Orlando Delgado Selley
Sin sorpresas
La propuesta gubernamental de presupuesto y de ley de ingresos que está siendo discutida en la Cámara de Diputados ratifica los compromisos fundamentales del equipo económico de Vicente Fox. Carece de importancia que el Presidente declare en Europa que no debemos nada al FMI y que, por lo tanto, no seguimos sus lineamientos, cuando en la elaboración del presupuesto priva una visión consistente con la ortodoxia imperial.
Los grandes centros financieros mundiales y sus organismos estelares impulsan una política de dos caras: exigen flexibilizar los mercados laborales, financieros, etcétera, al tiempo que establecen como conditio sine qua non el equilibrio fiscal. Pero, como sucede siempre, la firmeza con la que se nos impone la receta, no se aplica a los países desarrollados.
El comportamiento de la economía mexicana, por su parte, no ha tenido el dinamismo que esperaba el gobierno. Su meta de crecimiento fue un pírrico 1.8 por ciento, que resultaba alcanzable simplemente con el rebote después de haber tocado fondo. Ciertamente la propuesta estaba ligada a la expectativa de crecimiento de la economía estadunidense. El impacto de los impresionantes fraudes corporativos generó pérdida de confianza, que a su vez llevó a reducciones sucesivas del Dow Jones. Además, los afanes belicistas del gobierno han generado una incertidumbre que está inhibiendo el gasto de las familias, la producción y el empleo.
La recuperación estadunidense resultó más lenta de lo previsto. Lo mismo ha ocurrido en los países de la Unión Europea: las previsiones de crecimiento se habían venido reduciendo hasta llegar a 1.2 por ciento, lo que a fines de noviembre parece improbable. Incluso la meta del año próximo, que se había fijado en 2.5 por ciento, se ha reducido a 1.8. Las expectativas se fueron modificando y el mundo empezó a actuar en consecuencia. La Reserva Federal fue midiendo la evolución de las principales variables y finalmente decidió reducir las tasas de interés. En Europa los gobiernos de Alemania y Francia decidieron que dada la evolución de la producción y de la generación de empleos era necesario incrementar el gasto público, lo que aumentaría el déficit fiscal y les llevaría a incumplir la meta acordada.
En México, en cambio, aunque también se modificaron las expectativas, el gobierno se quedó paralizado. La única respuesta la dio el Banco de México. Al correrse las expectativas hacia una inflación mayor y un crecimiento menor se hacía necesario para esta institución actuar sobre la percepción de los agentes en relación con el crecimiento de los precios. Del crecimiento económico y de la creación de empleos no se asumen responsables. Quienes sí lo son han estado ocupados en ajustarse a la meta de déficit fiscal, olvidando su tarea central: la generación de riqueza. El año próximo mantendrán sus prioridades: un crecimiento alejado de los requerimientos nacionales que privilegia los equilibrios macroeconómicos; déficit fiscal de medio punto del producto, inflación de 3 por ciento, compatible con la de nuestros socios comerciales, déficit manejable en las cuentas con el exterior y, por supuesto, cumplimiento irrestricto de los compromisos de la deuda externa, así como de la generada por el Fobaproa.
Contrasta radicalmente con esta ortodoxia lo planteado por Lula: "el problema es el hambre, no los equilibrios macroeconómicos. Acabar con el hambre es la misión fundamental: que todos los brasileños coman tres veces al día". El programa para acabar con el hambre en Brasil cuesta 20 mil millones de dólares anuales. El FMI prestó a ese país 30 mil millones de dólares para cumplir con los compromisos de pago de la deuda externa. Ahora se trata de cumplir con los compromisos con la gente, pagar la deuda histórica con los pobres. El 53 por ciento de los brasileños está por debajo del umbral de pobreza y 42 por ciento de los hogares carece de drenaje. Con ellos es con quienes debe cumplirse.
Nuestro gobierno, el del cambio, se mantiene sometido a los dictados de la ortodoxia imperial. Sabe que, como en Brasil, más de 50 por ciento de los mexicanos viven en condiciones de pobreza, pero primero le cumple a los banqueros. Pero eso no sorprende a nadie. Como bien dijo Joaquín Sabina: "ƑPero que esperabais? Si es el director de la Coca Cola. šCarajo!"
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