Habla de su libro Li Mi'n, una niña
de Chimel
Sufrimiento y sueños tienen una frontera común,
dice Menchú
Nació en un mundo mágico en el que un espíritu
benefactor se manifiesta en todas las cosas, en el que el cielo se refleja
en el río como una serpiente de vidrio y toda forma de vida se expresa
con música y múltiples colores. Es un mundo en el que toda
persona cuenta con un nagual protector, las milenarias historias de los
abuelos son el alimento del alma y la mente, y todo es paz y concordia.
Ese
es el mundo en el que nació Li Mi'n, niña maya-quiché
que con el paso del tiempo, y sobreponiéndose a hechos aterradores
como la guerra y el genocidio en su país, se hizo famosa en todas
las latitudes con su nombre en castellano de Rigoberta Menchú, al
obtener el Premio Nobel de la Paz en 1992.
Tanto fue el deseo y la añoranza por regresar a
ese mundo idílico que la activista decidió combinar sus empeños
por la paz mundial y el respeto a los pueblos indígenas con una
actividad que, en su convicción, es la más grande arma de
resistencia en la historia: la literatura. Y fue así que se puso
a escribir esa parte de su vida, la infancia, a manera de cuentos y fábulas.
Esa es la historia del libro Li Mi'n, una niña
de Chimel, creado por Menchú en colaboración con el novelista
guatemalteco Dante Liano, que luego de haber sido publicado en Italia llega
ahora al país bajo el sello Alfaguara, en su colección de
literatura infantil. Y será presentado mañana en la Feria
Internacional del Libro Infantil y Juvenil, en el aula magna Vasconcelos
del Centro Nacional de las Artes, a las 13 horas.
Repudio al guerrerismo
Adentrarse en la literatura infantil, para Rigoberta Menchú
representa una forma de expresar su desacuerdo con las propuestas de cuentos
y mensajes violentos a los que se somete a los infantes: ''Es mi manera
de repudiar la cultura del guerrerismo hacia los niños".
Agrega que escribir su libro ''requirió gran capacidad
de tolerancia y alta dosis de civilización. Si no fuera así
este texto jamás hubiera existido incluso en mi vida, porque la
mamá de la que hablo es una que quizá está en una
fosa común. Escribirlo no fue fácil, pero sí hermoso.
''Es un libro de la inocencia, de lo sano que fue y que
tiene que continuar siendo. También es un desafío. No hay
frontera exacta entre el sufrimiento y la invocación de los sueños.
Quizá aquí, en el libro, hay un poco de filosofía
caminando, en la que puedo separar una cosa de otra y guardar a cada una
sus respectivos espacios."