Eduardo R. Huchim
El voto electrónico
Cuando hace algunos años discutíamos en el Instituto Electoral del Distrito Federal (IEDF) la disposición del Código Electoral capitalino para que el cómputo definitivo de votos se inicie el mismo día de los comicios, hubo voces que postulaban la necesidad de que tal cómputo se efectuara, como en las elecciones federales, el miércoles siguiente al domingo de la elección. Mantenerlo como está -decían- obliga a los funcionarios distritales, consejeros y representantes de partidos a un excesivo esfuerzo, ya que esa importante actividad no puede suspenderse, sino que debe concluirse sin que medie interrupción alguna, lo cual propicia también la comisión de errores.
Yo sostenía que esa disposición del Código capitalino representa un avance notable que debe preservarse. También recordaba que un cómputo rápido y confiable había sido una insistente y justificada demanda de varios partidos políticos durante decenios. Lo que sí debe hacerse -argumentaba- es aprovechar los adelantos tecnológicos para que la pesada carga derivada del cómputo se aligere.
"Ustedes podrán preguntar de cuál fumé -dije en una reunión con funcionarios electorales-, pero Ƒsería excesivo pensar en una computadora en cada casilla del Distrito Federal que permitiera un conteo instantáneo de los votos? Yo creo que esto es perfectamente factible en la capital del país, donde existe la infraestructura necesaria. Por supuesto, puede haber otras complicaciones, pero ninguna de ellas parece irresoluble".
Lo que no sabíamos entonces, ni yo ni los partidarios de realizar el cómputo el miércoles, era que el sistema de votación y conteo mediante una computadora en cada casilla, es decir, el voto electrónico, ya existía y operaba en Brasil.
En efecto, en Brasil la urna electrónica fue usada por primera vez en 1996 en un tercio de ese país, y su implantación se derivó de un fraude electoral que en 1994 provocó la anulación total de las elecciones proporcionales en el estado de Río de Janeiro. Como consecuencia, el Tribunal Superior Electoral constituyó, en 1995, una Comisión del Voto Automatizado, que produjo un prototipo de urna electrónica -cuyo precio no rebasó los mil dólares estadounidenses- que reunió en una pantalla de cristal líquido las funciones de urna y boleta y que funcionaba con energía eléctrica y, a falta de ésta, con una batería de automóvil. Aquel prototipo fue perfeccionándose y actualmente se utiliza en todo el país, incluso en zonas inhóspitas y con deficiente infraestructura, adonde se transporta literalmente a lomo de burro.
El modelo brasileño es uno de los que actualmente están en uso, pues ya se dispone de otros que ofrecen opciones diversas. Uno de ellos es el de pantalla de contacto, que permite al elector votar tocando directamente con los dedos la pantalla de la urna electrónica, a la que tiene acceso introduciendo su credencial de elector por la ranura correspondiente, o bien introduciendo una tarjeta que le es entregada después de ser identificado en la lista nominal respectiva.
En México la urna electrónica ha sido motivo de análisis y estudio, particularmente en el Distrito Federal, San Luis Potosí y Nuevo León, y en los dos primeros sitios habrá este año una prueba piloto que permitirá a partidos y votantes conocer en forma directa la operación de este novedoso sistema electoral. En el Distrito Federal, el IEDF presupuestó una partida de 2.2 millones de pesos para instrumentar la mencionada prueba y ya está en contacto con varios proveedores de urnas electrónicas, entre ellos la española Indra, la estadunidense Diebold y las mexicanas Alta Tecnología, Podernet e Ingeniería en Procesamiento Digital. De acuerdo con estos proveedores y con la experiencia brasileña, la urna electrónica es capaz de resistir, mediante la dotación de los candados necesarios, los más feroces ataques de los hackers y también de prevenir los embarazos defraudadores.
Para el Distrito Federal se planea instalar una urna electrónica en cada uno de los 40 distritos electorales, que los votantes podrán utilizar si lo desean, sin que esa votación incida sobre los resultados de las elecciones formales de jefes delegacionales y diputados a la Asamblea Legislativa, las cuales se desarrollarán con las urnas convencionales. También podrían instalarse otras computadoras en centros de gran concurrencia.
El uso de la urna electrónica no sólo aligerará la carga de trabajo de los funcionarios electorales, sino que podrá reducir la comisión de errores humanos, simplificar las tareas en las casillas, aumentar la rapidez en la obtención y difusión de resultados y, adicionalmente, generar importantes ahorros en la documentación y materiales electorales.
Para una futura implantación de la urna electrónica en las elecciones formales se requiere, además de reformas legislativas, de la confianza de partidos y electores. Ya se verá si las primeras experiencias generan esa confianza en unos y en otros.