Juan Arturo Brennan
¿Quién es Laurie Anderson?
Mi asistencia a una de las recientes presentaciones de
Laurie Anderson en el Teatro de la Ciudad (en el marco de su primera visita
profesional a México) estuvo saludablemente señalada por
una inocencia casi virginal de mi parte: más allá de algunos
tracks en las pistas musicales de la película Las alas
del deseo y algunos otros filmes, mi contacto previo con su quehacer
artístico era prácticamente nulo. Así que un buen
primer paso era, lógicamente, tratar de averiguar quién es
esta interesante mujer. Para empezar, vale señalar que en los minutos
previos a su espectáculo me encontré en el Teatro de la Ciudad
con un público improbablemente variado y ecléctico: rockeros,
folkloristas, compositoras de música de concierto, fotógrafos,
especialistas en música medieval, artistas plásticos, poetas,
museógrafos, etcétera. De entrada, la mezcolanza de fans
de Laurie Anderson es una primera señal inequívoca de sus
propias orientaciones artísticas. Aproveché, pues, el encuentro
con toda esa gente para preguntar a una docena de ellos: ¿quién
es Laurie Anderson? Sin duda, una de las cosas más instructivas
de la velada fue la asombrosa variedad de respuestas que obtuve. Muchas
de ellas fueron confirmadas puntualmente a lo largo de la presentación
de la artista, mientras que otras se convirtieron en campo fértil
(por lo contradictorio) para la discusión.
Esa
noche de sábado en el Teatro de la Ciudad, Laurie Anderson mostró
algunas de las facetas de su actividad creadora: compositora, poeta, cantante,
artista del performance; quedaron pendientes de revisar sus incursiones
(que son numerosas y muy interesantes) en el campo de lo visual. A este
respecto, fue notable esa noche la parquedad y austeridad de la presentación
escénica de Laurie Anderson, sin nada del circo, la maroma y el
teatro que suelen ser cosa usual con artistas dedicados simultáneamente
a diversas disciplinas. Por otra parte, una de las cosas que me dijeron
esa noche mis conocidos fue que Laurie Anderson está a la vanguardia
en el uso de las nuevas tecnologías. Una buena muestra de su sólida
intuición es el hecho evidente de que esas tecnologías (principalmente
sonoras) fueron empleadas discretamente como medios y no como fines en
sí mismos. El caso es que, fundamentalmente, Laurie Anderson cantó
y tocó el teclado, acompañada de un austero y económico
grupo formado por un cantante de apoyo, otro tecladista, un bajista y un
baterista. Sobre los textos de las canciones, vale la pena destacar una
poética de expresión cabalmente moderna, fundamentalmente
urbana, con numerosas referencias temáticas cruzadas a las que hay
que poner mucha atención. En la música misma, de personalidad
muy propia y muy sólida, pueden detectarse fugazmente vasos comunicantes
con personalidades tan distintas como Leonard Cohen, Annie Lennox, Roxy
Music y algunos de los músicos repetitivos, no necesariamente los
minimalistas más extremos. La combinación de esos textos
y esa música da como resultado ámbitos sonoros y expresivos
de una intensidad profunda y de una rara poética, anclados en una
voz plenamente adecuada como vehículo de comunicación y venturosamente
ajena a los chabacanos parámetros usuales de la música vocal
contemporánea.
Además de las canciones, Laurie Anderson ejecutó
un par de piezas que bien pudieran caer bajo la definición de narración
oral o performance, también con medios muy discretos y muy
bien dosificados. En estas piezas y en un par de canciones hacia el final
de su presentación, la artista mostró una faceta más
de su dedicación y profesionalismo al preparar y realizar los textos
en un castellano digno y bien empleado, en abierto contraste con el condescendiente
paternalismo que utilizan otros "artistas" para intentar salpicar sus presentaciones
con irrelevantes botanas en nuestro idioma. En suma, un espectáculo
poético-musical de alto calibre, protagonizado por la misteriosa
y elusiva Laurie Anderson, artista importante de la interdisciplina y la
multimedia, mujer de inteligencia evidente. Presencias como la suya son
un notable y necesario contraste al inmerecido auge de señoritas
que, como Madonna, Jennifer López, Mariah Carey, Britney Spears
y otras semejantes, pasan por el mundo de la música ventilando sus
telenovelas personales y luciendo sus redondeces y sus ombligos.