En 2022 importará 2 de 3 barriles de
crudo que consuma
Ataque a Irak, cuestión de seguridad energética
en EU
Buscará fuentes de suministro en AL, Africa y
el Caspio
JIM CASON Y DAVID BROOKS CORRESPONSALES
Washington y Nueva York, 30 de diciembre. El año
concluye con preparativos para una guerra y con la proyección oficial
de que en 2022 Estados Unidos dependerá de las importaciones de
petróleo: comprará en el extranjero dos de cada tres de los
barriles que consuma. Guerra y petróleo están explícitamente
vinculados: el gobierno de George W. Bush ha declarado que la "seguridad
energética" es una de las principales claves de su política
exterior.
En su más reciente informe de proyecciones, Annual
energy outlook para 2003, difundido en noviembre en su versión
preliminar, el Departamento de Energía reporta que la demanda mundial
de crudo se incrementará 61 por ciento en los próximos 25
años. En ese periodo, la dependencia estadunidense del energético
extranjero se incrementará de 55 a 68 por ciento.
Recién instalado en la Casa Blanca, el gobierno
de Bush definió la "seguridad energética" como prioridad
clave de su política exterior, cuando la creciente dependencia del
petróleo extranjero obligó a la adopción de la recomendación
hecha por el grupo de trabajo para la estrategia nacional de energía,
convocado por el vicepresidente Dick Cheney: que "el presidente haga de
la seguridad energética una prioridad en nuestra política
comercial y exterior".
El documento producido por el grupo de Cheney advirtió:
"en 2001 Estados Unidos enfrenta la más seria carencia de energía
desde los embargos de petróleo de los 70. En nuestro curso actual,
en 20 años el país importará casi dos de cada tres
barriles de crudo; una condición de creciente dependencia de poderes
extranjeros que no siempre tienen de Estados Unidos en su corazón".
En 2000, señaló ese grupo de trabajo, casi
55 por ciento de las importaciones estadunidenses de crudo provenían
sólo de cuatro países: 15 por ciento de Canadá, 14
de Arabia Saudita, 14 de Venezuela y 12 de México. Así, Cheney
recomendó que el mantener buenas relaciones políticas y económicas
con estas naciones debía ser un objetivo central del gobierno de
Washington.
América Latina en la mira
En
sus proyecciones más recientes, el Departamento de Energía
subraya la necesidad de ampliar la producción petrolera en América
Latina. Estados Unidos proyecta que la extracción en Brasil podría
multiplicarse por cuatro para llegar a un total de 4 millones de barriles
diarios en los próximos 20 años, y que podrían esperarse
incrementos significativos en Colombia, Ecuador y Argentina, dependiendo
en parte de las circunstancias políticas.
Al mismo tiempo, según la Estrategia Nacional de
Energía preparada por una comisión de trabajo encabezada
por Cheney en 2001, mantener una fuerte relación con México,
actualmente uno de los cuatro suministradores de petróleo más
importantes de Estados Unidos, fue señalado como una pieza vital
de la política exterior de Washington.
"Nuestra relación energética con México
refleja el carácter crecientemente interrelacionado con las economías
del TLC y nuestra frontera contigua", declaró Cheney hace dos años.
El petróleo del mundo es asunto nacional para Estados
Unidos, y ese documento definió cuatro zonas geográficas
como estratégicas en el suministro de petróleo (y gas natural).
Además de Arabia Saudita y los otros países de Medio Oriente,
Cheney declaró: "necesitamos fortalecer nuestras alianzas de comercio,
profundizar nuestro diálogo con los principales productores de crudo
y trabajar por una mayor producción en el hemisferio occidental,
Africa y el Caspio, y otras zonas con abundantes recursos petroleros".
La región del mar Caspio está ubicada justo
al norte de Afganistán y se espera que la zona sea una fuente mayor
de petróleo y gas natural en las próximas décadas.
Estados Unidos también espera poder contar, en los siguientes 25
años, con una triplicación de la producción petrolera
de países africanos que no son miembros de la OPEP.
Medio Oriente y una posible guerra
Tanto el grupo de trabajo de Cheney como los nuevos documentos
oficiales del Departamento de Energía calculan que los países
petroleros de Medio Oriente y el Golfo, en particular Arabia Saudita, continuarán
siendo claves en el suministro de crudo a Estados Unidos. El Departamento
de Energía proyecta que en los próximos 20 años se
duplicarán las importaciones del Pérsico.
Es esta creciente dependencia del petróleo importado,
ha señalado el experto Michael Klare en su reciente libro Resource
wars (Guerras sobre recursos) lo que en general guía la política
exterior estadunidense en Medio Oriente.
Klare, en una serie de artículos publicados en
La Jornada y en el suplemento Masiosare, así como
otros medios a nivel internacional, también ha indicado que los
planes para una guerra contra Irak forman parte de una estrategia a largo
plazo para mantener el dominio y el control sobre una región que
es vital para la seguridad energética de Estados Unidos.
Pero una "guerra por los recursos" como parte de la estrategia
estadunidense en Medio Oriente ha provocado un intenso debate en este país.
Aunque casi todos están de acuerdo en que el petróleo
es un factor clave en cualquier toma de decisiones para la política
hacia el golfo Pérsico, hay quienes cuestionan la lógica
de un ataque a Irak en este contexto. Por un lado, están los que
sostienen que una acción bélica contra Bagdad tiene como
objetivo central tomar el control de los vastos recursos petroleros de
ese país para beneficio de la economía estadunidense.
Larry Lindsey, ahora ex asesor económico de George
W. Bush en la Casa Blanca, justo antes de dejar el cargo este mes, declaró:
"cuando se dé un cambio de régimen en Irak uno podrá
sumar entre 3 y 5 millones de barriles de producción a la oferta
mundial (de petróleo)... una exitosa realización de la guerra
sería buena para la economía", reportó la revista
The Economist.
Pero este argumento, señalan expertos del sector
petrolero, es muy optimista por el solo hecho de que la infraestructura
petrolera iraquí está tan deteriorada que llevaría
entre 5 y 10 años lograr este nivel sin precedente de producción
y, además, hay algunos intereses en el sector que se opondrían
a añadir tal nivel de oferta al mercado mundial, ya que esto tendría
un efecto negativo sobre el precio del producto.
Para otros, una guerra contra Bagdad no sólo provocaría
inestabilidad en toda la zona del golfo Pérsico, poniendo en riesgo
al centro de producción petrolera más importante del mundo,
sino que los costos de ese conflicto serían tan graves que amenazarían
la economía estadunidense, y posiblemente la mundial.
Mucho depende de los precios del crudo en el mercado internacional,
y la incertidumbre provocada por una posible guerra, o las consecuencias
de ésta, pueden amenazar las perspectivas de la recuperación
económica de Estados Unidos y otras naciones, en particular las
que más dependen del petróleo importado.
Recientemente se han realizado varios estudios para calcular
los costos económicos (claro, no humanos) de una guerra contra Irak.
El Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS), con
sede en Washington, convocó a un grupo de expertos que calcularon
varios factores, que incluyeron el costo directo de la acción bélica
más los costos indirectos y posteriores, así como el impacto
sobre los mercados petroleros.
El costo acumulativo de aquí a 2004 oscila entre
55 mil millones de dólares (en el mejor de los casos: una guerra
breve y exitosa), y 120 mil millones (en el peor escenario). La Cámara
de Representantes y la Oficina de Presupuesto del Congreso también
han calculado el costo de una guerra relativamente breve entre 55 mil y
60 mil millones de dólares. Pero si se incluyen proyecciones para
una década agregando los costos posguerra de la reconstrucción
y el mantenimiento de paz, podría resultar una cifra de mínimo
120 mil millones hasta 1.6 billones de dólares (con costos posguerra
de hasta 600 mil millones).
En torno al petróleo, los cálculos oscilan
entre dos polos: desde el peor escenario, donde el equipo de CSIS vislumbra
la posibilidad de una dramática alza de hasta 80 dólares
por barril, y un retorno a los 40 dólares durante un periodo extendido
que sería desastroso para varias economías nacionales, entre
ellas la estadunidense, a un escenario sin guerra, que irónicamente
no es el mejor para la economía, ya que la incertidumbre en torno
a una posible acción bélica deprime los mercados financieros
y mantiene relativamente alto el precio del crudo.
El escenario actual
De hecho, ya se está registrando el impacto del
escenario "sin guerra". La última semana de 2002 los precios internacionales
del petróleo han alcanzado su nivel más alto en los últimos
dos años. Los mercados financieros registran, según analistas
financieros, la inestabilidad global que incluye la incertidumbre de una
guerra contra Irak, las amenazas bélicas de Corea del Norte y la
crisis política en Venezuela.
"El problema con 2002 es que los inversionistas se centraron
en los escándalos (financieros y empresariales en Estados Unidos).
Al iniciar 2003 el problema que enfrentamos es que los inversionistas empiezan
a enfocarse en la situación geopolítica", comentó
Hugh Johnson, jefe de inversiones del First Albany Corporation, a la agencia
Reuters.
La situación en Venezuela comienza a tener un impacto
real sobre la oferta de petróleo en Estados Unidos, advierten expertos
financieros estadunidenses, quienes señalaron que este es un factor
en el aumento de los precios del petróleo la última semana.
"Es el inicio de los problemas con la situación en Venezuela, y
va a empeorar", declaró John Kilduff, vicepresidente de Firmat USA,
al New York Times hace unos días.
El precio del petróleo crudo se ha incrementado
en casi 7 dólares por barril (27 por ciento) desde principios de
noviembre, y los expertos en Estados Unidos pronostican que estas alzas
pronto tendrán un efecto en todos los sectores económicos,
con lo cual ya se evalúa qué impacto tendrá sobre
la tibia recuperación económica actual.
Los analistas señalan que los factores que elevan
el precio de petróleo podrían empeorar, por la situación
en Venezuela, las preocupaciones de una posible guerra contra Irak y su
impacto sobre el petróleo del golfo Pérsico. El analista
David Costello, de la Administración de Información de Energía
del Departamento de Energía, comentó al New York Times
que para que el precio del petróleo tenga un efecto mayor sobre
la economía se debe mantener durante más de un mes a un nivel
superior de 30 dólares el barril, algo que los analistas consideran
posible con la intensificación de la crisis en Venezuela, de donde
proviene 14 por ciento de las importaciones petroleras de Estados Unidos.
Los especialistas prevén que si no se resuelve
pronto la crisis en Venezuela, otros miembros de la OPEP ofrecerán
elevar su producción, pero los efectos económicos en Estados
Unidos se verán reflejados en precios más altos no sólo
de gasolina, sino en sectores que van desde aviación hasta la construcción.
Pero depender más de la OPEP en esta coyuntura
es volver a evaluar el impacto de una guerra en la región, y de
la importancia de esa región para la "seguridad" de Estados Unidos.
Aunque el gobierno de Bush ha expresado el deseo de "diversificar" su dependencia
fuera de los países de Medio Oriente, nuevos informes oficiales
pronostican que ocurrirá lo contrario.
El reporte más reciente del Departamento de Energía
proyecta que para 2025 los países de la OPEP concentrarán
51 por ciento de la producción mundial de petróleo (actualmente
producen 38 por ciento), en tanto que aproximadamente dos tercios de la
extracción de los integrantes del cártel se ubica en el golfo
Pérsico, con Arabia Saudita como principal productor. Por tanto,
todo indica que la dependencia del mundo industrializado, en particular
Estados Unidos, de las naciones árabes se incrementará.
Arabia Saudita juega un papel único en el contexto
mundial del petróleo. El New York Times reportó que
si los mercados mundiales de crudo se ven desestabilizados por una guerra
en Irak o más huelgas en Venezuela, sólo Arabia Saudita tiene
capacidad para elevar su producción en unos cuantos meses.
Ante este problema, a pesar de que la estrategia estadunidense
de seguridad señala como clave ampliar las fuentes de energía
en el mundo, particularmente en zonas como América Latina, Africa
y el Caspio, todos entienden que la dependencia de Estados Unidos del golfo
Pérsico sigue siendo un factor clave en el esquema de "seguridad
nacional" de Estados Unidos.
El motor del último superpoder sigue dependiendo
de gasolina árabe, africana, asiática y latinoamericana.