Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 15 de enero de 2003
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Cultura

Alberto Ramírez exhibe De lo vegetal a lo mineral

Difícil, que desaparezca la pintura en breve; ha durado siglos, dice artista

MERRY MAC MASTERS

A pesar de que vive desde hace 20 años en París, el pintor oaxaqueño Alberto Ramírez se ubica "fuera" de los círculos del arte de Francia, donde "en general está en boga todo lo que es minimalismo y arte conceptual", mientras su trabajo obedece, explica, a otra vertiente.

Ramírez utiliza los pinceles y las espátulas -asimismo cemento, carbón y fibras vegetales-, instrumentos puestos en entredicho en plena era de las computadoras. Recalca que no considera que la pintura sea obsoleta: "ha durado tantos siglos que no creo que desaparezca en lo inmediato".

En la actualidad su exposición De lo vegetal a lo mineral se encuentra en Casa Lamm (Alvaro Obregón 99, colonia Roma), donde continuará hasta fin de mes.

El catálogo correspondiente incluye el texto Corteza molida, de Iván Alechine, escritor e hijo del pintor belga Pierre Alechinsky. Algunas telas ya fueron expuestas en febrero de 2001, dentro de la muestra colectiva Cinco continentes, organizada por la UNESCO en su sede de París y en la que Ramírez representó a América Latina.

Relata que México, y en particular su estado natal nunca están lejos de sus pensamientos. Sin embargo, agrega, no le interesa "pintar como oaxaqueño, si es que se puede hablar así". Expresa que no cree que exista una escuela de arte oaxaqueña, porque "toda escuela obedece a una base teórica desde un principio".

En esa entidad, agrega, existe "un movimiento que se creó porque los maestros más grandes, entre ellos Francisco Toledo, Rufino Tamayo y Sergio Hernández, están impulsando una serie de cosas".

Aparte de reconocer como "maestros" a Alechinsky y Toledo, sin olvidar "los grandes clásicos, desde Picasso", afirma sentirse muy atraído por la nueva figuración alemana, es decir, la obra de Georg Baselitz y Markus Lpertz. Educado "dentro de lo figurativo", desde hace dos años Ramírez vive un periodo de transición en su trabajo, en el que trata de volcar sus inquietudes para sentir más libertad de "plantear ciertos cuestionamientos en torno a la problemática de la pintura".

El azar y la espontaneidad, añade, juegan un papel relevante en su labor. Manifiesta que las escenas de sus cuadros responden más que nada a su "amueblado interior", ya que surgen de la intuición y el accidente, es decir, "trato de organizar desde un chorreado hastra una cosa muy informal. No hago bocetos ni dibujos anteriores. Todo es inmediato".

-ƑCómo es su estado de ánimo al enfrentarse a la tela en blanco?

-Es un momento muy fuerte para mí, porque es una cuestión de emoción, de no saber lo que va a resultar en una tela al final de la sesión. La adrenalina también juega un papel. Utilizo mucho la música. En esos momentos, cuando necesito tener un estado emocional más fuerte, la música electrónica, el rock, me ayudan a tomar una decisión. Después hay que equilibrar el nivel de colores, de matices, de una manera más formal. Trabajo lo esencial de las telas en el piso. Ya para finalizar, coloco mi caballete, con la tela encima, me siento, pongo música clásica, algo mucho más reposado que me permite profundizar cuadro por cuadro.

El tamaño de su taller en Ville d'Avray le permite trabajar seis u ocho cuadros al mismo tiempo, lo que "obedece a una necesidad; muchas veces, casi como un rompecabezas, cada elemento me envía otro y de esta manera construyo mi trabajo. Después, cuando siento que un cuadro se sostiene, lo pongo solo y me aboco a él".

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