Rechazan prelados vascos y catalanes la pastoral
de la Conferencia Episcopal
El conflicto en Euskadi divide al clero español
"Gravemente inmoral", subvertir el orden constitucional,
dice la Iglesia; repudio de 13 obispos
ARMANDO G. TEJEDA CORRESPONSAL
Madrid, 22 de noviembre. La Conferencia Episcopal
Española (CEE) evidenció este viernes la profunda división
que prevalece en su interior en torno al conflicto en el País Vasco,
una vez que después de una semana de reuniones a puerta cerrada
y de debates en torno a las acciones terroristas de la organización
armada vasca ETA, la cúpula de la Iglesia católica española
aprobó una "instrucción pastoral" en la que, con la abstención
y votos en contra de 13 de sus prelados presentes, se considera "gravemente
inmoral" intentar subvertir el orden constitucional español.
El texto de la CEE, que contó con el beneplácito
de 63 obispos, señala que las naciones, "aisladamente consideradas",
no gozan de un derecho absoluto a decidir sobre su propio destino, y afirma
que "la doctrina social de la Iglesia católica reconoce un derecho
real y originario de autodeterminación política en el caso
de una colonización o de una invasión injusta, pero no en
el de una secesión".
Este
pronunciamiento sucede a raíz de la creciente presión por
parte de los partidos políticos y medios de comunicación
españoles para que la jerarquía católica se desmarque
del movimiento separatista radical vasco y exprese su firme apoyo a las
iniciativas llevadas a cabo durante los meses anteriores contra ETA y su
llamado "entorno", entre ellas la intención de ilegalizar a la coalición
Batasuna, a la que se acusa de ser el brazo político de ETA.
Los prelados católicos sostienen en su Instrucción
pastoral que "la valoración moral del terrorismo en España,
de sus causas y sus consecuencias, es una realidad intrínsecamente
perversa, nunca justificable, y que debe ser calificado como una es-tructura
de pecado".
Asimismo, sostienen, en un texto de 22 páginas
dividido en cinco capítulos, que "el terrorismo de ETA se ha convertido,
desde hace años, en la más grave amenaza contra la paz, porque
atenta cruelmente contra la libertad de las personas y ciega el conocimiento
de la verdad, de los hechos y de nuestra historia".
El Episcopado español, que mantiene hondas divergencias
con los obispos vascos y catalanes, añade que "al hablar de terror
nos referimos a la violencia criminal indiscriminada que procura un efecto
mucho mayor que el mal directamente causado, mediante amenaza dirigida
a toda la sociedad, por tanto no se refieren sólo a un acto o a
algunas acciones aisladas, sino a toda un compleja estrategia puesta al
servicio de un fin ideológico".
La CEE también sostiene que "dentro de la ideología
marxista-revolucionaria, a la que se adscriben muchos terrorismos, entre
ellos el de ETA, es normal querer justificar sus acciones violentas como
la respuesta necesaria a una supuesta violencia estructural anterior a
la suya, ejercida por el Estado", pero hay que "denunciar sin ambages esta
concepción inicua, contraria a la moral cristiana, que pretende
equiparar la violencia terrorista con el ejercicio legítimo del
poder coactivo que la autoridad ejerce en el desempeño de sus funciones".
Los prelados dan la calificación de "inmoral" a
las acciones u omisiones de todos los que sin intervenir directamente en
la comisión de atentados "terroristas" los hacen posibles; a los
"comandos informativos, a los encubridores y a los que colaboran" con la
organización armada.
Los prelados también hacen una tímida llamada
de atención a la tortura y al incumplimiento de la legislación
penitenciaria para los reclusos etarras, al sostener que "los presos por
terrorismo no dejan de ser objeto de una politización ideológica
que oscurece su problema humano, pero la Iglesia reconoce sin ambages la
legitimidad de las penas justas que se les imponen por sus crímenes,
a la vez que defiende, con no menos fuerza, el respeto debido a su dignidad
personal".
El documento pastoral señala, por último,
que "no es moral cualquier modo de propugnar la independencia de cualquier
grupo y la creación de un nuevo Estado", y en esto la Iglesia siente
la obligación de pronunciarse ante los fieles cristianos y los hombres
de buena voluntad.
Cuando la voluntad de independencia "se convierte en principio
absoluto de la acción política y es impuesta a toda costa
y por cualquier medio, es equiparable a una idolatría de la propia
nación que pervierte gravemente el orden moral y la vida social",
que se convierte, según los obispos, en un "nacionalismo totalitario".