- Si tomo ese remedio 舑le dije al
oncólogo舒 no voy a menstruar nunca más.
- Pero ofrece un pequeño porcentaje de protección contra
una eventual reaparición del cáncer, argumentó.
- Pero no voy a menstruar nunca más.
- ¿Vos querés tener hijos?
Tenía 33 años y ningún plan de concebir niños.
Elegí menstruar.
Me gusta menstruar.
Hay que decirlo así, desde el principio y sin vueltas. Me gusta
menstruar por razones psíquicas y físicas, emocionales
y carnales. No hago el amor productivamente y aún así
quiero para mí todas las posibilidades y elegir cuándo
las uso. Quiero menstruar, tal vez para decidir que ese óvulo
nunca sea fecundado. Y tal vez para cambiar de idea.
Si la menstruación marca el lapso reproductivo de la vida de
una mujer ¿qué importancia tendría para una que
hubiera decidido no ser madre? ¿Qué importancia tiene
para una lesbiana? ¿Para qué esa incomodidad, esa vergüenza,
ese estropicio hormonal? De nuevo: no es productivo, mi cuerpo no está
hecho para cumplir ningún fin elevado. Mis ovarios no son un
instrumento de la especie.
Se trata de otra cosa.
Menstruar es una experiencia sensual: cualquiera que ame sus humores
sabe de qué se trata. Me gusta esa sangre espesa. Su textura.
Su color.
Por acá, en el Río de la Plata, le dicen 舠Andrés舡
舑el que viene una vez por mes--; le dicen 舠el menstruo舡;
le dicen a veces 舠la indisposición舡, como si una
dejara de estar dispuesta a algo y hasta le han dicho 舠la enfermedad舡.
舠El período舡, 舠la regla舡 e incluso 舠la
monstruación舡. El período monstruo.
Las abuelas decían que en esos días no había que
bañarse para que no se cortara, no había que comer limón,
no había que exponer el vientre al sol 舑por eso las señoras
se tapaban, en la playa, con una toalla de mano舒y no había
que tocar las plantas, que se podían secar. Esta cronista no
resistió la tentación de someter a comprobación
empírica esta última afirmación y durante algún
copioso sangrado adolescente frotó los dedos contra las hojas
del malvón que, hay que decirlo, sigue vivo.
Pero lo más importante es que no se note.
Si hay sangre, que no se note. Que los varones 舑ay pobres, qué
asco舒no tengan que ser sometidos a advertir cosa tan desagradable.
Por eso en la propaganda, la chica juguetea con el novio, pero como
ella usa la toalla correcta, él no se da cuenta de 舠eso舡
y la acaricia y la quiere y no la abandona.
Nada nuevo en el horror por la sangre menstrual: 舠Cuando la mujer
tuviere flujo de sangre y su flujo fuere en su cuerpo, siete días
estará apartada; y cualquiera que la tocare será inmundo
hasta la noche. Todo aquello sobre que ella se acostare mientras estuviere
separada será inmundo; también todo aquello sobre que
se sentare será inmundo舡, dice sin eufemismos la Biblia,
Levítico 15.19. No es todo, la Biblia abunda: 舠El que lo
tocare será inmundo hasta la noche. Si alguno durmiere sobre
ella, y su menstruo fuere sobre él, será inmundo por siete
días; y toda cama sobre que durmiere, será inmunda舡.
Siete días después de terminado el asunto, la mujer vuelve
a ser limpia. Siete durante y siete después, las mujeres son
impuras y no pueden entrar al templo ni ser tocadas durante medio mes
al mes, es decir, durante la mitad de su vida.
Que no se note fue la consigna que motorizó la industria. Durante
la Primera Guerra Mundial, los médicos crearon un tipo de algodón
ultra absorbente para atender a los soldados heridos. Las enfermeras
aprovecharon la maravilla para sus sangrados periódicos y de
ahí a la toalla higiénica faltaba un paso. En 1921 llegó
al mundo desarrollado Kotex, una servilleta con tiras en los extremos.
Su mayor ventaja era que era desechable, a diferencia de las toallitas
que había que lavar. Tardó en imponerse. Las modernas
mujeres de 1930 ajustaban sus toallas 舑e incluso unas pocas sus
Kotex-- con unos cinturones de elástico con hebillas cuyos envoltorios
mostraban bellas mujeres mirando al horizonte: se pueden ver varios
modelos en
http://mum.org/belts.htm . Parecen antediluvianos, pero existieron hasta
1970.
Claro que semejantes aparejos 舑ya los había marca Modess--
y las toallas, no lograban que no se notara porque, por ejemplo, no
podían evitar el olor. En 1933 hizo su entrada triunfal el tampón.
Había que aceptar la idea de que una mujer decente podía
andar con ALGO metido todo el día en el canal vaginal y que eso
no sería doloroso舰 ni perturbador. Por algo los prospectos
de tampones aclaran hasta hoy que, tranquilas, un tampón no desvirga.
Lo cierto es que una vez asumido el concepto de tampón se abrió
el ancho mundo de los deportes y de la natación, cosa que no
debía quitarle el sueño a muchas de las mujeres, pero
fue promocionado como una gran ventaja.
El mundo pegó otro cimbronazo en 1970, cuando aparecieron toallas
higiénicas que se podían usar sin cinturón. Desde
entonces la carrera se fue acelerando al punto que aparecieron ¡toallas
para los días en que no se menstrúa! Hasta hace unos meses
en Buenos Aires se podían encontrar tampones mini, medium, súper
y algo más grandes aún, con aplicador o sin él;
toallas con alas, sin alas, cortas para el día con alas, cortas
para el día sin alas, largas para la noche, con malla-sec, extra
finas (con o sin alas), toallas en paquete familiar o envueltas individualmente,
en sobrecitos de colores, para la cartera. Había, en cualquier
negocito, toallas negras, para mostrarse con bombachas (calzones) ídem,
unas con red de canales y compact gel (¿?), algunas ultrasuaves
y otras con 舠discreto atrás舡. Todas las variedades,
con o sin perfume.
No era tan sencillo contener los fluídos: podía llevar
un rato largo en un supermercado. Por suerte llegó la devaluación,
los precios se fueron al cielo y en los barrios aparecieron segundas
marcas, que ofrecen apenas algo así como un algodón recubierto
con una gasita, que tiene debajo un plástico que se pegotea a
la bombacha. Sencillo y barato: para conseguir otros lujos habrá
que ir a zonas adineradas.
De todos modos 舑y no es consuelo de pobre-- no todo lo que brilla
es oro. En el Congreso de los Estados Unidos se investigaron los efectos
de los tampones 舑aquella maravilla que conseguía que menstruar
y no menstruar fuera prácticamente igual舒 en la salud de
las mujeres. Descubrieron que una estadounidense promedio se pone y
se saca 16 mil 800 tampones en su vida. Y que en el proceso de fabricarlos
se producen dioxinas, componentes químicos potencialmente cancerígenos
cuyos efectos 舑dice el Tampón Safety and Research Act de
1999舒舠son acumulativos y pueden ser medidos tras una exposición
a ellos de entre 20 y 30 años舡.
Este documento también da cuenta de otro problema: el Síndrome
de Shock Tóxico (TSS), una enfermedad bacteriana y que causa
sequedad y ulceraciones en la vagina. El TSS 舑dice el documento舒ha
sido vinculado con el grado de absorbencia del tampón.
Algunos sitios médicos 舑como http://www.healthing.com -
han relativizado estas afirmaciones. 舠Las pruebas sobre los materiales
de los tampones han demostrado que los niveles de dioxina están
en el límite detectable o por debajo de él舡, aseguran.
Sobre el TSS, dicen que 舠se encontró que algunos pocos
y específicos diseños y materiales para tampones de alta
absorbencia están asociados con un mayor riesgo de TSS, aunque
esos productos y materiales ya no se venden en USA. Aquellos elaborados
con rayón parecen no tener un riesgo mayor que aquellos de algodón
de absorbencia similar. Las mujeres pueden evitar el problema al seleccionar
un tampón con la mínima absorbencia necesaria para controlar
el flujo menstrual y utilizándolo únicamente durante la
menstruación activa.舡
Pero menstruar ha sido para cada una, desde niña, mucho más
que una cuestión de salud física. Ha sido el orgullo de
las que 舠se iban haciendo señoritas舡 y la ansiedad
de las que veían que sus compañeras de escuela dejaban
la niñez primero. Ha sido la alegría de la mancha en el
calzón cuando una sabía que no, que este mes no quería
un bebé. Ha sido la tristeza de esa misma mancha cuando el bebé
se resistía a llegar. Por uno u otro motivo, las mujeres revisamos
los calzones con el corazón batiente mucho más de una
vez en la vida. Llegará el momento de instaurar 舠el día
del Orgullo Rojo舡.
Patricia Kolesnicov,
periodista, autora de este artículo, sobreviviente de cancer
de seno, estará en la Feria Internacional del Libro de este año
(FIL) presentando su libro sobre su experiencia de lucha contra esa
enfermedad.
Ver entrevistas
y portada de su libro