En la próximas semanas el Senado deberá
analizar el proyecto de ley de bioseguridad
Debate la comunidad científica el uso de transgénicos
en México
Controversia entre partidarios del principio precautorio
y quienes están por la apertura
ANGELICA ENCISO L.
Ante la inocultable realidad de que la tercera parte de
los 6 millones de toneladas de maíz importado es transgénica
y es consumida por la población mexicana, la iniciativa de ley de
bioseguridad busca regular los organismos genéticamente modificados
(OGM), tanto para uso experimental como comercial. El dilema es cerrazón
o apertura total.
Este es el debate entre los científicos que dicen
que hay que evitar cualquier contingencia y se pronuncian por el principio
precautorio de que antes de utilizar los OGM se deben conocer las consecuencias
que puedan tener, mientras otras voces pugnan por su liberación,
pues todo conlleva un riesgo. En las próximas semanas, en el Senado
de la República se prevé que esté lista la iniciativa
de ley en cuyas consultas han participado científicos y diversas
organizaciones.
Los transgénicos son productos naturales, como
granos o frutos, a los que se les ha insertado un gen de otra especie para
lograr un fin determinado, ya sea en su presentación, para hacerlos
resistentes a pesticidas o con más nutrientes. Un ejemplo es el
maíz BT, que es un grano con un gen tolerante a una plaga que afecta
las siembras en Estados Unidos y que tiene como objetivo evitar el uso
de plaguicidas. Entre las presuntas ventajas que aportan estos productos
están el aumentan en la productividad, son benéficos para
el medio ambiente y no son dañinos para la salud.
El uso de estos productos se ha extendido en naciones
como Estados Unidos -donde se cultivan en 30 por ciento de la superficie
agrícola-, Canadá, China y Argentina. Los principales son
soya, maíz, algodón, canola, papa, calabaza y papaya. En
México está prohibida la siembra comercial y experimental
para maíz y los investigadores hacen pruebas con jitomate, papa,
calabaza, plátano y papaya.
Diversos argumentos
La
propuesta de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC), que agrupa a los especialistas
más importantes del país, es que se debe analizar caso por
caso, aunque de entrada hace a un lado el principio precautorio que regula
estas actividades en la Unión Europea, porque éste "prácticamente
busca que no haya liberación de ningún organismo mientras
no se demuestre la ausencia de riesgo, lo cual es imposible. Por definición,
todo tiene riesgo", señala en entrevista Francisco Bolívar
Zapata, integrante de la academia.
Sostiene que hasta el momento no se ha encontrado que
ocasionen daños al medio ambiente o a la salud humana, además
de que en México el maíz transgénico está presente
en el campo mexicano desde hace ocho años -cuando empezaron a incrementarse
las importaciones de Estados Unidos-, y después de este tiempo no
ha pasado nada, "no ha desaparecido ninguna especie ni se ha generado algún
problema ecológico".
Sin embargo, entre los primeros efectos que se conocen
está precisamente la "contaminación" de los cultivos de maíz
de la sierra norte de Oaxaca, que fue detectada por el investigador mexicano
Ignacio Chapela, que trabaja en la Universidad de Berkeley.
Este especialista puntualiza que uno de los argumentos
de quienes apoyan los transgénicos es que todavía no hay
pruebas de que ocasionen daños, pero "la falta de esas evidencias
no significa que el riesgo no exista". Advierte que bajo esta premisa se
han tomado muchas decisiones: "se nos dice que debemos tomar esta tecnología,
que no tiene nada que ver con los cultivos tradicionales y la selección
tradicional que hacen los campesinos de los cultivos".
Las presiones para que se libere el uso e investigación
sin cortapisas de los transgénicos son económicas, "las grandes
compañías químicas del mundo adquirieron en los últimos
años las patentes de semillas y ahora quieren vender variedades
de OGM resistentes a herbicidas, los mismos herbicidas y comercializar
los granos, son negocios redondos", advierte Rafael Ortega, de la Universidad
Autónoma de Chapingo en una ponencia que presentó en el Senado.
Datos extraoficiales dan cuenta de que el comercio de
transgénicos asciende aproximadamente a 2 mil 500 millones de dólares,
con ganancias de casi mil millones de dólares para empresas como
Monsanto, Aventis, Savia y Novartis, las cuales también elaboran
medicinas.
Ortega argumenta, además, que con la introducción
de semillas transgénicas los productores agrícolas mexicanos
pierden la facultad de producir sus propios granos, y al estar las variedades
transgénicas protegidas por las patentes, se provocará mayor
dependencia hacia las grandes productoras de sus semillas. "Es probable
que los maíces transgénicos desplacen a los criollos en el
campo, porque su alta importación ha llevado la producción
a la baja", indica.
Para Elena Lazos, de la UNAM, los presuntos beneficios
y la mejor productividad no son algo real, porque lo que podría
ocurrir es que para los 7 millones de productores de maíz aumenten
los costos por la compra anual de grano, además de que la introducción
de OGM provocará que la agricultura quede en manos de las empresas,
las cuales serán las que decidan qué variedades cultivar.
"La homogeneización de los cultivos aumentará
los riesgos del mercado, se provoca dependencia tecnológica y crecen
los riesgos de vulnerabilidad por las posibles resistencias de las plagas
o las malezas", advierte.
Por otro lado, entre los argumentos de quienes apoyan
los OGM, como Luis Herrera Estrella, del Centro de Investigaciones Avanzadas
de Irapuato, está que "las plantas transgénicas llegaron
para quedarse y lo que decidamos en México no va a afectar el desarrollo
de lo que hagan en otros países".
Asegura que entre los beneficios de los transgénicos
está la resistencia a plagas, a enfermedades, eficiencia en la captación
de nutrientes, tolerancia a la salinidad, a la sequía, y se deben
considerar "seriamente" porque el abasto de agua va a ser uno de los principales
problemas que habrá en los próximos 20 años. Otro
punto a favor, agrega, es que tienen más contenido de vitaminas,
aminoácidos, aceites, menos colesterol y mayor contenido de antioxidantes.
Bolívar Zapata indica que la disyuntiva es que
"o seguimos utilizando pesticidas que degradan el medio ambiente y la salud,
o usamos opciones más naturales, como los transgénicos. Daños
va a haber y la sociedad va a determinar paso por paso la tecnología.
Se deben ver caso por caso los transgénicos que se pueden liberar
y la ley deberá incluir esa lista. Cuando veamos que los OGM no
van a generar problemas importantes a la salud y al medio ambiente, podremos
relajar la lista".
Advierte que "no ha ocurrido ningún problema importante
en ningún lugar del mundo, que alguien haya muerto por haber comido
un transgénico".
Para los científicos no hay término medio,
pues se asume el uso y consumo de transgénicos con todas los riesgos
que puedan tener, o el país se cierra a ellos, aunque el desarrollo
en el mundo continúe.