Malestar en Moscú por la expansión de la coalición militar hacia el este de Europa
Duro golpe para Rusia, la incorporación de Letonia, Lituania y Estonia a la OTAN
El presidente Putin, presionado, optó por no participar en la cumbre de la alianza noratlántica
JUAN PABLO DUCH CORRESPONSAL
Moscu, 20 de noviembre. La incorporación a la Organización del Tratado del Atlántico del Norte (OTAN) de siete nuevos miembros, entre ellos Letonia, Lituania y Estonia, las repúblicas bálticas que formaron parte de la extinta Unión Soviética, es un duro golpe para el Kremlin en términos de imagen.
"šFinita la comedia!", con esta demoledora expresión resume hoy un diario local el sentimiento de malestar que provoca en muchos rusos la expansión de la OTAN hacia el este, tras años de que las propias autoridades estuvieron vociferando que Ru-sia jamás permitiría semejante afrenta, como ellas mismas calificaban el ingreso a la alianza militar de cualquiera de las antiguas repúblicas soviéticas.
El presidente ruso, Vladimir Putin, siempre procura poner buena cara a todo aquello que cuestiona la condición de gran po-tencia que reivindica para Rusia, pero en este caso optó por no participar en la cumbre de la OTAN que, a partir de este jueves, se celebra en la capital checa, Praga.
Rusia estará representada en el encuentro por su canciller, Igor Ivanov, en la sesión en que se hará oficial la admisión de Letonia, Lituania y Estonia, junto con Bulgaria, Es-lovaquia, Eslovenia y Rumania, con lo cual, y tras cumplir las formalidades de rigor, la OTAN pasará a tener 26 miembros de pleno derecho.
"El ingreso a la OTAN de ex repúblicas de la Unión Soviética y el acercamiento de este bloque militar hasta nuestra frontera misma va a ejercer un serio efecto negativo en Rusia", reconoce el vocero del presidente Putin, Serguei Yastrzhembsky, en un artículo publicado este miércoles en el periódico Izvestia.
El funcionario del Kremlin considera que el aspecto sicológico de la incorporación de esos tres estados, habida cuenta de la política discriminatoria que las repúblicas bálticas practican hacia las minorías de origen ruso, emerge como uno de los factores que más ensombrecen los vínculos de Rusia con Occidente.
En el corto plazo, la expansión de la OTAN hacia el este no representa una amenaza para la seguridad de Rusia, pero ésta tampoco tiene garantías por parte de Estados Unidos ni de ningún otro miembro de la coalición de que se respetarán siempre sus intereses nacionales.
Rusia y la alianza noratlántica no han firmado -ni firmarán, todo parece indicarlo- ningún documento que establezca compromisos vinculantes al respecto, en tanto el publicitado que el Consejo Rusia-OTAN ni siquiera permite tomar decisiones consensuadas, incluso en las limitadas áreas de su competencia.
La realidad no deja margen para interpretaciones varias: en el contexto de la OTAN, Moscú sólo puede opinar, nunca vetar una decisión, por más que afecte directamente sus intereses.
Las promesas verbales, si es que la Casa Blanca estima necesario hacer alguna, valen ahora lo que en el periodo de la unificación alemana valieron las aseveraciones dadas al ex primer ministro soviético Mijail Gorbachov por el entonces presidente estadunidense, el padre del actual mandatario, de que nunca se ampliaría la OTAN hacia el este del continente europeo.
Quizás por ello, durante su reciente reunión en Bruselas con el secretario general de la OTAN, el estadunidense George Ro-bertson, el gobernante del Kremlin sólo pudo expresar la esperanza de que la inminente expansión de la alianza noratlántica "no destruya el sistema de seguridad militar y estabilidad en la región, no afecte los intereses de Rusia".
Ante lo que algunos analistas locales llaman la coartada de la lucha antiterrorista, Rusia tratará de obtener beneficios económicos a cambio de no objetar ninguno de los planes estratégicos de Estados Unidos, consciente además de que son escasas sus posibilidades de impedirlos.
De esto hablará Putin con su colega estadunidense, George W. Bush, quien realizará una fugaz visita a San Petersburgo al término de la cumbre de Praga.
Las conversaciones entre ambos jefes de Estado, que tendrán como escenario una antigua residencia de los zares convertida en museo, se centrarán en el futuro de Irak, el tema que los mandatarios iban a negociar en la cumbre de Los Cabos y que se pospuso al cancelar Putin su viaje a México por el secuestro masivo de rehenes en un teatro de esta capital.