Se les atribuyen irresponsablemente violencia, corrupción y adicciones: Carlos Jiménez
Los jóvenes aún no son reconocidos socialmente, consideran especialistas
Exclusión, la marca de este sector en América Latina, destaca Ernesto Rodríguez
CLAUDIA HERRERA BELTRAN
Es común escuchar que esta generación de jóvenes es apática y parece estar poco dispuesta a hacer la revolución como soñaban sus padres. El sicólogo colombiano Carlos Jiménez sostiene todo lo contrario, al asegurar que los jóvenes promueven cambios que por ser de tipo cultural no son tan visibles: están empujando la construcción de una sola identidad ciudadana donde ser hombre o ser mujer, pertenecer a una raza o a otra no importa.
Desde esta perspectiva, otro investigador en el tema, el sociólogo uruguayo Ernesto Rodríguez, considera que los jóvenes están alejados de las instituciones tradicionales, porque no se sienten identificados con ellas ni con una sociedad adulta que los excluye y que no previó políticas para atender a sus hijos y sus nietos, siendo que representan la población juvenil más grande de la historia.
De visita en México para participar en un congreso sobre políticas públicas en el tema, los especialistas abordaron con La Jornada los problemas que enfrentan los jóvenes, pero también hablaron de aspectos positivos, de cómo las nuevas generaciones están introduciendo cambios en la cultura que aún no se notan y por ello son incomprendidos.
Carlos Jiménez, consultor internacional sobre juventud e integrante del Consejo Nacional de Niñez, Adolescencia y Juventud de Colombia, considera que a los jóvenes se les ha atribuido irresponsablemente la violencia, la corrupción, el incremento de las adicciones, siendo que son problemas de la sociedad.
El trasfondo del conflicto, explica, es que los jóvenes todavía no son reconocidos por la sociedad como en su momento ocurrió con las mujeres. "Estamos en sociedades en las que la legitimidad del sujeto ha estado circunscrita al varón blanco heterosexual católico."
Sin embargo, asegura que los jóvenes están ayudando a romper con este concepto. Estamos entrando, dice, a sociedades más plurales, donde hay otros sujetos que se quieren sentar a la mesa a conversar y a mirar cómo resolvemos los problemas más allá de que sean específicamente de un grupo.
El mundo, explica, se ha enriquecido desde que las mujeres aportan su mirada y también empieza a hacerlo con la incorporación de la visión de los jóvenes, de los indígenas, de grupos que tradicionalmente han estado excluidos.
Al confrontar la perspectiva de quienes piensan que actualmente hay una apatía juvenil, dice que esta generación está introduciendo cambios muy profundos, porque los está incorporando a su vida personal, como han hecho las mujeres.
"Estamos yendo a una sociedad donde las identidades sexuales se están abandonando y se abre la posibilidad de construir una identidad ciudadana. No hay una vivencia de lo masculino extremo o de lo femenino extremo de las generaciones anteriores y, en ese sentido, una recuperación de lo femenino en los hombres y de lo masculino en las mujeres. Esto marca una gran diferencia con mi generación, que se jugó la vida por ser varón".
De modo que los jóvenes están construyendo un mundo no fóbico, donde lo que menos importa es ser homosexual, heterosexual, transexual. Son palabras que empiezan a vaciarse de contenido en favor de una indiferenciación, afirma.
Frente a los cambios culturales que está impulsando la juventud, Jiménez cree que las políticas destinadas a esta población han fallado. "Hay avances, intuiciones ligeras, pero todavía hay mucho espacio que abrir en los centros de salud, en las escuelas, en los centros de formación del trabajo".
Se refiere en particular a la educación secundaria que sigue sigue siendo muy formal como antaño, lo que ha provocado que en América Latina muchos jóvenes se salten la secundaria o el bachillerato tradicional, y busquen sistemas abiertos para después ingresar a la universidad.
Aunque prevalecen sistemas educativos vetustos, señala que los jóvenes desertores no quedan tan desprotegidos, porque la mayoría tiene ventaja de manejar las tecnologías mejor que los adultos.
Crítico de las políticas públicas destinadas a la juventud, el uruguayo Ernesto Rodríguez señala que la marca de los jóvenes en América Latina es la exclusión. Muestra de ello son las altas tasas de desempleo que padecen los jóvenes que duplican o triplican las de los adultos.
Coincide con Jiménez en que las políticas educativas para los jóvenes han sido equivocadas y señala que "durante décadas las clases medias y altas accedían a la educación superior, pero en los recientes años la matrícula se ha masificado sin que las escuelas dejen de funcionar para las elites, lo que ha provocado el enorme fracaso escolar de los sectores populares en escuelas que no fueron diseñadas para ellos."
Tampoco comparte la idea de que hay una juventud apática. El maestro en políticas públicas por la Universidad de Lovaina considera que la aparente inmovilidad de los muchachos obedece al desencanto que tienen las sociedades latinoamericanas con las reformas democráticas, porque han resultado ser demasiado frágiles y formales.