LETRA S
Noviembre 7 de 2002

Crónica Sero

Joaquín Hurtad

En ese Amsterdam inagotable, Frans Mom me da a leer el correo inesperado, filoso, devastador. Tus amigos de Letra S daban noticia de tu muerte. Digo inesperado porque esa clase de mensajes nunca son bienvenidos en el buzón de quienes nos debemos al menos la risa, la lealtad, la lucha. Ay, amigo, qué golpe tan horrendo es la rabiosa bocanada de la ausencia.

Allá lejos en el tiempo y en la geografía te nos habías apagado. Sin remedio, sin apelación, sin razón. Sueltos quedaron los arreos de tus banderas, de tus desvelos, Jorge. Porque habías de ver cómo han quedado las cosas después de tu partida. El IMSS exterminando a los derechohabientes con sida, a quienes por mínima humanidad debería atender; Conasida declarando que la pandemia y sus números van en descenso. Esa clase de macabros chistes arropando tu partida, Huerdo. Asuntos terrenales que conoces tan bien que no quiero parecer redundante.

Tu prematura partida nos deja a muchos no sólo tristes, eso sería un imperdonable lugar común frente a tu ácida inteligencia. Nos deja furiosos. Porque tus más cercanos compañeros y hasta tus más acérrimos enemigos no veíamos a la muerte tan cerca en tu horizonte, no en quien dedicaba sus días y noches a la pelea por los salvadores antivirales.

Pero siempre hay una falla en la arquitectura de la frágil existencia. Siempre hay un resquicio por donde se cuela el gélido cierzo. ¿Qué sucedió en tu caso? ¿De quién fue el insolente descuido? ¿Dejaste tu coctel por alguna fuerza mayor? ¿Qué diablos sucedió?

Luego de las preguntas, de las vanas hipótesis, de los recuerdos acallados entre la ropa sucia de la pena, de palabras que seguro hubieras juzgado, de la sonrisa que regresa desde una foto donde robas cámara con tu vanidad de chavo invencible; ahora, precisamente ahora que Amsterdam se me ha quedado tan lejos y con los pies cansados me rehúso a retornar a mis rutinas, es que me gana el dolor.