APRENDER A MORIR
Hernán González G.
Amabilizar la muerte
Esbozo de un calvario real
La innecesaria asepsia de Almodóvar
CON FRECUENCIA LA lucha honesta contra la muerte
es confundida con el afán mercantilista, utilitario y religioso
de retrasar aquélla al precio que sea, sobre todo para el enfermo
terminal y la economía de sus deudos. El triunfalismo aparejado
al desarrollo tecnocientífico pretende, como nunca, arrebatarle
a la muerte sus derechos, e infructuosamente intenta olvidar que "todo
aquel que se atreve a nacer ya se ha condenado a morir".
EN OCCIDENTE PRETENDEMOS disimular o evitar la
muerte sólo para provocarla sistemáticamente en la violencia
cotidiana, en guerras, hambrunas, en la televisión y el cine. Pero
este ocultamiento hipócrita de la muerte, como de la sexualidad
y los excrementos, arroja, entre otros resultados, falta de información,
desquiciamiento o... películas amables.
ESCRIBE LA SEÑORA Hortensia Cruz de Zárate,
de Guadalajara, para decirme que su esposo, de 72 años, a raíz
de un infarto cerebral, entró en estado de coma o estado de inconciencia
profundo, con pérdida total de movimientos y sensibilidad, así
como inciertas posibilidades de recuperación.
"POCO MAS DE un mes -agrega la señora Cruz-
estuvo mi esposo en un hospital del ISSSTE, pero me dijeron que ya no era
posible tenerlo allí, pues las camas se requieren para enfermos
con más posibilidades de recuperación y que me lo llevara
a la casa.
"ESTO OCURRIO HACE casi dos años. Al principio,
el médico que lo veía nos animaba a no perder las esperanzas,
y tanto mis dos hijos como yo tratamos de enfrentar la situación
con optimismo, responsabilidad y fe en Dios, aunque de hecho quien se encargaba
de cuidarlo era yo, pues ellos trabajan. Un año después mi
hijo se casó y su apoyo económico a la casa se redujo.
"AL PASO DEL tiempo -agrega doña Hortensia-
la relación familiar se ha vuelto más dura, y mi hija, entre
su trabajo y sus preocupaciones, ha ido disminuyendo el tiempo y la disposición
para ayudarme. A pesar de los cuidados, ha sido imposible evitar la multiplicación
de llagas en la espalda y glúteos de mi esposo, y su aseo cotidiano,
lejos de acostumbrarme, se me ha convertido en una pesadilla..." Omito
el resto de la carta.
POR ESO EXTRAÑA que un director tan dotado
e imaginativo como Almodóvar, en su más reciente película,
Hable con ella, incurra en la hollywoodesca costumbre de amabilizar,
cuando no de estetizar, las dificultades, desgaste emocional y alto costo
que implica el cuidado de un paciente en estado de coma, sobre todo en
una institución privada. Desde el punto de vista tanatológico,
quizá su mayor acierto sea exhibir los valores reaccionarios de
un abogado y un siquiatra ante el problema surgido entre la paciente comatosa
y su cuidador.
CUANTOS INDIVIDUOS EN estado de coma se recuperan,
al cabo de cuánto tiempo y a qué costo, son algunas de las
muchas estadísticas inexistentes, pero necesarias, en nuestras instituciones
médicas, públicas y privadas.