260 ° DOMINGO 15 DE DICIEMBRE DE 2002
¿Quién ganó y quién perdió en el 2002?
En el año electoral:
los grandes pierden

DANIELA PASTRANA

El año electoral estuvo marcado por la renovación de las dirigencias nacionales del PRI, PAN y PRD. Las sangrías en la militancia no lograron sanar a tiempo. Las pérdidas tuvieron beneficiarios: los partidos pequeños. Así llegan los partidos al 2003, la gran prueba del gobierno del cambio

Ilustración de Rosario Mateo C.El 19 de enero, ante consejeros nacionales, Luis Felipe Bravo Mena reconoció la pérdida de un millón 600 mil votos de su partido entre el año 2000 y el 2001. “Hemos avanzado en todos estos renglones (se refería al incremento de población gobernada por Acción Nacional), pero ello no debe soslayar nuestra preocupación por los factores que concurrieron para no repetir el triunfo en muchas ciudades”, dijo el presidente nacional del PAN.

Era el preludio de un año electoral difícil para el partido de Vicente Fox. Un mes después, Acción Nacional fue arrasado en las elecciones de Quintana Roo (donde redujo a la tercera parte su votación de las elecciones federales de 2000) e Hidalgo (donde cayó al tercer lugar electoral). La ineficacia electoral fue un arma usada por Carlos Medina Plascencia en el proceso de renovación de la dirigencia nacional aunque los senadores panistas, encabezados por Diego Fernández de Cevallos, atribuyeron los resultados al incremento de las tarifas eléctricas aplicadas por el gobierno federal.

Además de las pugnas internas, las derrotas de principio de año pusieron en evidencia la gran paradoja del partido gobernante: aunque fue el único de los partidos grandes que aumentó su votación (313 mil votos) con respecto a las elecciones de 1999 –el proceso inmediato anterior de resultados comparables–, perdió posiciones en congresos locales y municipios –incluidas plazas fuertes como Taxco, Pachuca y Torreón– y, en números netos, cayó al tercer lugar electoral.

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¿Es el PAN el gran perdedor del 2003?

Sus adversarios juran que sí, si se considera que en 1999 había duplicado el número de municipios que gobernaba.

Pero la definición de quién ganó y quién perdió en el año electoral que termina tiene sus asegunes.

Y depende, claro, del cristal del partido con que se mire.

Este año se renovaron alcaldías y congresos locales en seis estados (Baja California Sur, Quintana Roo, Hidalgo, Nayarit, Guerrero y Coahuila), además de la elección extraordinaria de Ciudad Juárez (que finalmente ganó el PAN, con escándalos de por medio).

La suma de las siete elecciones dio al PRI 2 millones 677 mil 593 votos (44% de la votación total); además –se ufanan sus dirigentes– conservó la mayoría legislativa en cuatro estados, ganó más de la mitad de los municipios en disputa, recuperó Nayarit y dos capitales (Tepic y Pachuca).

Sin embargo, es el partido que más perdió con respecto a las elecciones de 1999 (casi 150 mil votos), y fue derrotado en zonas rurales de Hidalgo y Guerrero, donde era fuerte históricamente.

La pérdida no es menor. En los dos años que lleva huérfano de Presidente, el PRI ha dejado de gobernar a nivel municipal 11% de la población; este año perdió –descontando lo que recuperó– medio centenar de ayuntamientos (ya en las elecciones de 1999 había perdido 18% de sus municipios), y el año que inicia será el más difícil del trienio para este partido, pues hay elecciones locales en seis entidades gobernadas por el PAN y el PRD (Nuevo León, Jalisco, Guanajuato, Querétaro, Morelos y Distrito Federal).

Los bandos contrarios ven en estos resultados una señal de que “el PRI se desmorona a cuentagotas”.

El PRD, por su parte, no tiene mejores cuentas, pese al optimismo desbordado de sus dirigentes después del triunfo en Guerrero (donde ganaron con holgura la mayoría de las ciudades importantes).

El partido del sol azteca superó este año al PAN en número de votos por una nariz: un millón 355 mil 84 (22.41%) del PRD contra un millón 331 mil 752 de Acción Nacional (22.03%). Así ganó el puesto de segunda fuerza electoral.

Empero, comparado consigo mismo, el PRD tiene saldo rojo: perdió más de 60 mil votos con respecto a 1999. Y aunque tiene 45 alcaldías más que hace tres años, su población gobernada (2.5 millones) está todavía debajo de los 4.5 millones del PAN y 6.5 millones del PRI. Es decir, el PRD ganó muchos municipios que, en términos prácticos, representan pocos votos.

Lo que destaca del perredismo es que creció regionalmente: en Guerrero, por ejemplo, tuvo 31 mil votos más que en 1999, y en Coahuila, donde era inexistente, ganó tres municipios y 40 mil votos (gracias a su alianza con la Unión Democrática Coahuilense); en cambio, tuvo resultados desastrosos en Nayarit, donde se quedó sin municipios que gobernar, y en Quintana Roo, donde perdió las cuatro diputaciones que había ganado apenas hace tres años.

La diáspora

La sangría de militantes que dejaron los procesos internos de selección de candidatos fue pareja y variopinta. El caso emblemático fue el triunfo del Partido Verde Ecologista de México (PVEM) en el municipio de Benito Juárez (Cancún), que rompió el monopolio priísta en la tierra de Mario Villanueva (hasta esta elección, Quintana Roo era el único estado del país en el que el PRI no había perdido nunca un municipio). El PVEM dio la sorpresa con la candidatura de Juan Ignacio Zalvidea, un ex panista que antes fue priísta y cuya familia ha sido ligada al grupo de Villanueva Madrid.

La fórmula ya le había dado buenos resultados al Verde Ecologista en La Paz, Baja California Sur, donde postuló a Manuel Salgado Amador, líder moral de los burócratas, quien renunció al PRD y rompió con el gobernador Leonel Cota Montaño –era su director de Gobierno–, inconforme porque no le dieron la candidatura. Ex priísta y pilar en el triunfo de Cota Montaño hace tres años, Salgado Amador le arrebató en esta elección 20 mil votos al PRD.

En todo caso, la lista de los que brincaron de un partido a otro en busca de una postulación es larga y alcanza los seis estados en los que hubo elecciones. En los partidos grandes, la diáspora creció después de la renovación de las dirigencias nacionales, que marcaron el año electoral.

El 24 de febrero, la fórmula Roberto Madrazo–Elba Esther Gordillo triunfó en las internas del PRI. La campaña se había polarizado y después del “cochinero” –Oscar Levín, dixit– de la elección, Madrazo recibió un partido que estaba, literalmente, partido en dos.

En marzo, el PRD siguió los pasos priístas (la elección fue calificada por algunos perredistas como un “fraude monumental”), con un aderezo: además de los órganos de dirección –comité y consejo– nacional, el perredismo renovó en una sola jornada a todas sus dirigencias estatales, municipales y “de base”. Rosario Robles ganó 3 a 1 la presidencia nacional, pero el costo de las trapacerías en los estados fue alto.

El PAN religió a Bravo Mena sin mayores escándalos, en una votación restringida al Consejo Nacional. Las heridas, empero, salieron a relucir en la definición de candidaturas.

Sorpresa en Cancún

Ilustración de Rosario Mateo C. (detalle)Hace dos años, Francisco Labastida perdió estrepitosamente en Quintana Roo y arrasó en Guerrero. Ahora, cosas de la política, el PRI desplazó al resto de los partidos en la península (ganó todas las diputaciones de mayoría y siete de ocho alcaldías en disputa) y prácticamente se desplomó en la tierra de Rubén Figueroa (perdió más de 60 mil votos, 21 municipios –entre ellos Acapulco, Iguala y Zihuatanejo– y siete distritos).

Ante la descomposición interna de los partidos, los electores respondieron con votos inesperados.

En Baja California, por ejemplo, la alianza PRD-PT prácticamente mantuvo las posiciones que hace tres años llevaron a la gubernatura a Leonel Cota (ganó tres de cinco alcaldías y 11 de 15 diputaciones de mayoría). No así el PAN y el PRI, que hicieron un enroque de los municipios que gobernaban: el PRI ganó Mulegé, que era panista, y el PAN ganó Loreto, gobernado por el PRI. Con su candidato ex perredista en La Paz, el PVEM desplazó al PAN de la tercera fuerza electoral.

Mención aparte merece Quintana Roo, donde el PRI llegó a la contienda con una cauda de problemas: el Pemexgate le estalló a media campaña y el equipo del ex gobernador Villanueva –procesado por sus presuntos vínculos con el narcotráfico– se había dispersado en busca del cobijo de distintos partidos. Pero el desgajamiento de militantes no impidió que el priísmo quintanarroense arrollara en la elección (en buena medida porque la maquinaria recibió refuerzos de la “Fuerza Mexiquense”).

La excepción de Cancún, que perdió por cerrada votación, no es menos sorprendente. El neoecologista García Zalvidea derrotó a las huestes de la ex alcaldesa Magaly Achach (forjada en la invasión de terrenos y célebre por la golpiza de la policía a los globalifóbicos); pero también venció al candidato perredista Gastón Alegre (amigo de Arturo El Negro Durazo), quien en 1999 logró 36% de los votos en la elección de gobernador.

El PRD, en cambio, no sólo perdió las cuatro curules que había ganado hace tres años, sino que llegó al extremo en Cozumel, donde perdió 26 mil votos y pasó del segundo al sexto lugar electoral (sus 37 votos fueron superados, incluso, por los 76 del PAS).

La otra cara de la moneda fue Guerrero, donde el figueroísmo no pudo lograr que el PRI conservara todo el poder en el Congreso local. (Quedó integrado por 21 diputados priístas, 17 del PRD, cuatro panistas, dos de Convergencia, uno del PT y uno de la Revolución del Sur).

El PRI retuvo Chilpancingo, la capital, pero el PRD (que en la primera elección de la era Robles en una de sus plazas fuertes pospuso, a fuerza de centralazos, las disputas internas) le arrebató nueve distritos y 15 municipios –entre ellos Iguala y Zihuatanejo–, y conservó la ciudad más importante: Acapulco. Con una diferencia de 2 a 1, Alberto López Rosas derrotó al candidato del gobernador.

Por su parte, el PAN creció su votación de 1999 en más de 57 mil votos y ganó cinco municipios –antes bastiones de PRI y del PRD–, pero perdió el único que gobernaba en el trienio anterior: Taxco, su plaza histórica.

Los autogoles

Desde otra perspectiva, la de “lo que pudo ser”, la presea de los perdedores del año estuvo entre el gobernador de Nayarit, Antonio Echeverría, y el PRD hidalguense.

Veamos. En 1999 la coalición PAN, PRD, PT y PRS le quitó al PRI la gubernatura de Nayarit, seis de los 20 ayuntamientos y 13 de las 18 diputaciones de mayoría. Pero una vez sentado en la silla de gobernador, Echeverría desbarató la alianza al sumarse a la campaña de Vicente Fox. A esta elección, el gobernador llegó desgastado y enfrentado con sus aliados, pero eso no impidió que promoviera a sus amigos y compadres como candidatos a alcaldes y diputados locales (por el PAN y Convergencia).

¿El resultado? El PRI aumentó 5.4% su votación de 1999, arrasó las 18 diputaciones de mayoría, recuperó la capital, y ganó 15 de las 20 alcaldías.

El gobernador, claro, atribuyó la derrota al “voto duro que (el PRI) creó durante décadas” y al atraso escolar en el estado.

Los errores también persiguieron al perredismo en Hidalgo. Primero fue su inútil alianza con el Frente Democrático Hidalguense (del ex priísta José Guadarrama), al que el PRD cedió 11 de las 18 candidaturas a diputados. Para nada, porque el PRI arrasó en los 18 distritos electorales y obtuvo la mayoría absoluta en el Congreso local.

Luego vino la sanción del IFE, por la imposición de la lista de candidatos a diputados locales de representación proporcional.

Y finalmente las elecciones municipales de noviembre, donde el PRD perdió 23 candidaturas por entregar documentación incompleta o a destiempo. La falta no fue menor: aunque pasó de siete a 10 municipios gobernados –entre ellos Actopan, la tierra del gobernador Manuel Angel Núñez Soto– el PRD apenas obtuvo la tercera parte de los votos que ganó en los comicios legislativos de febrero.

El PRI perdió 28 municipios frente al PAN y el PRD (la mayoría rurales) y redujo casi un tercio los municipios que tenía en su poder; bajó 13 puntos su votación de febrero. El PAN, en cambio, dobló su votación de febrero, y ganó 23 municipios (en nueve de ellos el PRD no tuvo candidaturas). Pero perdió Pachuca y Tulancingo.

Otro caso fue Coahuila, donde la división interna del PAN (entre los grupos de Rosendo Villareal Dávila y Juan Antonio García Villa) evitó la puntilla al PRI de Rogelio Montemayor (a quien hace seis años le tocó la peor derrota electoral de su partido). En Monclova, por ejemplo, el PAN optó por una consulta pública para elegir a su candidato y exhibió a sus militantes por mapachismo electoral.

El PRI cuatriplicó su votación nominal de 1999 –en algunos municipios se alió con el PRD y PT– y conservó la mayoría en el Congreso local y cuatro de las ciudades más importantes: Torreón, Saltillo, Monclova y Piedras Negras. El PAN, antes inexistente en Frontera, ganó Hidalgo, Parras y Ramos Arizpe. El PRD, en alianza con la Unión Democrática Coahuilense (UDC), arrebató al PRI Ciudad Acuña, Múzquiz –antes de nula votación– y San Pedro de las Colonias.

La chiquillada, ganona

Un dato destaca en las elecciones de este año: la incapacidad de los partidos para retener el voto de sus gobernados. Hidalgo es un ejemplo. El PRI perdió 28 de los 64 ayuntamientos que gobernaba; el PAN perdió dos importantes (Pachuca y Tulancingo); el PRD fue derrotado en seis de los siete que gobernaba, y el PT perdió los tres que tenía.

¿Quién ganó entonces? En números netos, los partidos pequeños. Sólo hay que ver: en su primer intento, Convergencia por la Democracia logró en Guerrero más votos que todos los que el PAN tuvo hace tres años. Y el PT (con un candidato ex perredista en Acapulco) creció su votación casi 800%.

La chiquillada no sólo ganó votos. También logró espacios de gobierno en cinco municipios: dos el PVEM (Quintana Roo e Hidalgo), dos Convergencia (Guerrero y Coahuila) y uno el PT (Hidalgo), y “colaron” diputados en todos los congresos.

“La tendencia de sofisticación del voto avanza, el voto duro cubre la franja menor, el voto blando se mueve con mayor facilidad o se abstiene”, decía en enero Luis Felipe Bravo Mena. “Lo que queda claro es que la lucha electoral demanda nuevas estrategias y concentración de recursos de toda índole para ganarla”.