Jorge Timossi
Argentina: ni libros ni alpargatas
El título de este artículo me lo sugirió
Marcelo Cafiso, director de la editora y distribuidora Nuestra América,
cuando me envió desde Buenos Aires una serie de datos sobre la crítica
situación del libro en Argentina. Comenzó diciendo: ''Parodiando
la tristemente célebre frase argentina 'alpargatas sí, libros
no', hoy nos encontramos cara a cara con esta realidad donde no sólo
estamos descalzos de los pies, sino también de las ideas''. Transcribo
textual su informe, porque de otro modo creo que perdería la intensidad
dramática que contiene:
''Desde hace aproximadamente cuatro años venimos
sintiendo el exterminio de unas 300 librerías en todo el país
debido a las condiciones socioeconómicas de la población.
Diciembre de 2001 se convirtió en una oxidada bisagra que cambió
completamente la vida del lector argentino y el libro. Devaluación
y crisis economico-financiera, la más terrible de la historia de
nuestro país, fueron los disparadores de esta nueva realidad.
''Y desde este momento la disminución de las ventas
en las librerías ascendió a 60 o 70 por ciento, dependiendo
de la zona geográfica; desaparecieron los créditos; los costos
aumentaron indiscriminadamente al ritmo del dólar para el pago de
todos los insumos de impresión y edición; las cobranzas de
las pocas ventas no se logran antes de los 90 días, y con suerte;
ni pensar en cobrar en dólares. Y si a todo esto le sumamos el estancado
salario en pesos de los lectores que aún tienen trabajo, nos conduce
inevitablemente a que hoy en Argentina los libros son lo último
que si se puede se adquiere.
''Lo importado... un lujo, o un libro de necesidad imperiosa
que ingresa al país en cantidades irrisorias, sólo los justos
y necesarios libros importados para profesionales de distintas actividades.
La relación de ayer a hoy en cuanto a las importaciones es de 10
a uno.
''Han quedado pocas, poquísimas editoriales independientes
y nacionales que no se vendieron a los grupos extranjeros que intentaron
comprar casi todo el mercado editorial y librero. Estas editoriales nacionales
realmente están multiplicando panes y peces para sobrevivir. Luchan
diariamente para seguir brindando a nuestros lectores nuestros libros.
Su existencia es una proeza. Su trabajo, una vocación. Su firmeza
para continuar de pie una pluma que escribe la maravillosa página
de la historia de la industria editorial argentina.
''Los lectores, ávidos topos que husmean en los
rincones de las librerías de saldos y usados, tratando de encontrar
un buen libro a un buen precio para no perder, en tiempos donde mucho se
está perdiendo, ese sabor del placer de leer.
''Argentina es un país de lectores. La cantidad
impresionante de gente que asiste a la Feria Internacional del Libro de
Buenos Aires y a las diversas exposiciones culturales de todo el país
así lo demuestran.
''Argentina es un país de lectores, aun descalzos
y sin poder comprar los libros que quisieran.''
También solicité opiniones sobre el tema
a la librería y sala de exposiciones El Griego, la más importante
de la provincia norteña de Tucumán, en la que comenzaron
a declararse niños fallecidos por desnutrición. El fax que
me envió su dueño, Miguel Frangolis, tiene el mismo tinte
doloroso del anterior:
''Estamos en el año 2002: los comerciantes agonizan;
los empleados tiemblan ante la posibilidad de un mañana sin trabajo;
se suceden las huelgas y las movilizaciones (la mayoría de ellas
acalladas por algunas míseras prebendas del poder a los dirigentes);
los políticos son una casta perversa que ha decidido perpetuarse
en el poder junto con sus familiares y amigos; la solidaridad ha sucumbido
en una maraña infernal de intereses individuales.
''En este contexto, los que nos dedicamos al libro vemos
con asombro cómo el sueldo de un empleado apenas si alcanza para
comprar un texto; las editoriales canalizan su pavor engrillando a las
librerías, sus bocas naturales de comercialización, con contratos
cada vez más despiadados y leoninos, pero sobre todo de una soberbia
total, que genera por lo menos un resentimiento del cual, creo, no será
fácil salir.
''Lentamente van desapareciendo de las librerías
las ediciones de libros importados y son remplazados por saldos; ésa
es hoy la manera de dar la batalla por la subsistencia, en un rubro cuya
caída estimo en más o menos 40 por ciento, con editoriales
nacionales al borde del colapso o vendidas o integradas a grupos editoriales
multinacionales, de cuya ecuanimidad yo me cuidaría. Las nacionales
que dan batalla están en la soledad más absoluta.
''Las ediciones, otrora de 10 mil ejemplares o más,
son hoy de 2 mil, en el caso de libros que se consideren vendibles; no
se editan más libros de autores jóvenes o nuevos de cuyo
éxito se tenga una pizca de duda. Cada edición se ha convertido
en una especia de rito chamánico en el que participan editores,
gerentes, libreros y hasta lectores; "una equivocación" puede provocar
el enojo de los patrones multinacionales con su correlato de sanciones
(la industria del libro también ha sido fagocitada).
''Las editoriales han dejado de atender a zonas del país
por no encontrarlas rentables, y se han desprendido, como si fuera un lastre,
de sus viajantes, gerentes regionales, personal de depósito, promociones
a los docentes, etcétera. Una empresa líder en textos escolares
ha reducido sus clientes de 30 a 8 en el norte argentino; así se
ahorra viajante, riesgo, descuentos, y se adapta a las leyes del mercado.
Otra directamente ha sacado de su circuito al norte argentino.
''Los empleados que no fueron despedidos se vieron obligados
a aceptar la 'sugerencia' de convertirse en vendedores de servicio
de la empresa, o sea, deben pagar para trabajar, con lo cual la empresa
se ahorra aportes jubilatorios, obra social, sueldo fijo, indemnización
por despido; en el mejor de los casos, con una comisión muy reducida
deben recorrer, como si fueran viento, todo el país, de forma permanente.
''Mención aparte merecen los nobles editores
nacionales que, a pesar de todo, luchan por su supervivencia en una
batalla desigual y llena de escollos, pero que, en su mayoría, no
han despedido a ningún empleado ni han enajenado su decencia en
aras de mantener sus utilidades. Siguen, pues, editando, distribuyendo,
vendiendo al exterior, pero sin olvidarse del mercado local: creo que porque
son conscientes de la tarea que realizan. Es con ellos y sólo con
ellos que podrá resurgir, junto con los libreros, una nueva instancia
donde el libro no pierda su condición de vínculo cultural.
''Y, por último, nosotros los libreros, la otra
pata de esta estructura, también nos dividimos entre chicos y grandes,
entre cadenas y empresas (en su mayoría empresas familiares); damos
nuestra batalla, muchas veces alegrándonos de que se puedan conseguir
ediciones más baratas para poder llegar a más lectores, o
viendo con angustia y desesperación la apatía y el desinterés
de una población jaqueada por la desigualdad.''
En este panorama, sin embargo, ya se anunció la
próxima versión de la Feria del Libro de Buenos Aires, a
efectuarse en abril del próximo año con el lema Los argentinos
y los libros. La fundación El Libro -entidad organizadora, dirigida
por Martha Díaz- dispuso facilidades de pago para los expositores.
El presidente de esta fundación, Carlos Pazos, invitó a los
posibles editores y libreros a hacer ''en el peor momento la mejor feria
para mostrar al mundo que, pese al desamparo a que nos someten nuestros
gobernantes -salvo honrosas excepciones- y nuestros legisladores, fuimos
capaces de seguir luchando y produciendo''.
Una Argentina, parece evidente, que necesita a niños
bien nutridos, calzados y con libros.
El autor es escritor y periodista argentino. En 1999 obtuvo
el Premio José Martí