Programa de son, bolero, feeling, bel canto, rock y jazz que se presentará en la FIL
Ola cubana traerá a México la riqueza y la nueva ebullición musical de la isla
La Feria Internacional del Libro incluye también artes plásticas, danza y otras disciplinas
Compay Segundo y Omara Portuondo figuran entre los artistas que se presentarán
ARTURO GARCIA HERNANDEZ
Hay veces que el lugar común resume verdades con la precisión inapelable de una fórmula matemática: Cuba = música. Por razones que la historia, la geografía y la antropología señalan, Cuba ha sido un inmenso y efervescente laboratorio sonoro en el que nacen o se ayuntan, se reproducen y evolucionan ritmos, géneros y estilos de dentro y de fuera de la isla con una vitalidad asombrosa e incesante.
Una muestra de la riqueza y la variedad de este dinámico universo musical podrá ser apreciada en México como parte de las actividades extraliterarias de la Feria Internacional de Libro (FIL) de Guadalajara, que tiene este año a Cuba como país invitado de honor.
Ola cubana se denomina el espectáculo que por vez primera permitirá escuchar y ver sobre un mismo escenario a artistas y agrupaciones representativas de los géneros y estilos que identifican a la música de la mayor de las Antillas: son, bolero, timba, nueva trova, feeling, world music, rock, música de concierto, jazz, bel canto, rap, hip hop, etcétera. Lo conocido y lo nuevo, lo tradicional y la vanguardia, virtuosismo y sentimiento: Compay Segundo, Omara Portuondo, Eliades Ochoa, Los Van Van, el ballet Tropicana, Isaac Delgado, Amaury Pérez, Polo Montañez, Los Papines, Noel Nicola, Vicente Feliú, José María Vitier, Gonzalo Romeu, César Portillo de la Luz, Miriam Ramos, Manuel Argudín, Marta Valdés, Beatriz Márquez, Trío Trovarroco, Síntesis, Madera Limpia, Espiral, Frank Fernández, Bárbara Llanes, Maraguán, Cuarteto de Saxofones Arsis. Todos ellos estarán en Guadalajara y, como una extensión de Ola cubana en el Distrito Federal, se presentarán en el Auditorio Nacional.
Elementos de muchas culturas
Las raíces de la música cubana -recuerda el historiador Helio Orovio en su Diccionario de la música cubana- se encuentran en los elementos procedentes de las culturas española y africana. Los primeros negros llegaron a la isla en las carabelas de Cristóbal Colón. A partir de 1510, Diego Velázquez inicia la conquista y colonización.
Cuenta Orovio: ''Pronto las músicas de origen yorubá, congo, carabalí y arará resonarían en la isla, junto a romances, punteos y zapateos de ascendencia hispánica".
Pero, advierte Fernando Rojas, estudioso de la cultura cubana y presidente del Consejo Nacional de Casa de Cultura de la isla, ''a veces se tiende a reducirlo todo a lo africano y a lo español, pero hay que tomar en cuenta que tenemos una tremenda tradición haitiana y una tradición jamaiquina que se conservan y se actualizan".
El compositor y musicólogo cubano Noel Nicola se refiere a la música de su país como una ''olla podrida", nombre que recibe un guiso en el que se cuecen los ingredientes más disímbolos:
''Todo cae en esa olla y todo se va cocinando. En la música cubana hay muchos elementos de muchas culturas: música árabe, jazz; géneros como el bolero, que son de ida y vuelta, que han viajado, por ejemplo, a España o a México y volvieron y se siguieron transformando."
A lo largo de los años, de esa ''olla podrida'' han nacido o se han nutrido músicos, compositores, agrupaciones e intérpretes indistintamente del ámbito popular como de la música de concierto, como Miguel Faílde, Gonzalo Roig, El Trío Matamoros, Sindo Garay, Ernesto Lecuona, Benny Moré, Celia Cruz, Chucho Valdez, César Portillo de la Luz, Acerina (Consejo Valiente), Dámaso Pérez Prado, Leo Brouwer, La Sonora Matancera, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Irakere, Eliades Ochoa, La Charanga Habanera, Elena Burke, Omara Portuondo, Frank Fernández... Vaya nomenclatura.
Cíclicamente la ''olla'' entra en ebullición. Es cuando los sonidos se renuevan, cuando los géneros se subvierten, cuando surge lo inesperado. En la ebullición, lo vernáculo se funde con el jazz, los cantos rituales con el hip hop, lo folclórico con el rock.
Vitalidad y deseo de innovar
De acuerdo con Noel Nicola -director de Editora Musical Atril, filial de Producciones Abdala- en la actualidad la música cubana "se encuentra en un excelente momento", lo que quiere decir que la ''olla'' está de nuevo en ebullición: ''Hay un desborde de creatividad transgenérica, es un momento de una vitalidad tremenda y mucho deseo de innovar".
Una característica de la cultura musical cubana -expone Rojas- que también tiene la brasileña y en alguna medida la estadunidense es la capacidad para actualizarse sin perder sus raíces: ''Te das cuenta que conserva su matriz de son, africana, haitiana. No nos cerramos y siempre luchamos por apreciar lo mejor de la creación cultural de todo el mundo. Es algo que llevamos en la sangre, primariamente, y después es parte de una política de la Revolución. Así ha sucedido en la relación con la música negra de Estados Unidos, ''que enriqueció a ambas culturas; durante la década de los 70 muchos ritmos latinoamericano nutrieron nuestro acervo y la relación musical que tuvimos con México en los años 40 y en los 50 en torno del bolero, al danzón, el mambo y el cha cha chá. Y así es la relación que después tuvimos con el rock y ahora con el rap y el hip hop: ''En Cuba se estimula y promueve la fusión; constantemente hay experimentaciones y búsquedas".
En todo esto se debe considerar otro factor -señala Rojas- ''nada despreciable: nuestros músicos se forman en escuelas, en academias, en un sistema de escuelas que la Revolución creó y potenció. Te puedes encontrar un músico de atril de una orquesta de salsa, graduado en educación musical, que ha estudiado música y eso le aporta una tremenda riqueza y esa tremenda mixtura sin que el músico pierda de vista que trabaja para un gran público, que es sobre todo bailador".
En los años 20 del siglo pasado el son -una de las formas básicas de la música cubana- vivió su primera etapa de oro con el legendario Septeto Habanero a la cabeza. En esa década nacieron otras dos formaciones no menos legendarias: La Sonora Matancera y el Trío Matamoros. Entre los años 20 y finales de los 50, el son evolucionó y derivó en nuevas formas.
Revival mundial
Luego del triunfo de la Revolución, en 1959, y el posterior bloqueo económico de Estados Unidos, la industria mundial del disco dio la espalda a los músicos cubanos que decidieron permanecer en la isla. Esto, el auge de la Nueva Trova surgida a finales de los años 60 y el boom de la salsa neoyorquina, ocasionó que los géneros tradicionales y sus derivados, a los que Cuba debe gran parte de su gloria musical, fueran desplazados. Pero un día de 1996 Juan de Marcos -ingeniero civil, ex jipi y ex roquero- se propuso rescatar esa música y la dignidad de sus autores e intérpretes. Los buscó, los reunió y se los puso en bandeja de plata a Ry Cooder, quien apadrinó la trilogía discográfica Buena Vista Social Club, Presentando a Rubén González y A toda Cuba le gusta.
La consecuencia fue un revival mundial de aquel patrimonio sonoro otrora semiolvidado. La gran indu$tria de la mú$sica, $iempre $en$sible a los gu$sto$ del público, potenció el boom. Al respecto, Fernando Rojas valora: ''La música sobrevivió y se siguió desarrollando porque el músico siguió trabajando para el público bailador, porque se producían discos que los cubanos comprábamos. Creo que no sólo el mercado nos dio la espalda, también nosotros le dimos la espalda al mercado. Por muchas razones justificadas, durante mucho tiempo pensamos que nuestra vida podía prescindir de la relación con el mercado. Hoy nos damos cuenta de que sencillamente no es posible. Tal vez lo quisiéramos, tal vez lo añoramos, pero hoy no es posible vivir de espaldas al mercado y tenemos que convivir con él sin que nos gobierne, sin que nos manipule y sin que nos imponga la seudocultura y la frivolidad. En nuestro país desarrollamos y va a seguir prevaleciendo la idea de que la razón cultural es más importante que la razón mercantil".