Mi obra lírica, ''poesía de viaje'';
la literatura, artículo de primera necesidad
A lo largo de mi vida he escrito rajiles y todavía
no llego: Gutiérrez-Vega
Peregrinaciones, compilación 1965-2001
que lanza el Fondo de Cultura Económica
ERICKA MONTAÑO GARFIAS
Con tres palabras Hugo Gutiérrez-Vega define su
obra poética: "poesía de viaje". Así se explica el
título de la antología Peregrinaciones. Poesía
1965-2001, que publica el Fondo de Cultura Económica como parte
de su colección Letras Mexicanas.
Ensayista,
cronista y diplomático, Gutiérrez-Vega (Guadalajara, 1934)
señala: "existe un género árabe que se llama rajil,
que es un poema de viaje, en el que se escribe de los preparativos, de
la salida, del viaje en sí, pero nunca habla de la llegada, porque
dice que lo importante es el viaje y llegar es un cansancio más.
A lo largo de mi vida he escrito rajiles y todavía no llego.
''Además, soy irremediablemente provinciano, a
pesar de que he andado por tantas partes. Como diría mi abuela:
'el que nace pa'maceta no sale del corredor'. De alguna manera sigo en
el corredor después de haber dado tantas y tantas vueltas.''
Giros de vida que lo llevaron a Italia, Gran Bretaña,
Brasil, Grecia, Rumania, Chipre, Líbano y Puerto Rico; viajes que
lo inspiran, al igual que la muerte, la vida, el encuentro, el desencuentro
o el amor, "que éste es el último y fundamental tema. Decía
Juan Ramón Jiménez que quitado el amor, lo demás son
palabras", agrega el director del suplemento cultural La Jornada Semanal.
Lo guían en sus poemas los países visitados,
las personas conocidas y los deslumbramientos que, dice, "aún funcionan
a mi avanzada edad. Me deslumbra todo. La vanidad del mundo me deslumbra
y me horroriza, las dos cosas al mismo tiempo, porque también está
el horror y son las dos caras de la moneda del mundo. En estos tiempos
de neoliberalismo, de imperialismo desatado, de violencia, de superchería,
de demagogia, de la mentira como forma de gobernar, de mendacidad, de avance
de la derecha fundamentalista, de todos estos grupos enemigos de la vida,
los deslumbramientos son cada vez más breves, más escasos
y los horrores más espantosamente frecuentes".
Teme a la suspicacia y a la violencia "no sólo
en lo que me afecte a mí, sino al mundo en general". Aun así
escribe poesía, porque ésta, considera, "sigue siendo un
artículo de primera necesidad, como el pan o la sal. La poesía
no nos permite averiguar nada, porque no tiene utilidad inmediata alguna,
y sin embargo es extremadamente útil, como decía Montale,
es capaz de mejorarnos los días. Pienso en Jaime Sabines o Jorge
Manrique, quienes dicen cosas que nosotros quisiéramos decir y no
sabemos cómo sobre los temas fundamentales y cotidianos. Lo cotidiano
es lo fundamental".
Y así como lo cotidiano es parte esencial de su
poesía, el humor ocupa un lugar privilegiado, porque "detrás
de él hay un fondo de melancolía. El humor es una reflexión
más profunda que la reflexión pomposa sobre el mundo y la
vida. Estoy pensando en la banda de payasos de los finales de algunas películas
de Fellini que entran salen del escenario y tocan la última pieza
de la función, o el humor reflexivo de Buster Keaton.
"Mi poesía tiene mucho que ver con los cómicos
del cine mudo", aunque subraya que el humor "no es frecuente en la poesía
mexicana" y sólo algunos escritores, como Renato Leduc, Efraín
Huerta, Eduardo Lizalde y él mismo pertenecen a la vertiente que
descubrió en el humor "una forma de expresión natural y espontánea.
Si no es así, si es forzado, resulta insoportable y el lector se
da cuenta de inmediato".
Desde los 18 años escribe poemas influenciado por
Francisco González, Alfredo de Plascencia y, especialmente, por
Ramón López Velarde, además de los poetas de la Generación
del 27 como Rafael Alberti, Luis Cernuda o Federico García Lorca.
Ellos, dice, "me obligaron a escribir poesía, y después T.S.
Elliot o Samuel Coleridge me exigieron seguir escribiendo poesía.
No estoy muy seguro de si se equivocaron en sus exigencias".