Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Jueves 24 de octubre de 2002
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Mundo

Angel Guerra Cabrera

Venezuela en peligro

La oposición al gobierno de Hugo Chávez persiste en el intento de derrocarlo por la fuerza. Quienes organizaron la marcha en el centro de Caracas pidiendo la interrupción del orden constitucional, y después con igual propósito intentaron paralizar el país con un paro empresarial, son los mismos autores del golpe fascista del 11 de abril pasado. La marcha golpista fue superada en cantidad y calidad por una gigantesca demostración de apoyo al gobierno y el paro no logró detener el funcionamiento de los sectores básicos de la economía ni los servicios públicos, pero ambos, así como los dos recientes intentos de asesinar al presidente, prueban la capacidad de la oposición de amenazar al gobierno legítimo y, lo que es más grave, de hacerlo impunemente. Siguiendo al paro, 14 jefes militares implicados en el golpe de abril y exonerados por la Corte Suprema de Justicia en un fallo que ha concitado amplio repudio, hacían un llamado descarado a la subversión.

Los trajines conspirativos se llevan a cabo en nombre de la libertad, la democracia y los derechos humanos, aunque impliquen contrariar la voluntad de la mayoría de los venezolanos expresada reiteradamente con el voto y con su presencia en las calles. De qué extrañarse, ésta ha sido siempre la farisaica norma de conducta de los adinerados en América Latina hacia los regímenes que no se inclinan ante Washington e intentan medidas redistributivas de la riqueza. La oposición está encabezada por las clases sociales y sectores que históricamente han exprimido al pueblo ve-nezolano en complicidad con las trasnacionales y el gobierno de Washington: la oligarquía y los jefes de sus partidos políticos, los empresarios mediáticos, los jerarcas católicos, los corruptos líderes sindicales de la CTV, parte del generalato, segmentos de la intelectualidad funcionales a la dominación, pero arrastra a capas de la población que o disfrutan prebendas de un régimen de explotación aún lejos de haber sido erradicado o permanecen enajenadas por el espejismo del american way of life y los mensajes de la prensa "democrática". Derrotada y desmoralizada por el formidable levantamiento popular antigolpista del pasado 13 de abril, que restableció el estado de derecho y devolvió a Chávez a la primera magistratura, la oposición -la contra, como certeramente la llama el pueblo- volvió abiertamente a las andanzas subversivas tan pronto se repuso del susto aprovechando el enorme poder económico, ideológico, mediático y político, y la importante influencia en el Estado que aún conserva. Envalentonada porque se sabe apoyada por la ultrarreaccionaria y guerrerista administración Bush y, sobre todo, porque el gobierno de Caracas no utilizó la singular coyuntura creada el 13 de abril para contraponerle una ofensiva estratégica que habría contado con un sólido respaldo de las masas, comprometidas con el proyecto y el orden constitucional bolivarianos. Era el momento idóneo para desarticular políticamente a los organizadores de la asonada y ganar a los indecisos haciendo caer ejemplarmente sobre aquéllos el peso de la ley, aplicando sin pausa las medidas de transformación social aprobadas por la Asamblea Nacional y adoptando otras nuevas, estimulando y fortaleciendo el proceso de autorganización desde la base de las fuerzas populares civiles y militares, en fin de cuentas las que derrotaron el golpe y sostienen al gobierno chavista hasta la fecha.

El apoyo a Chávez no es gratuito. Nació de la comunión del movimiento encabezado por éste con los pobres de Venezuela, iniciada con el pronunciamiento militar del entonces teniente coronel en respuesta a las políticas entreguistas, corruptas y represivas de la oligarquía, que habían suprimido a sangre y fuego las protestas contra el despiadado plan de ajuste neoliberal del régimen de Carlos Andrés Pérez. Más tarde fortalecida por la actuación de la administración chavista en favor de la soberanía, de los intereses de las mayorías y de la resistencia latinoamericana y tercermundista al orden mundial neoliberal. El peligro ahora es que, animado por un concepto candoroso e impracticable de la reconciliación, el gobierno de Caracas no adopte a tiempo las medidas reclamadas por quienes lo eligieron, tendientes a conjurar la repetición del golpe fascista, que de producirse podría costar mucha sangre y, de triunfar, llevar a un retroceso a las fuerzas populares en América Latina, nuevamente en pugna por abrirse paso.

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