Hubo doble juego, con pactos secretos, dice
Kate Doyle
El voto mexicano por Cuba en 64 sirvió a EU:
analista
Expuso sus conclusiones en seminario sobre la guerra
fría en México, Centroamérica y el Caribe
BLANCHE PETRICH
En 1964 México votó solo, a contracorriente
del resto de los gobiernos del continente, contra la ruptura de relaciones
diplomáticas con el régimen revolucionario de Cuba. Eso fue
en plena guerra fría. Fue un gesto emblemático de
la diplomacia mexicana basada en los principios de no intervención
y derecho a la autodeterminación. Pero el gobierno que tomó
esa decisión, el de Adolfo López Mateos, distaba mucho de
tener simpatía por las ideas de los barbudos de La Habana. Kate
Doyle, analista de los Archivos de Seguridad Nacional, promotora del primer
proyecto de investigación sobre los años de la guerra
fría en México, propone desmitificar ese y muchos otros
momentos de la diplomacia mexicana.
Ayer, durante el seminario que se realiza en el Convento
de Santiago Tlatelolco sobre la guerra fría en México,
Centroamérica y el Caribe, comentó, entre otros, este ángulo
sobre aquella historia:
En 1964, recién llegado a la presidencia, Gustavo
Díaz Ordaz conversaba con el presidente estadunidense Lyndon B.
Johnson sobre el malestar que le causaba a Washington la política
procubana del gobierno vecino y las muestras de simpatía que los
mexicanos manifestaban por la revolución que encabezaba Fidel Castro.
Un reporte confidencial de la embajada estadunidense refiere así
lo que Díaz Ordaz le dijo a Johnson: "Estados Unidos puede estar
absolutamente seguro de que en casos extremos México siempre va
a estar de su lado".
Díaz
Ordaz también le explicaba a su colega que a Washington no le serviría
de nada que su gobierno fuera totalmente complaciente con los lineamientos
estadunidenses, aun en contra de la opinión de los mexicanos. "Es
considerablemente más ventajoso que México siga demostrando
independencia política cuando los asuntos en juego son menores".
Doyle ha presentado cientos de solicitudes al Pentágono,
a la CIA, al Departamento de Estado, al Cisen y a la Secretaría
de la Defensa Nacional (Sedena) para ilustrar con nueva información
pública los entretelones de la relación entre México
y Estados Unidos, que se ha mantenido oculta por comprometer asuntos sensibles
de seguridad interna de ambos países en los años del conflicto
este-oeste.
Admite que aunque todavía no se puede sostener
una teoría sobre este crítico periodo, se ha empezado a conocer
"instantáneas" de una relación pública, compleja y
controvertida, pero sobre todo con muchos pactos secretos. Algunas de estas
estampas obligan a reconsiderar la cubierta que hasta ahora envolvió
la tradición diplomática mexicana.
Entre otros datos, reveló ayer la versión
grabada de una conversación telefónica entre Lyndon B. Johnson
y su secretario de Estado, Dean Rusk, previa a ese famoso voto en solitario
en la OEA en 1964. En esa llamada, el diplomático aconsejó
al presidente Johnson, que estaba a punto de realizar una visita de Estado
a México, no reclamarle a Díaz Ordaz el voto procubano en
la OEA. Le refirió que en la reunión de ministros previa
a la asamblea de la OEA "todos en el hemisferio se tomaron con bastante
calma" -relax, es el término que usan- la decisión
mexicana, ya que pensaban en la necesidad de que al menos alguno de ellos
permaneciera "allá" -en La Habana- y la decisión mexicana
de mantener sus relaciones con Cuba les había dado la solución.
También cita evidencias tomadas de los reportes
periódicos confidenciales de la embajada de Estados Unidos de cómo,
desde 1967, la CIA y otras agencias estadunidenses obtenían información
sobre hechos que le interesaban a Washington sobre hechos en Cuba directamente
del embajador mexicano en la isla, el general Fernando Pámanes Escobedo.
Este había sido nombrado por Díaz Ordaz después de
que este encabezara el sangriento desalojo del cuartel militar de Madera,
en la sierra de Chihuahua, ocupado por un pequeño grupo de guerrilleros
pioneros del movimiento armado. Todos fueron muertos. Es conocida la frase
del militar al presentar a la prensa los cuerpos de los rebeldes: "¿Querían
tierra? ¡Pues ahí tienen su tierra! Entiérrenlos."
El general Pámenes, por cierto, se involucró
en una red de corrupción en Cuba al grado de que el régimen
diazordacista lo destituyó y lo envió como embajador en Indonesia.
También ahí emprendió negocios ilícitos. Al
final, el sistema lo premió con la gubernatura de Durango.
Después de esta mala experiencia diplomática,
Díaz Ordaz nombró embajador en Cuba a Miguel Covián
Pérez. Este político priísta quiso dejar sentado de
entrada que él iba a La Habana como embajador de México y
no como representante "oficioso" de Estados Unidos. Sin embargo, ayer Kate
Doyle dio a conocer evidencias de cómo, por órdenes del entonces
canciller, Antonio Carrillo Flores, Covián sostuvo "contactos informales
y no oficiales con la embajada estadunidense". En algunas de estas reuniones
fue acompañado por el entonces diputado federal Alfonso Martínez
Domínguez, posteriormente regente del Distrito Federal y gobernador
de Nuevo León, fallecido esta semana.
Hay, advirtió la analista, "toda una nueva veta
por investigar y conocer" en este campo. Señaló que los parámetros
hasta ahora conocidos sobre la relación tripartita México-Estados
Unidos-Cuba cambiarán, no de manera dramática pero sí
significativa, "en la medida en que se examinen las diferencias entre las
políticas públicas y los arreglos a los que se llegó
detrás de las puertas cerradas".