2002, año del centenario del natalicio
del poeta, quien encontró solidaridad en este país
Alberti animó con su cordialidad el mundo literario
de México
Octavio Paz relató: "al leer sus poemas (cuando
tenía unos 16 o 17 años) penetré en un mundo donde
las viejas cosas y las gastadas realidades, sin dejar de ser las mismas,
eran otras"
RENATO RAVELO
El
silencioso paso de Rafael Alberti por México -cabe recordar a punto
de cerrar el año del centenario de su natalicio- es significativo
porque demuestra que el sentido que da vida al arte no tiene exilio ni
patria, salvo el elegido por el creador: fue aquí donde el poeta
supo de la muerte del torero Ignacio Sánchez Mejías y la
noticia dolorosa le inspiraría su conocida elegía Verte
y no verte.
Para Alberti el paso por este país no tuvo impacto
estético. No obstante, duró casi un año, en el edificio
Ermita, de Tacubaya, con María Teresa León, quien en una
reunión en 1929 se puso del lado de Alberti en un debate.
"Al día siguiente me llamó por teléfono.
Seguimos discutiendo sobre literatura y folclor. Y desde entonces he estado
siempre a su lado", relató el poeta. Cuatro años después
de aquel encuentro la pareja salió hacia Alemania y Rusia a estudiar
teatro.
En México por esas fechas ya Alberti era conocido,
como evocó en su momento Octavio Paz: "Mi descubrimiento de la poesía
moderna de nuestra lengua comenzó cuando yo tenía unos 16
o 17 años y estudiaba el bachillerato en San Ildefonso. Una de mis
primeras lecturas fue la de Alberti. Al leer sus poemas penetré
en un mundo donde las viejas cosas y las gastadas realidades, sin dejar
de ser las mismas, eran otras".
Esos
primeros años de la década de los 30 son un momento crucial
para Alberti, quien escribió al respecto: "Después del incendio
del Reichstag comprendimos que la vida y la libertad no eran ya posibles
en Alemania (...) Los intelectuales eran perseguidos. La embajada española
de la república salvó la vida de muchos, dándoles
asilo. Entre otras, la de Ernst Toller. No le valió de gran cosa,
sin embargo, pues, algún tiempo más tarde se suicidaba en
Nueva York, con los nervios totalmente destrozados".
"México, prepara tu fusil"
Rafael Alberti y María Teresa León regresaron
a España, pero sólo por un año, a fundar el grupo
de teatro Octubre e iniciar lo que el poeta llamó "nuestro vagabundaje",
hacia Rusia, Nueva York, La Habana y finalmente llegar a México
en 1935. De esa época es el libro Trece bandas y 48 estrellas.
Poema del mar Caribe.
De la pareja, expresó Octavio Paz, animaba su "cordialidad,
rara en el mundo literario mexicano (...) Recuerdo algunos paseos con Rafael
y fragmentos de conversaciones sobre lo humano y lo divino, más
sobre lo primero que sobre lo segundo, Quevedo y Neruda, García
Lorca y Sánchez Mejías -muerto hacía poco y al que
yo, niño, había visto torear en la Plaza de Puebla-. Aquí
terminó Alberti su elegía a la muerte del gran torero, Verte
y no verte; aquí la publicó en una preciosa edición
ilustrada por Manuel Rodríguez Lozano, el gran dibujante; y aquí
la firmó en la antigua plaza de El Toreo, teatro de las batallas
de Ignacio Sánchez Mejías y Rafael Gaona".
Alberti a su vez relató a la periodista Elena Poniatowska
los motivos de su estancia en nuestro país: "vine a buscar ayuda
para los mineros asturianos que habían hecho la insurrección
del año 1935. Estaban presos muchísimos y nosotros vinimos
para dar conferencias e informar. Una parte del dinero de las conferencias
era para dársela a los mineros asturianos que estaban en la cárcel.
María Teresa y yo sacamos bastante dinero".
En el libro Bandas y estrellas, en el fragmento
final del poema México, queda testimonio de cómo ésta
no fue para Alberti la estancia más poéticamente vital: "Eres
México antiguo, horror de cumbres/ que se asombran batidas por pirámides,/
trueno oscuro de selvas observadas/ por cien mil ojos lentos de serpientes.
/Contra los gachupines que alambican/ residuos coloniales por sus venas,/
prepara tu fusil. Tú eres el indio/ poblador de la sangre de lo
criollo./ Si él y tú sois ya México, ninguno/ duerma,
trabaje, llore y se despierte/ sin saber que una mano lo estrangula,/ dividiendo
su tierra en dos mitades".