VENTANAS
Eduardo Galeano
Receta de la sopa
EL MENDIGO LLAMO a la puerta.
-Yo no pido -dijo-. Vengo a ofrecer.
Ofreció la sopa más sabrosa de la historia
de la gastronomía, y lo dejaron entrar.
Puso una olla en el fuego. Cuando el agua rompió
a hervir, echó en la olla una piedra que traía en el bolsillo.
Probó, se chupó los dedos.
-Perfecto -dijo.
Para perfeccionar la perfección, fue pidiendo algunos
complementos: un manojo de espinacas, una cebolla picada y dorada en manteca,
sémola, fideos, un chorro de vino blanco, mucho queso rallado, un
toque de pimienta y un puñado de sal.
El mendigo se comió casi toda la sopa, pero tuvo
la gentileza de convidar alguna cucharada a los dueños de casa.
Y les dejó la piedra.
Parece una piedra cualquiera, sin sabor a nada.
La sopa se sigue cocinando a las orillas del lago Léeman,
al pie de los Alpes. Con esa piedra.