"Hubo muchas dificultades, pero gracias a Dios
tengo gran capacidad de adaptación"
Fui a Hollywood porque mi deseo más grande era
hacer cine: Salma
La actriz mexicana asegura que Robert Rodríguez
fue definitivo, la impulsó en Los Angeles
Llegará a México mañana y el viernes
dará una conferencia de prensa sobre su cinta Frida
LUCY OROZCO/ I ESPECIAL
Los Angeles, Cal. Bella, inteligente, talentosa
y apasionada, Salma Hayek es la única actriz mexicana que en años
recientes ha logrado derribar las fronteras de ese terreno pantanoso llamado
Hollywood. Con habilidad y esfuerzo ha conquistado lo que antes parecía
imposible: que una mexicana protagonizara películas producidas en
la meca del cine. Su rostro ha dado la vuelta al mundo gracias a las portadas
de cientos de revistas. Los privilegios del glamur, vedados para los latinos,
se le han otorgado a Salma: ha sido la primera mexicana en pisar dos veces
el proscenio durante la entrega de los Oscares, la industria de cosméticos
se la disputa para promover sus productos, los diseñadores de alta
costura y joyería la agasajan con sus creaciones; en fin, Salma
es ya una de las estrellas del firmamento hollywoodense.
Nacida en Coatzacoalcos, Veracruz, un 2 de septiembre,
Salma-niña albergaba en sus sueños que no sería como
las demás: "Recuerdo que en Coatzacoalcos todas mis amigas soñaban
con casarse y tener hijos, yo no. Vagamente giraba en mí la idea
de ser deportista olímpica. Tenía aptitudes para la gimnasia,
sólo que la enseñanza de esta disciplina no estaba desarrollada
en mi pueblo. Tomé un curso en México cuando tenía
nueve años y el profesor quería que continuara, pero mi papá
no lo permitió. Posteriormente fui a un campamento de verano a Avándaro
y ahí aprendí a saltar a caballo; gané un torneo.
Sabía concentrarme y entregarme a esa actividad, así que
nuevamente solicitaron a mi papá que me dejara aprender equitación,
pero por segunda vez se negó. Como compensación me regaló
un caballo y yo sola lo entrené, le puse El Zorro, y lo convertí
de un caballo charro a uno de salto, pero sólo pude llegar hasta
cierto nivel, ya que no hubo quien me guiara".
Veía mi futuro fuera de México
"Desde
los ocho años le dije a mi mamá que me quería ir de
Coatzacoalcos, espantada me contestó que sólo hasta que cumpliera
los 18. 'No me voy a esperar a los 18 mamá, tengo que aprender inglés'
-le dije-, porque veía mi futuro fuera de México: me imaginaba
viajando y no quedándome dentro de fronteras impuestas. Finalmente
logré que a los 12 años me dejaran ir a Louisiana para aprender
inglés y ahí me quedé dos años. A los 16, regresé
a México a estudiar, entré a la Universidad Iberoamericana
a Relaciones Internacionales, tal vez porque me sonaba a algo similar a
lo que fantaseaba de niña, es decir, conocer mundo. Me salí
cuando descubrí mi vocación y empecé a tomar clases
de actuación."
Salma proviene de una familia acomodada, con herencia
española de parte materna y libanesa por la paterna. "Mi familia
era más bien rica y yo estaba muy consentida por ser la única
hija mujer. Me identifiqué mucho con mi papá, recuerdo que
íbamos a montar caballo en la playa o a dar la vuelta en lancha.
Los domingos comía con mi abuela materna, ella se casó con
un hombre muy guapo y muy rico, incluso en Salina Cruz, Oaxaca, hay una
calle con su nombre. Mi abuela lo dejó y luego él decidió
que ya no quería ser rico y se fue a la Sierra de Chiapas a vivir
con una india. Mi abuela, al pelearse con él, le dijo que no quería
su dinero, sólo se quedó con sus joyas, las que metió
en una caja de zapatos y compró un barco camaronero que se hundió.
"Mi mamá es un caso, se inscribió en clases
de ópera después de haber cumplido 30 años, estudió
durante 10, pero lo más impresionante es que decidió ayudar
a muchos aspirantes a cantantes de ópera: les pagaba las clases,
los mantenía y les conseguía trabajo. De todos ellos, sólo
uno tenía mente de triunfador, la capacidad de caer y levantarse.
La diferencia entre una persona y otra la hace el tiempo en que tarda en
levantarse.
"De mi papá heredé su tesón. El empezó
vendiendo camisas en los billares a los 12 años y llegó a
ser presidente de la Sociedad de Industriales de Veracruz. Me parezco a
él en su habilidad para relacionarme socialmente: también
heredé lo trabajador y lo práctico, de mi mamá adquirí
la sensibilidad artística y la perseverancia."
El encuentro
Mi primer encuentro con Salma fue en 1988, cuando buscaba
una protagonista para mi telenovela Teresa. Estaba descorazonada
porque no la encontraba. La casualidad quiso que en un pasillo tropezara
con ella. Nuestras miradas se cruzaron y vi sus ojos desafiantes y su arrogancia,
las características que necesitaba para mi personaje. La abordé,
ocultando deliberadamente mi interés. Le pregunté cómo
se llamaba y qué hacía. Con frialdad me contestó su
nombre y me dijo que era actriz. Con cautela la sondeé para saber
si tenía deseos de protagonizar la telenovela. Salma, ocultando
también sus sentimientos, me contestó displicente que lo
iba a pensar.
Luego me confesó que el corazón casi se
le salió del pecho con mi propuesta, que fue a mi oficina y "tomó
prestados sin avisar" los primeros 20 capítulos de la historia,
que llamó a Rosa María Bianchi y se fue el fin de semana
a Cuernavaca para que ella le montara el personaje. El lunes siguiente
comencé a probar a todas las chicas que me enviaron los ejecutivos
para hacer el papel principal. En ese grupo había estrellas que
hoy también son famosas. Cuando Salma pasó a hacer la prueba
nos quedamos impresionados: actuó mejor que ninguna, desplegó
toda la actitud y matices del personaje. Me dije: "¡Eureka! Ya la
tengo". Felizmente, Teresa tuvo gran éxito con Salma encabezando
el reparto. Fue así como empezó nuestra amistad que hasta
hoy perdura. Lo siguiente, más que una entrevista, es una charla
entre amigas.
-¿Cuéntame, Salma, cómo cruzaste
el Río Bravo y te convertiste en superstar?
-Vine a Hollywood porque mi deseo más grande era
hacer cine y, sobre todo, estudiar actuación. Sabía que tenía
que evolucionar como actriz. La pasé genial en Teresa, pero
me dije: "¿Luego qué voy a hacer: otra telenovela y otra,
por el resto de mi vida?" Entonces decidí probar suerte; fue una
decisión difícil, porque aquí ya había obtenido
éxito en la televisión, pero quería hacer cine. Sabía
que me arriesgaba, pues en ese tiempo pensar en trabajar aquí parecía
una locura, ni siquiera había salido Como agua para chocolate.
El cine mexicano no existía fuera de sus fronteras. Ahora las cosas
han cambiado y muchos mexicanos han logrado triunfar en Los Angeles, pero
cuando yo llegué el panorama era desalentador.
-Cuéntame de tu proceso en esa época.
-Entre neblina recuerdo que tuve muchas dificultades,
pero gracias a Dios tengo gran capacidad de adaptación. Se trataba
de un cambio drástico, pero me salvé, porque me emocionaba
mucho la idea de ir a la escuela y aprender.
"Fue un cambio tremendo, pues no solamente dejé
mi carrera, sino mi país y me enfrenté a una cultura distinta;
además tenía el problema del idioma, el inglés no
se me daba muy bien. No tenía amigos ni idea de cómo conseguir
trabajo, era algo que parecía imposible. Comencé a hacer
papeles muy pequeños porque no tenía permiso de trabajo.
Tuve ofrecimientos que después no pude hacer por mi situación
migratoria."
-¿Nunca quisiste aventar la toalla y regresarte?
-En ocasiones, porque a veces la pasaba mal, pero me aferré
a la idea de quedarme. Así que empecé a hacer un programa
de televisión horroroso, The Sinbad show; estaba traumada
porque firmé contrato por cinco años y estaba harta a los
dos días de iniciada esa serie. Me deprimí mucho, empecé
a comer y ¡engordé! Me hice muy amiga de Sinbad, el comediante
afroamericano, y le pedí que por favor hiciera que me corrieran.
Pero al programa no le fue muy bien y comenzaron a cambiar escritores y
productores. Gracias a Dios los escritores nuevos no supieron qué
hacer con mi personaje y lo cambiaron por unos viejitos. Felizmente, por
esa razón, me pude ir.
-¿Qué siguió después?
-Fui a México a hacer El callejón de
los milagros.
-Te fue muy bien con esa película, ¿fue
después que conociste a Robert Rodríguez?
-No, lo conocí como dos años antes que a
Sinbad. Al poco tiempo de haber llegado a Los Angeles, Paul Rodríguez,
el comediante, me hizo una entrevista en un programa de televisión
y me preguntó: "¿Por qué viniste de México
si aquí no hay trabajo para latinas?" Le contesté: "Bueno,
ahora no hay, pero lo habrá". Robert y su esposa Elizabeth vieron
esa entrevista, me contaron que sintieron curiosidad por conocerme y así
lo hicieron. Me dijeron que yo iba a protagonizar Desperado, pero
como es costumbre en el cine las cosas no suceden pronto. La película
se pospuso dos años. Entonces Robert me hizo audicionar para otra
película que filmó para Showtime, que se llamó
Roadracers, me dio el papel e hice esa cinta. Por fin llegó
la oportunidad de hacer Desperado, pero Robert me hizo audicionar
de nuevo, como por dos meses. Cuando me conoció me prometió
que me iba a dar ese papel, pero aún así, me hizo audicionar,
finalmente la hice.
-Robert Rodríguez te cambió la vida, ¿no
es así?
-Definitivamente, me impulsó en Los Angeles. Recientemente
me ha enriquecido gente como Julie Taymor (directora de Frida) y
Andy Tennant, otro director, quien me dio la oportunidad de trabajar en
Fools rush in (Sólo los tontos se enamoran).
-Cuando te ibas a Los Angeles, recuerdo que todo mundo
te auguraba que te iría mal.
-Creo que lo siguen haciendo (risas). No te olvides que
desde que quise ser actriz me presagiaron que me iba a ir mal. A ti te
dijeron que no me contrataras. ¡Y eso fue antes de venirme! Antes
de Teresa, ¿no te acuerdas?
-Claro que sí. ¡Qué bueno que se equivocaron!
Yo me atrevo a decir que tu carrera en Hollywood es superior a la de Dolores
del Río, has llegado muy lejos. ¿Cuéntame qué
sentiste la primera vez que entregaste un Oscar?
-No, sólo presenté una de las canciones
postuladas. Como era la primera vez estaba muy nerviosa, porque me decían:
"te van a ver millones de personas". Cuando empezó el programa vi
que algunas de las que hablaban inglés trastabillaban mucho por
la tensión. Entonces me puse más nerviosa, porque yo no hablaba
bien el idioma.
-Pero si lo hablas bien.
-Quizá, pero los gringos aún se burlan.
El viernes pasado los agentes me citaron para decirme que tenía
que practicar diario mi acento. No voy a ir ya, me vale gorro. Pero volviendo
al tema, lo que me impresionó más en lo del Oscar es que
cuando vas a salir te puedes asomar por una esquinita y puedes ver al público,
todos son estrellas, y ¡eso impacta! Aunque me decía: "Me
tiene que salir bien, porque Meryl Streep está aquí y no
me va a ver hacer el ridículo, no". Lo que si viví con más
temor fue la presentación de los Oscares técnicos, me tocó
ser maestra de ceremonias; yo sola hice todo el show y luego tuve
que ir a la entrega de la estatuilla esa misma noche y dar una reseña.
Cuando me invitaron, dije que sí, claro. Pero ahí el inglés
fue imposible: ¿sabes lo que es decir todos esos nombres de alemanes,
japoneses, de esas personas que ganaron? ¡No podía decir ni
un nombre, era tremendo! Fue chistoso también, porque cuando salí
les dije: "Antes que nada, quiero que por favor se imaginen a ustedes mismos
mencionando estos Oscares en español, porque estoy a punto de cometer
500 errores de pronunciación". Y agregué: "De verdad, no
sé cómo sus padres no les pusieron nombres más sencillos
a estos ganadores". El público soltó la carcajada y entonces
me relajé un poco. Pero los productores sudaron, porque pensaron
que iba a ser un desastre. Pero era la primera vez que la gente se reía
en la entrega de los Oscares técnicos, porque son muy formales,
muy sobrios. Así que después de esas dos horas y media de
haber hecho yo sola todo el programa, presentar tres minutos en los Oscares
que se trasmiten a todo el mundo, fue mucho más fácil.
-Después de Desperado (Pistolero)
hiciste varias partes en películas, lo curioso es que empezaste
a figurar antes de hacer un gran filme y eso es raro, no sé si fue
por bonita.
-Yo tampoco sé. Es muy raro mi caso, porque sin
haber hecho grandes películas me llamaban de todas las revistas.
Por ejemplo, salía a la premier de una amiga y de inmediato
me tomaban una foto que publicaban durante meses.
(Salma llegará a México mañana; ofrecerá
una conferencia de prensa el 8 de noviembre y su película se estrenará
este mes en nuestro país.)