Luis Hernández Navarro
OMC: entre Sydney y México
Aguila o sol. Dos polos de globalización neoliberal se aproximarán esta semana para afinar sus estrategias con miras a la quinta Conferencia Ministerial que realizará la Organización Mundial del Comercio (OMC) entre el 10 y el 14 de septiembre del año que entra, en Cancún.
En Sydney, Australia, el 14 y 15 de noviembre se encontrarán los ministros de Comercio de 25 países en un cónclave miniministerial "informal" para superar el obstáculo del "consenso explícito" en la definición de la agenda pendiente de la OMC. La necesidad de llegar a un consenso explícito dentro de la institución que regula el comercio mundial surgió cuando durante la cuarta reunión ministerial, celebrada en Doha, los representantes de muchos países no desarrollados objetaron el texto de la última reunión informal y exigieron su reformulación. El presidente de la conferencia aclaró entonces que el consenso sería condición sine qua non para comenzar las negociaciones.
A pesar de que la OMC estaba integrada por 145 naciones, a Sydney sólo asistirán representantes de 25. México formará parte de este grupo selecto. Ninguno de sus integrantes fue electo democráticamente. Estarán allí porque fueron invitados con reglas no transparentes para su designación . Sin embargo, asumirán compromisos políticos que afectarán a todo el planeta, al margen de cualquier consulta con el resto de los socios.
Casi simultáneamente, en la ciudad de México, el 15 y 16 de noviembre próximos, destacados representantes de movimientos sociales y ONG de diversas partes del mundo, opuestos a la mundialización de las grandes corporaciones, efectuarán una reunión de análisis y definición de estrategias con un objetivo -dependiendo de los asistentes-: descarrilar el tren del libre comercio o cambiar su sentido. En la reunión los movimientos sociales desempeñarán una función protagónica.
Quienes participarán en la reunión de México consideran que en la OMC se está escribiendo, sin mandato para ello, la Constitución del mundo de acuerdo con los intereses de las grandes empresas. Piensan que esa institución es pieza clave de la arquitectura global del modelo neoliberal. Señalan que la organización pretende subordinar los derechos sociales, la protección del medio ambiente y las necesidades básicas a sus reglas. Han documentado cómo el sistema de "libre comercio" ha minado las formas de vida de campesinos, pequeños agricultores, trabajadores, pueblos indígenas y negros, mujeres, trabajadores rurales sin tierra, pobladores urbanos, pescadores y, en general, de los pobres y clases medias de todas partes del mundo.
Tanto el encuentro de Sydney como el de México coinciden en dar gran importancia a la quinta Conferencia Ministerial de la OMC. El fracaso de la reunión de Seattle, en 1999, hizo evidente, según señaló la revista The Economist, que "la globalización sí es reversible". Como muestra la manifestación de un millón de personas en Florencia, Italia, el movimiento global iniciado entonces sigue activo y en ascenso, y la posibilidad de modificar el curso de la mundialización corporativa es real. Quienes la impulsan ven en Cancún un momento clave para avanzar en su agenda; quienes la resisten piensan que será una batalla decisiva para impedir su consolidación.
Lejos de eliminar el actual desequilibrio que existe en las normas del sistema OMC en contra de los países no desarrollados, la reunión de Cancún las profundizará al dar tratamiento especial a áreas de interés de las naciones más poderosas. Los puntos en los que las naciones más industrializadas del planeta y las grandes corporaciones quieren que se avance son: agricultura, propiedad intelectual (con dos grandes discusiones pendientes: patentes sobre seres vivos, y farmacéuticos y genéricos), servicios e inversiones. Además se incluirán nuevos asuntos de vital importancia (conocidos como "temas de Singapur"): transparencia en las adquisiciones gubernamentales, inversiones, políticas de competencia y facilidades al comercio.
El movimiento contra la globalización neoliberal no está solo en su rechazo a lo que considera un sistema ilegítimo de reglas injustas y procedimientos antidemocráticos, que usurpa la función legislativa y normativa de naciones soberanas y gobiernos locales, promovido por la OMC. Diversos países no desarrollados ven con gran recelo la agenda que se les quiere imponer. Han sufrido (como sucedió a Sudáfrica con los medicamentos contra el sida) todo tipo de presiones. Sus representantes son víctimas de chantaje por parte de las naciones más poderosas. Pero su debilidad económica y política limita enormemente su influencia dentro de la OMC.
En la convergencia entre el movimiento de resistencia global y los países no desarrollados diversos analistas, como el filipino Walden Bello, ven un elemento central para "bloquear (en la OMC) la emergencia de un consenso en las áreas a las que las potencias comerciales han dado prioridad".
Aguila o sol: esta semana en Sydney y México se dará un paso sustantivo en la definición de un asunto clave para el futuro del planeta: si la liberalización comercial al servicio de los poderosos se detiene y revierte o, por el contrario, si se enfila en la vía de su consolidación.