Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Sábado 9 de noviembre de 2002
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Política
Hubo doble juego, con pactos secretos, dice Kate Doyle

El voto mexicano por Cuba en 64 sirvió a EU: analista

Expuso sus conclusiones en seminario sobre la guerra fría en México, Centroamérica y el Caribe

BLANCHE PETRICH

En 1964 México votó solo, a contracorriente del resto de los gobiernos del continente, contra la ruptura de relaciones diplomáticas con el régimen revolucionario de Cuba. Eso fue en plena guerra fría. Fue un gesto emblemático de la diplomacia mexicana basada en los principios de no intervención y derecho a la autodeterminación. Pero el gobierno que tomó esa decisión, el de Adolfo López Mateos, distaba mucho de tener simpatía por las ideas de los barbudos de La Habana. Kate Doyle, analista de los Archivos de Seguridad Nacional, promotora del primer proyecto de investigación sobre los años de la guerra fría en México, propone desmitificar ese y muchos otros momentos de la diplomacia mexicana.

Ayer, durante el seminario que se realiza en el Convento de Santiago Tlatelolco sobre la guerra fría en México, Centroamérica y el Caribe, comentó, entre otros, este ángulo sobre aquella historia:

En 1964, recién llegado a la presidencia, Gustavo Díaz Ordaz conversaba con el presidente estadunidense Lyndon B. Johnson sobre el malestar que le causaba a Washington la política procubana del gobierno vecino y las muestras de simpatía que los mexicanos manifestaban por la revolución que encabezaba Fidel Castro. Un reporte confidencial de la embajada estadunidense refiere así lo que Díaz Ordaz le dijo a Johnson: "Estados Unidos puede estar absolutamente seguro de que en casos extremos México siempre va a estar de su lado".

Díaz Ordaz también le explicaba a su colega que a Washington no le serviría de nada que su gobierno fuera totalmente complaciente con los lineamientos estadunidenses, aun en contra de la opinión de los mexicanos. "Es considerablemente más ventajoso que México siga demostrando independencia política cuando los asuntos en juego son menores".

Doyle ha presentado cientos de solicitudes al Pentágono, a la CIA, al Departamento de Estado, al Cisen y a la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) para ilustrar con nueva información pública los entretelones de la relación entre México y Estados Unidos, que se ha mantenido oculta por comprometer asuntos sensibles de seguridad interna de ambos países en los años del conflicto este-oeste.

Admite que aunque todavía no se puede sostener una teoría sobre este crítico periodo, se ha empezado a conocer "instantáneas" de una relación pública, compleja y controvertida, pero sobre todo con muchos pactos secretos. Algunas de estas estampas obligan a reconsiderar la cubierta que hasta ahora envolvió la tradición diplomática mexicana.

Entre otros datos, reveló ayer la versión grabada de una conversación telefónica entre Lyndon B. Johnson y su secretario de Estado, Dean Rusk, previa a ese famoso voto en solitario en la OEA en 1964. En esa llamada, el diplomático aconsejó al presidente Johnson, que estaba a punto de realizar una visita de Estado a México, no reclamarle a Díaz Ordaz el voto procubano en la OEA. Le refirió que en la reunión de ministros previa a la asamblea de la OEA "todos en el hemisferio se tomaron con bastante calma" -relax, es el término que usan- la decisión mexicana, ya que pensaban en la necesidad de que al menos alguno de ellos permaneciera "allá" -en La Habana- y la decisión mexicana de mantener sus relaciones con Cuba les había dado la solución.

También cita evidencias tomadas de los reportes periódicos confidenciales de la embajada de Estados Unidos de cómo, desde 1967, la CIA y otras agencias estadunidenses obtenían información sobre hechos que le interesaban a Washington sobre hechos en Cuba directamente del embajador mexicano en la isla, el general Fernando Pámanes Escobedo. Este había sido nombrado por Díaz Ordaz después de que este encabezara el sangriento desalojo del cuartel militar de Madera, en la sierra de Chihuahua, ocupado por un pequeño grupo de guerrilleros pioneros del movimiento armado. Todos fueron muertos. Es conocida la frase del militar al presentar a la prensa los cuerpos de los rebeldes: "¿Querían tierra? ¡Pues ahí tienen su tierra! Entiérrenlos."

El general Pámenes, por cierto, se involucró en una red de corrupción en Cuba al grado de que el régimen diazordacista lo destituyó y lo envió como embajador en Indonesia. También ahí emprendió negocios ilícitos. Al final, el sistema lo premió con la gubernatura de Durango.

Después de esta mala experiencia diplomática, Díaz Ordaz nombró embajador en Cuba a Miguel Covián Pérez. Este político priísta quiso dejar sentado de entrada que él iba a La Habana como embajador de México y no como representante "oficioso" de Estados Unidos. Sin embargo, ayer Kate Doyle dio a conocer evidencias de cómo, por órdenes del entonces canciller, Antonio Carrillo Flores, Covián sostuvo "contactos informales y no oficiales con la embajada estadunidense". En algunas de estas reuniones fue acompañado por el entonces diputado federal Alfonso Martínez Domínguez, posteriormente regente del Distrito Federal y gobernador de Nuevo León, fallecido esta semana.

Hay, advirtió la analista, "toda una nueva veta por investigar y conocer" en este campo. Señaló que los parámetros hasta ahora conocidos sobre la relación tripartita México-Estados Unidos-Cuba cambiarán, no de manera dramática pero sí significativa, "en la medida en que se examinen las diferencias entre las políticas públicas y los arreglos a los que se llegó detrás de las puertas cerradas".

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