nuevas formas de organización del trabajo para medir sus efectos sobre la productividad y la remuneración.

Establece que a partir de la década de los 90, las empresas hortícolas mexicanas dieron un salto tecnológico en la fase de la producción de campo, que ha permitido racionalizar el uso de insumos y agua, cuyos costos se dispararon a raíz del retiro de los subsidios a la agricultura.

Entre estas innovaciones están la generalización del riego por goteo, que permite disminuir el uso de herbicidas, conservar la humedad y ahorrar hasta "más de 300 por ciento" de agua, y la creación de invernaderos para cultivar hortalizas todo el año. Sin embargo, sólo están al alcance de las empresas más grandes porque suponen fuertes inversiones.

Los invernaderos "permiten incrementar los rendimientos, hasta 300 toneladas de tomate en un año por hectárea, facilitando una rápida rentabilización de la inversión inicial". El especialista afirma que la tecnología usada por las grandes empresas hortícolas de capital mexicano tiene un nivel comparable "a la tecnología de punta en Estados Unidos", y precisa que no sólo apuestan a la incorporación de nuevas tecnologías, ya que también descansan "en el uso flexible de la fuerza de trabajo".

Aclara que las empresas que tienen un proceso de modernización tecnológica no modifican la organización del trabajo en "todas las etapas del proceso productivo", sino sólo en aquellas fases que resulta imprescindible incorporar una flexibilidad "cualitativa" para responder a las nuevas exigencias de la tecnología adoptada, y esto tiene diferentes efectos sobre el uso de la fuerza de trabajo: en algunos casos se traduce en la creación de nuevos puestos y en otros en su desaparición.

El especialista explica que se mantiene la división sexual y étnica del trabajo, la contratación de indígenas y de mano de obra migrante para la realización de labores del campo, al lado de personal altamente calificado que interviene como técnico en los nuevos invernaderos.

"Esta estrategia genera un mercado de trabajo segmentado no sólo entre personal calificado y no calificado, sino entre mano de obra femenina y masculina, indígena y no indígena. De tal manera que al lado de una producción con métodos y tecnologías modernas se encuentra una mano de obra sometida a diferentes formas de discriminación o 'minorización' que se traduce en empleo precario".

Asegura que prevalece el empleo no calificado de trabajadores en extrema pobreza: migrantes, indígenas, mujeres y niños contratados básicamente en forma temporal para las cosechas, sin horario fijo y con un sistema de pago por tarea o por pieza.

En este proceso destaca la disminución del salario y el aumento de la productividad en el trabajo. Entre 1984 y 1996 el valor real del salario disminuyó 50 por ciento "y la tendencia hasta la fecha es que no se ha recuperado; en el mejor casos se mantuvo".

En 1995 un campesino cosechaba 65 por ciento más que en 1985. Por ejemplo, si en el ciclo 1984-85 se obtenían 85.6 kilos de tomate por jornada, diez años después se lograron 131. 2 kilos. En la actualidad el incremento en la productividad del trabajo es de más de 65 por ciento.

Por último, explica que si bien las nuevas tecnologías han hecho "más fácil el trabajo de los jornaleros", el cambio del sistema de pago por día al de por cantidad de trabajo realizada o por tarea presiona al campesino a trabajar más.

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