APRENDER A MORIR
Hernán González G.
El viaje más importante
Narciso, pésimo consejero
Algunos requisitos básicos
INTERESANTE PLANTEAMIENTO EL de Imelda García de Rosas al referir la contradictoria actitud de su anciana madre (88), quien con una vida de retos, logros, audacias y varios viajes por el mundo "se siente desarmada, deprimida y temerosa ante el arribo inminente de su muerte, tras haber derrochado valor, buen ánimo y espíritu de aventura a lo largo de su existencia".
ES FRECUENTE QUE cuando una persona ha conseguido ser en buena medida "el arquitecto de su propio destino", en términos de decisiones y de experimentar sucesos extraordinarios, incurra en la fascinación de esa trayectoria poco convencional que la diferencia del grueso de sus semejantes y, en vez de agradecer a la vida tantas oportunidades aprovechadas, olvide que sólo es un ser humano más, con sus grandezas y limitaciones, entre otras la de tener que morir.
SE PUEDE EN estos casos de vidas cumplidas estimular el ego sabio del paciente, no sólo para que aligere las culpas, pendientes y apegos que aún lo agobian, sino para que perciba ese trance con mayor asertividad. Insistir, por ejemplo, en que en vez de atemorizarse, lo que sirve de muy poco, empiece a preparar, con el mayor esmero, entusiasmo y ahorro de sufrimientos posible, el viaje más importante y apasionante de todos, puesto que no tendrá otro mapa que el de la desafiante, serena y excitada disposición a viajar con su espíritu, sin costo, itinerarios ni destino conocido.
PREGUNTA EL ESTUDIANTE de preparatoria Celso Delgado Reyes qué se necesita para ser tanatólogo. En primer término, siento que poseer la serena capacidad de dudar, es decir, de revisar posturas propias, no para paralizarnos, sino para apuntalarnos a partir de una percepción personal conciente y comprometida, alejada de dogmas y temores infundidos e infundados.
ENSEGUIDA LA CAPACIDAD cotidiana de empatizar, de procurar ponerse razonablemente en los zapatos del otro, de sentir con, de apoyar sin estorbar, a partir de un permanente preguntar, no de un vanidoso moralizar, y con la suficiente intuición para percibir la diferencia entre pretender ser útiles y aún así no ser requeridos por el paciente o sus familiares y aceptarlo.
POR ULTIMO, CREER firmemente en la vida, que equivale a creer, sin aspavientos, en la muerte, la mía y la de los demás, y prepararnos para cuando llegue, pensando en ella a diario, no por alimentar miedos, sino por aligerar apegos y relativizar cuanto nos suceda, positivo o negativo, pues como decía don Juan Matus: "Uno tiene que pedir consejo a la muerte y dejar la pinche mezquindad de los hombres que viven sus vidas como si la muerte nunca los fuera a tocar". El riesgo de la tanatología en nuestro medio es que se vuelva una moda piadosa más o devenga instrumento de doctrinas desgastadas.