Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 18 de noviembre de 2002
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Espectáculos
TIEMPO DE BLUES

Raúl de la Rosa

De los 500 instrumentos... y otras cosas

Primera llamada


EN POCAS ACTIVIDADES del quehacer humano la falla, el error y el fracaso son tan tangibles como en las artes escénicas. Una función de teatro, un concierto, una función de ópera o de danza son quehaceres al borde de un ataque de nervios o que incluso no llegan a realizarse por cualquier circunstancia inesperada.

CUALQUIER PRODUCTOR SABE de antemano que un retraso en el vuelo de un avión o una manifestación callejera pueden dar al traste con el concierto que durante meses estuvo organizando y en el que invirtió dinero. Es como jugar a la ruleta.

SEGUN LA LEY de probabilidades, en un concierto sinfónico en el cual intervienen más de un centenar de músicos el factor de error es altísimo: basta que al solista se le rompa la cuerda de su violín o simplemente que se equivoque en una nota para que se malogre. Me pregunto si, en el fondo, ese entusiasta aplauso que se le otorga a un artista (músico, cantante, actor o bailarín) es una descarga de tensión, que no hubo error, que todo funcionó y que hubo armonía.

PERO PARA QUE esa función tuviera lugar y se levantara el telón hubo que realizar miles de tareas previas, desconocidas para la mayoría del público, pues lo que éste ve es el producto acabado, el final de una larguísima cadena en la que intervienen cientos de personas, de recursos técnicos y financieros.

Segunda llamada


LO ANTERIOR VIENE a colación por la suspensión del Aca World Sound Festival a causa de la tormenta que esa noche empapó los ánimos del público y el equipo de sonido e iluminación. En algunas notas hablaban de la "falta de previsión de los organizadores" y me puse a pensar ¿cómo puede prevenirse un fenómeno natural como ese, en esas fechas?

PERO EXISTEN OTROS problemas, como los de logística y producción. En 1981 organizamos el segundo Festival Internacional de Jazz en México, con la participación de músicos de Brasil, Argentina, Cuba, México y Estados Unidos; de este último vinieron Archie Scheep, la Heritage Hall Jazz Band y el Art Ensamble of Chicago, considerado entonces el grupo más relevante de jazz en el mundo. El contrato mencionaba que había que transportar, por vía aérea, siete enormes baúles en los que venían poco más de ¡500 instrumentos! No era posible. Tenía que ser un error. Se habló con el representante y, efectivamente, eran alrededor de 500 instrumentos en los siete baúles.

SACAMOS CUENTAS Y no salían, pues daban un promedio de 100 instrumentos por cabeza, y si Roscoe Mitchell y Joseph Jarman tocaban el saxofón y Lester Bowie la trompeta, el promedio daba para los dos restantes: Malachi Favors en el bajo y Famodou Don Moye en las percusiones ¡497 instrumentos! ¿Tendrían tiempo para tocarlos todos? ¿Cuáles eran estos instrumentos?

Tercera llamada


LA DUDA SE DESPEJO cuando de la panza de un DC-10 bajaron los enormes baúles; todos -obviamente- venían cerrados y para pasar la aduana debían ser abiertos. El problema se resolvió con la lista de embarque, en la cual venía en detalle la lista de las 5 centenas de instrumentos. A la una de la madrugada en la aduana del aeropuerto tuvimos que calcular el precio de cada uno para que pudieran determinar los aranceles correspondientes y extender un permiso de importación temporal.

LA SORPRESA VINO cuando vimos la lista de los famosos instrumentos. En ella había sartenes. Sí, sartenes, que colgados eran parte de las percusiones de Famoudou Don Moye; silbatos de todos tamaños, la batería que constaba de más de 30 piezas, sonajas, maracas; sólo los objetos utilizados para las percusiones eran más de 300.

A LAS 5 de la madrugada estábamos terminando de calcular el precio de cada instrumento. ¿Cómo se determinó? A la buena de Dios.

-¿CUANTO CUESTA ESTE saxofón grandote, que hasta rueditas tiene? -preguntó un empleado aduanal.

-COMO DIEZ MIL dólares -se le contestó.

-¡UTA! SI QUE vienen cargados, ¿no?

LO ANTERIOR NO tiene nada que ver con los megachonchiconciertos en los que el equipo se transporta en más de una docena de tráileres. Pero era otro concepto. Lo importante era la calidad de los músicos y no la mercadotecnia de que estuvieran precedidos. Finalmente el jazz y el blues son para audiencias más pequeñas, música más íntima, para que le rasguñe a uno el sentimiento.

ESO DE ORGANIZAR conciertos tiene sus bemoles.

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