La PGR ni siquiera ha podido "demostrar" que
existan bandas de civiles armados
Fracasa el gobierno foxista en la lucha por desarticular
grupos paramilitares
Sin castigo, cientos de crímenes cometidos presuntamente
por estas organizaciones
HERMANN BELLINGHAUSEN ENVIADO
San Cristobal de Las Casas, Chis., 26 de octubre. A
más de dos años del gobierno foxista, nada sustancial ha
ocurrido en relación con los grupos contrainsurgentes que operan
en Chiapas. Diseñados para ser difusos y ejecutar acciones bajo
una estructura propia de grupos organizados, han sido y son oficialmente
inexistentes.
El problema de los paramilitares en Chiapas es responsabilidad
del gobierno federal. Lo es aunque se haya originado en los albores del
sexenio de Ernesto Zedillo, cuando en la región se puso en marcha
una estrategia contrainsurgente nunca antes vista en nuestro país.
Los programas sociales, administrados por los gobernadores interinos Julio
César Ruiz Ferro y Roberto Albores Guillén, combinaron el
tradicional clientelismo priísta y progubernamental "de-a-cómo-no"
con una deliberada división de las comunidades, que generara violencia
"entre indígenas" y "quitara el agua a la pecera" de los rebeldes
zapatistas.
El resultado fueron masacres planeadas y más de
100 asesinatos en la región chol del norte y los municipios tzotziles
de Chenalhó y San Juan del Bosque. Miles de indígenas quedaron
desplazados y despojados. Hasta ahora, la mayoría sigue sin regresar
a sus comunidades; de los que han retornado en Tila y Chenalhó,
muchos no recuperaron sus tierras ni la tranquilidad. Quienes los expulsaron
siguen ahí, y los amenazan nuevamente.
"Si
no nombramos a los paramilitares, es como si fuera una historia muerta,
sin vida", dijo un indígena a los visitadores del Centro de Derechos
Humanos Fray Bartolomé de las Casas (CDHFBC), quienes aún
ahora, "por seguridad", omiten los nombres de los desplazados que entrevistaron
para elaborar su más reciente informe.
Según el CDHFBC, "en la guerra de baja intensidad
de Chiapas, el paramilitar es un instrumento clave para enfrentar a los
pueblos indios que simpatizan con las demandas del EZLN y generar un clima
de violencia". Los paramilitares, personajes que se reiteran en los testimonios
de las víctimas "perpetrando crímenes, desapariciones, intimidaciones
y violaciones", no han desaparecido; salvo excepciones, no han sido castigados
y nada indica que lo vayan a ser.
Tras el ataque paramilitar en Acteal, nació una
instancia federal dedicada a investigar la operación de estos grupos:
la Unidad Especializada sobre Probables Grupos Armados, de la Procuraduría
General de la República (PGR). Después de cinco años
de creada, sus resultados son prácticamente nulos. Para empezar,
no ha "demostrado" que exista un solo grupo. Vamos, ni siquiera encuentra
las armas que se utilizaron en Acteal.
Ahora existe formalmente la figura de "delincuencia organizada".
Con ella en la mano, al comenzar el actual sexenio, la unidad especializada
aprehendió a Samuel Sánchez Sánchez y Marcos Albino
Torres, conocidos miembros de Paz y Justicia. Los organismos civiles todavía
no acababan de aplaudir la medida, cuando aquella detención se hizo
humo y las autoridades estatales tuvieron que excarcelar a los detenidos,
pues la PGR no aportó pruebas suficientes.
La Red de Defensores Comunitarios por los Derechos Humanos
ha recordado que la unidad especializada inició averiguaciones de
cada uno de los 17 presuntos grupos de civiles armados, cuya existencia
fue denunciada por las comunidades y los organismos civiles, pero es la
hora que dicha instancia de la PGR no ha rendido cuentas.
Ahora bien, ¿en qué sentido se puede decir
que Los Aguilares o la Opdic son paramilitares? "No tenemos pruebas de
su liga con la fuerzas armadas, pero sí de que esos grupos tienen
un efecto contrainsurgente que beneficia al Estado", reconoce el abogado
Miguel Angel de los Santos.
"El caso extremo serían Los Aguilares. Una banda
de delincuentes comunes, pero en un contexto de guerra como el actual,
la política contrainsurgente se beneficia con sus actos. En consecuencia,
el Estado no les pega, se hace tonto, o de plano los protege", refiere.
En cuanto a la agrupación campesina conocida como
Opdic, su sombra se proyectó sobre todos los episodios, presuntamente
aislados, que ocurrieron hace poco más de un mes en los municipios
autónomos Ricardo Flores Magón, San Manuel, Olga Isabel y
17 de Noviembre. Sin embargo, no se puede responsabilizar a la organización
del diputado priísta Pedro Chulín de ninguna de las muertes
ocurridas entre agosto y septiembre.
Otros casos de grupos armados
Abundan casos colaterales que no ajustan con las definiciones,
como las guardias blancas: "se organizan en función de un
particular o grupo de particulares. Surgen para defender la propiedad de
los ganaderos. Su fin no es contrainsurgente. Pero en el contexto de Chiapas,
no combaten delincuentes sino organizaciones sociales.
"Cuando operan en zonas como La Fraylesca, Venustiano
Carranza o Chicomuselo, no pueden considerarse paramilitares". No es lo
mismo cuando son usados contra los rebeldes en Ocosingo, Sabanilla o Altamirano,
señala De los Santos. "Al coincidir con la contrainsurgencia, las
guardias blancas pueden actuar de manera coordinada con grupos de
indígenas, e incluso integrarse en una sola estructura".
Ante los intentos del actual gobierno chiapaneco de aplicar
la justicia en el caso de la zona norte, considera que "hace falta una
política más clara y definida para el desmantelamiento de
los paramilitares". Para ser efectiva, la aplicación de la ley "debe
pasar por el arresto de los funcionarios involucrados". En los casos de
la zona norte y Acteal, se ha documentado bien la participación
de funcionarios y jefes policiacos. "Los paramilitares siempre han actuado
en lugares donde el Ejército tiene una presencia destacada". agrega.
En opinión del defensor De los Santos, el gobierno
publicita acciones "que no son eficaces", pero las usa "para crear la imagen
de que se está en otra fase del conflicto". En realidad, "busca
calmar el reclamo público sin llegar a fondo".
Los años pasan. Ahora mismo, los desplazados suman
miles tan sólo en los refugios de Polhó, Nueva Revolución,
San Marcos y San Rafael. En tanto, el brazo de la justicia sigue sin alcanzar
el entramado gubernamental y partidario que ha dado origen y cobijo a grupos
violentos de contrainsurgencia.