José Cueli
Toritos tambaleantes
En la tarde soleada los toritos de Carranco se procuraban un alivio a tanto desmadre quedándose tambaleantes sobre el redondel, a tono con los cabales -que pocos vamos quedando- se levantaban y a combinar cerveza clara con el tequila previo a la entrada al coso. Los carranqueños con las patitas encima del borde del escalón de la barrera les seguían atizando al más transparente de los caldos, acompañados de carnitas, chicharrones, cecina y longaniza. Los toritos no paraban de sorber y paladear; largos tragos y chasquidos de aquel líquido amarilloso que les dejaba la lengua violácea y grandes manchas espumosas en las barbas caídas, lampiñas y ladeadas. La mirada lentamente se les tornaba velada, absorta en la lejanía de la dejadez. Los ojos enrojecidos, semitapados por los párpados caídos en especie de duermevela. Hasta que de pronto se levantaron los carranqueños atarantados ante el baile de olitas ibizeñas de Antonio Ferrara que se presentó en la Plaza México a jugar al quiebre, requiebre y recorte pañido, tañendo el alboque de las banderillas como estampa antigua, hasta herir las miradas y la embestida zigzagueante de los toritos que en vez de fiereza tuvieron dulzura franciscana. Y venga más chupe. Y de plano el cuarto toro que correspondía a Armillita no se pudo levantar, pues estaba ebrio. ƑEs esto torear? ƑQué es eso? Torear es una pieza de museo de los antiguos toreros a toros encastados y con trapío. En la época actual, Ƒa quién le importa? Lo central son los caldos espiritosos y lo marginal torear, como en el apunte de unas verónicas del recién alternativado Ferrara. šNi hablar! Los toros de Carranco acabaron hasta el cepillo, y con una especie de desvanecimientos propios de su estado. Antes de morir sus poros transpiraban etílicos olores salpicados de nenepil, buche o achicalada, y el sol se les metamorfoseó en luna, y alunados nos fuimos a casita.