Un refugio en la memoria, de Eugenia Meyer y Eva Salgado

Recogen en un libro la historia de 253 exiliados

RENATO RAVELO

El fenómeno de las migraciones masivas, de los exilios, constituye uno de los más importantes problemas contemporáneos de Occidente, aseguran Eugenia Meyer y Eva Salgado en su libro Un refugio en la memoria, en el que se recuperan testimonios de 253 exiliados en nuestro país.

Por lo general, afirman las autoras del volumen editado por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y por Océano, ''los exiliados provienen de naciones donde la actividad política había llegado a niveles acuciantes''. Por lo anterior, sostienen, ''se sorprendían de encontrar un país donde la política parecía ser de uso y dominio casi exclusivo de un sector altamente profesionalizado y burocrático: los políticos, herederos de una revolución que cada día se vislumbra más distante, y que, por tanto, es un símbolo que creaba una confusión permanente en los recién llagados''.

Meyer y Salgado delimitaron su tema al de los exilios procedentes de América Latina y el Caribe, "que huían de gobiernos dictatoriales", vistos como fuente de información, por lo que "surgió la necesidad de reconsiderar a los protagonistas anónimos para conocer sus experiencias y realizar, en consecuencia, una lectura diferente de los procesos, misma que, a todas luces, vino a complementar la forma tradicional en que se llevaba a cabo la tarea propiamente hermética del historiador".

De esa manera el volumen para su presentación quedó dividido en siete apartados: Hacia el discurso histórico de los exilios en México; Las dictaduras latinoamericanas; México, destino seguro, destino final; El exilio es como quedarse vacío: Reconstruir la vida, curar las heridas; El dexesilio es un nuevo exilio; De identidades y pertenencias.

El libro es un tejido de testimonios y explicaciones de las distintas circunstancias como, por ejemplo, la diferencia entre ser exiliado sudamericano y centroamericano, con quienes las autoridades mexicanas se comportaban de manera recelosa. Asimismo las dificultades de adaptación a eso que Octavio Paz llamaba, en cita de las autoras "las innumerables máscaras que protegen, ocultan o dan vida a los mexicanos frente al mundo exterior".

El libro ofrece, en ese sentido, lo mismo el testimonio del desgarramiento que el del abrazo: "para cruzar Insurgentes nos agarrábamos de la mano, como en las películas de la India María".

Lo que más me molestaba de México, dice uno de los testimonios, "es lo que con el tiempo más me terminó gustando. La informalidad, la falta de puntualidad, eso lo viví los primeros años como un gran drama, y cuando aprendí a moverme con eso me pareció de las cosas más gratas de la vida".

Hay exiliados que afirman "No buscamos el contacto con argentinos. No, no era para nosotros un buen plan. A mí la onda melancólica no, no me servía en ese momento, necesitaba mucha más fuerza para salir y hacer mis cosas".

Pero también el que señala "tú no entiendes que este país te abrió las puertas enormemente y que brindó una posibilidad de estar, de libertad, de trabajar, de criar a los hijos... (y está) ese sector de 'pinches refugiados ya lárguense, ya váyanse a su país, nada más vienen aquí y nos quitan las chambas', que es muy jodido Ƒno?"

Esta reconstrucción de la memoria colectiva del exilio, expresan las autoras, "atiende a cuestiones insertas en las nuevas historias, como son la historia de las mentalidades, la historia de la vida cotidiana... entre otras, que reconocen con exactitud la duración y la condición coyuntural de los acontecimientos".