Demandan trabajo para sus padres y que no mueran menores "solitos" en las calles
Culminan 300 niños en Buenos Aires marcha por la vida y contra el hambre
Tuvieron el auspicio de personajes como Pérez Esquivel, Sábato y Serrat y del Unicef
STELLA CALLONI CORRESPONSAL
Buenos Aires, 8 de noviembre. "Venimos a pedir trabajo para nuestros padres, a pedir que no haya más niños en las calles revolviendo basura o muriendo tan solitos. Venimos porque queremos vivir". Pequeño, esmirriado, pero movedizo y alegre, Samuelcito, de nueve años, recorrió con otros 300 niños del Movimiento de los Chicos del Pueblo 4 mil 500 kilómetros en la "Marcha por la vida" y contra el hambre. Salieron de Misiones, provincia fronteriza con Paraguay y Brasil, el 28 de octubre pasado, y fueron a Formosa, Chaco, Santiago del Estero, Corrientes, Entre Ríos, Santa Fe, Buenos Aires, "pasando por el mapa del hambre, de las tristezas de la desocupación" -como dicen los mayores- hasta llegar a esta capital.
En su camino convivieron con desocupados de todo el país, trabajadores gol-peados por el modelo y la crisis, comunidades indígenas y rurales, con sociedades diezmadas donde el desempleo fluctúa entre 50 y 80 por ciento.
Represión policiaca
En Formosa los esperaba un grupo de niños indígenas tobas para denunciar cómo habían sido reprimidos, golpeados ellos mismos y sus padres por la policía en el barrio Nanqom, el pasado 16 de agosto. Se comprometieron entonces a contar al mundo "las historias del olvidado mundo indígena en Argentina".
Los niños andantes y sus compañeros, maestros y sindicalistas, sufrieron también la represión policial cuando fueron obligados a desalojar una escuela en Quimilí, donde iban a pasar la noche, y otros desheredados como ellos los recogieron en la Casa del Movimiento Campesino de Santiago del Estero (Mocase), una provincia que vive un sueño feudal.
"Lloré mucho cuando vi que la gente de todos los lugares salía a abrazarnos y a contar también sus penas y nosotros les decíamos que queríamos nuestros derechos, los de todos, a tener casa, familia, comida, cariño", afirmó Yanina, de 11 años, conmovida aún.
Anoche, acompañados por dirigentes sindicales de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) -a la cual pertenece el Movimiento de los Chicos del Pueblo- y cientos de manifestantes entraron en La Matanza, el municipio con el más alto desempleo, en el arrabal del Gran Buenos Aires, donde otros niños hijos de desocupados los esperaban, en un acto cargado de emoción.
Hoy, finalmente, llegaron a la Plaza de Mayo, a esta capital tan lejana para miles y miles de argentinos perdidos en la geografía del país partido.
"Contagiar la alegría a la gente que está triste", "Pan, trabajo y dignidad" y "Queremos y debemos vivir" eran algunas de las consignas que enarbolaron entre cánticos de su propia invención. De ellos surgieron los oradores del acto y sus palabras hicieron llorar a muchos entre la multitud que los esperó.
En su camino de este día se encontraron también con una marcha de piqueteros, que continuaban la multitudinaria manifestación de ayer. No muy lejos de allí los estudiantes estaban en las calles, solidarizados con una toma universitaria en la facultad de sociales. Para los chicos del pueblo, muchos de los cuales no tienen familias y están en los hogares que sostienen diversas organizaciones en el país, el viaje fue un recorrido "de amor y solidaridad".
Así lo sintieron en cada lugar donde organizaciones sociales, sindicales, de derechos humanos y artistas locales los esperaban. Cada acto, a su vez, permitía conocer la situación, o como decían los niños, "los dichos de la gente de verdad, los que viven como nosotros, muchos abandonados y sufrientes". Aunque el día era gris y lluvioso, como "un milagro se asomó el sol un ratito". Lo dijo Sabrina, cuyos padres están desocupados. Y el sol se quedó justo el tiempo necesario para que el acto pudiera ser.
"Detrás de cada chico de la calle hay un padre desempleado, una familia destruida por la injusticia", expresó Alberto Morlachetti, coordinador del Movimiento y quien a su vez fue niño de la calle. En las ocho provincias por donde pasaron recogieron los mensajes "como si fuéramos botellas que la gente tira al mar", para contar la situación que se está viviendo en el interior del país.
"Marchamos por trabajo, justicia, paz y amor", dijeron en la plaza, donde en una enorme pancarta se leía: "queremos un país para todos", que se agitaba con el viento, mientras León Gieco cantaba para ellos.
La marcha de los niños también contó con el auspicio del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y de personajes como Adolfo Pérez Esquivel, Ernesto Sábato, Joan Manuel Serrat, Daniel Viglietti, Osvaldo Bayer, Teresa Parodi, entre otros. En su travesía por las zonas del noroeste los niños fueron acompañados por Madres Fundadoras de Plaza de Mayo, dirigentes de la CTA, de gremios estatales y de educación, la organización HIJOS de desaparecidos y otros.
El camino largo había llegado a su fin, pero los miles de rostros marcados por la injusticia "nunca serán olvidados y nosotros sentimos que la pobreza es más larga que los caminos, y que sólo queremos que eso termine para siempre". Lo dijo un niño de rostro fresco y mirada de hombre, y todos a su alrededor aprobaban y se abrazaban, allí a unos pasos de la sede presidencial, donde, como también dijeron los chicos, "nadie le ve la cara al hambre".
La marcha de los niños es, de alguna manera, el comienzo de los preparativos de una diversidad de movimientos sociales surgidos al calor de la crisis y la resistencia para rememorar el 19 y el 20 de diciembre de 2001, los días en que estallaron los espejos del modelo neoliberal en Argentina.